Una mujer que se servía de cualquier medio para enviar información trascendental al gobierno soviético, se hizo pasar por canadiese, vivió en Boston donde trabajó en bienes raíces, se casó y tuvo dos hijos, toda una vida para encubrir su verdadero fin.
El nombre falso de Elena Vavilova era Tracy Foley, trabajó durante más de 20 años bajo esta identidad al lado de su esposo, quien en la vida real sí era su pareja y también era espía ruso, su nombre real es Andrei Bezrukov, aunque usaba el nombre de Donald Heathfield.
La despiadada pareja no permitió que sus hijos conocieran la verdad.
Vavilova y Bezrukov fueron arrestados en su casa de Boston en 2010, parte de un grupo de diez espías rusos detenidos por el FBI, la mayoría de ellos ilegales que vivían en los Estados Unidos como estadounidenses o canadienses comunes.
Fueron deportados a Rusia en un intercambio de espías que incluyó a la favorita de los medios, la famosa Anna Chapman, además también estaban involucrados cuatro rusos acusados de espiar pero para Estados Unidos, es decir, trabajar como agentes dobles, incluido Sergei Skripal, quien fue infamemente envenenado en Salisbury el año pasado.
Su historia fue inspiración para la serie televisiva de la productora Fox,»The Americans» donde personifican al matrimonio de Philip y Elizabeth (que interpretan los actores Matthew Rhys y Keri Russell) que a su vez retratan las vidas de Elena Vavilova y Andrei Bezrukov.
Además Vavilova escribió un relato ficticio de su carrera de espía, el libro se llama «The Woman Who Can Keep Secrets» (La mujer que puede guardar secretos), y en una reciente entrevista para The Guardian reveló cómo fue vivir esta doble vida, qué representó para ella y su opinión actual de la política rusa.
El libro ofrece una visión poco frecuente del programa de «ilegales» (como el gobierno los denominó en clave al expulsarlos en 2010), que fue creado por la Unión Soviética pero continuó en la Rusia moderna.
Sus personajes, al igual que Vavilova y Bezrukov, son una pareja que se reúne en la Universidad de Tomsk en Siberia en la década de 1980, son reclutados por el KGB en el programa de alto secreto y pasan años entrenando antes de ser enviados a Canadá y los EE UU.
«Un espía tiene que ser un actor, pero un actor que no necesita un público o un escenario, y no requiere la aprobación de los demás», señaló Elena Vavilova, para el portal informativo mientras bebe un capuchino en un café de Moscú.
La capacitación de sus personajes, y que muy probablemente lo haya sido en la vida real, incluye largas horas de lecciones de idiomas para imitar acentos nativos; evadir vigilancia, codificación y otras actividades de espionaje; y un período de vivir en una casa de campo en las afueras de Moscú se preparó para imitar un hogar en los Estados Unidos, para ayudar a los jóvenes siberianos que nunca antes habían viajado a aprender sobre la vida occidental.
En la vida real, Bezrukov y Vavilova se casaron en la Unión Soviética antes de partir, pero se fueron a EEUU por separado a fines de la década de 1980, organizaron una reunión en Canadá, comenzaron a «salir» y luego se casaron por segunda vez, esta vez usando sus nuevas identidades canadienses.
Nunca hablaban ruso juntos. Vavilova habla un inglés perfecto, aunque con un notable acento eslavo. Durante su vida en EEUU, afirmó ser de origen francés canadiense para explicar el acento.
Los espías deben ser alguien de aspecto promedio, aseguró, que no llamen la atención y no requieran aprobación externa. Durante los últimos años antes de los arrestos, cuando la pareja vivía en Boston, Vavilova trabajó como agente inmobiliario, mientras enviaba mensajes codificados regulares a sus superiores en Moscú.
Gran parte del libro está dedicado a cómo la pareja manejó la vida con sus dos hijos. Los hijos de Vavilova y Bezrukov, Alex y Tim, tenían 16 y 20 años respectivamente cuando el FBI hizo sus arrestos en 2010, y ambos creían que sus padres eran canadienses comunes.
Y aunque sí era una espía encubierta, esa vida estaba alejada del glamour, operaciones riesgosas y asesinatos a sangre fría como se apreció en la serie «The Americans», en realidad poco de la historia de televisión se parecía mucho a lo que ella vivió.
«Después de ver ‘The Americans’, pensé: ‘Bueno, ese no es el trabajo real y no es así'». Aseguró que el programa captó bien los flashbacks y los dilemas psicológicos que enfrentan los ilegales, dice, pero el sexo y el asesinato mostrados no fueron parte de su trabajo. Vavilova y Bezrukov no usaron violencia ni disfraces. El objetivo era crear un personaje totalmente creíble que viviría una vida principalmente «normal».