Malikian, que llega hoy y mañana a Valladolid con ‘Pagagnini’, afirma que música y risa son «lenguaje universal»

El violinista Ara Malikian, que junto a Eduardo Ortega, Gartxot Ortiz y Fernando Clemente acercará hoy y mañana al teatro Zorrilla de Valladolid el espectáculo ‘Pagagnini’, aseguró que tanto la música como la risa y el sentido del humor son un lenguaje «universal».

Malikian, nacido en Líbano en el seno de una familia armenia, produce junto a Yllana este montaje, que desde el año 2007 ha acercado en 700 funciones el mundo de la música clásica y del humor a miles de espectadores en España así como en otros puntos del globo como China, Estados Unidos o Europa.

El éxito de ‘Pagagnini’, con el que volverán a viajar a Francia, Italia, Holanda, Estados Unidos o México, radica precisamente en la universalidad tanto de la música como del humor, protagonistas de una propuesta en la que, con la colaboración de Yllana, buscan la cara más divertida de un mundo, el de la música clásica, del que caricaturan a sus personajes.

‘Pagagnini’ repasa algunos momentos más relevantes de la música clásica fusionados con otros estilos musicales y lo que empezó como un «experimento», señaló Malikian en declaraciones a Europa Press, se mantiene aún como una fórmula de «éxito» consistente en demostrar que la música clásica, la suya, a la que los cuatro intérpretes dedican su vida, puede ser tocada «con otra actitud» alejada de las personalidades «estiradas y solemnes» habituales en las orquestas.

«Nos reímos con la música y no de la música», reconoció Malikian antes de matizar que no insultan ni critican ya que sus bromas, estudiadas por Yllana desde el punto de vista gestual, son «inocentes».

A su juicio, las «reglas» del mundo de la música clásica deberían de adaptarse a la actualidad. «Hay que aceptar que vivimos en el mundo en el que vivimos y respetar que hace 150 años se hacían las cosas de una manera aunque la realidad es que el público general no acude a conciertos de música clásica».

El miedo, incluso al ridículo, es el que impide, según este intérprete, que el público joven se acerque al mundo de la clásica por lo que su papel, señaló, se centra en convencerles precisamente de lo contrario: «no hay que estudiarla, hay que escucharla y dejarse llevar».

Por ello, este violinista intenta mantener «los pies en el suelo» e intercambiar energía con el público durante sus actuaciones, en las que le gusta ver a personas de todas las edades que, como él, apuestan por «deshacerse» de las «barreras» existentes entre artista y público.

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