En la provincia de Nangarhar, una región fronteriza montañosa que se extiende por partes de Afganistán y Pakistán
Les han diezmado en Mosul, Raqqa y otras ciudades menores en Siria e Irak, y no les ha quedado más remedio que buscar refugio en Afganistán, donde se han atrincherado en una guerra que dura ya 16 años, -desde que las tropas de Estados Unidos invadieron el país, en octubre de 2001, en respuesta a los atentados del 11-S-.
Muchos combatientes extranjeros, especialmente los del Cáucaso y el sudeste asiático han regresado a su país, y muchos se han dirigido al territorio talibán ‘liberado’ y las áreas tribales de Pakistán en una especie de reactivación de la situación de los años noventa.
Tratan, en suma, de construir una base territorial del ISIS en esos lares, porque sus aliados talibanes han logrado debilitar a los grupos pro Al Qaeda que intentaron desafiarlo. Los militantes talibanes, las fuerzas de seguridad afganas y las milicias locales también han destruido el territorio de la red yihadista a lo largo de la frontera pakistaní. El ISIS explota así la guerra civil en curso del país para continuar con su legado de terror.
En las últimas horas, como ejemplo de lo expuesto, han lanzado a las redes menos convencionales un atroz vídeo grabado en la provincia de Nangarhar, -una región fronteriza montañosa que se extiende por partes de Afganistán y Pakistán-, donde ejecutan a un desventurado afgano al que acusan de espiar para los pakistaníes.
Talibanes en Afganistán
Es encandenado en un árbol, le cortan los bazos a espada para, después, decapitarlo en presencia de un niño.