"Yo soy agradecido a Dios. De no haber sido por el dedo de Dios, no sería normal que un pobre de Caetés, que huyó del hambre, se convirtiera en presidente. El que no cree en Dios debe creer", dijo
Luiz Inácio Lula da Silva dio anoche su último discurso como presidente de Brasil durante su visita oficial a Pernambuco y, entre lágrimas, dijo que es un «agradecido a Dios» y volvió a pedir apoyo para Dilma Roussef, quien asumirá el mando este sábado 1 de enero.
Caetés fue la ciudad de Pernambuco que vio nacer a Lula da Silva hace 65 años y que lo verá por última vez como presidente de Brasil, porque anoche culminó su última visita oficial en esa ciudad, donde dio un discurso y quebró en lágrimas tres veces.
«Yo soy agradecido a Dios. De no haber sido por el dedo de Dios, no sería normal que un pobre de Caetés, que huyó del hambre, se convirtiera en presidente. El que no cree en Dios debe creer», dijo sobre su victoria electoral de 2002.
El acto fue en la parte antigua de la ciudad. En su discurso, recordó toda su vida, desde pobre hasta Presidente de la Nación y dijo que en las elecciones de 1989, 1994 y 1998 perdió porque «una parte del pueblo pobre» no le tenía confianza.
«Me acuerdo en 1989, en Casa Amarela (un barrio pobre de Recife), salió una señora de una casita vieja y me dijo: ‘Yo no votaré por tí porque me quitarás todo lo que tengo’ (…) Volví a casa y le dije a Marisa (su esposa) que me sentía asustado, porque la gente a la que yo quería ayudar me tenía miedo. Y Marisa me dijo: ‘Vuelve a intentar, porque algún día resultará’. Y resultó en 2002».
Luego, el mandatario también aprovechó el discurso para pedir apoyo a Dilma Rousseff, quien lo reemplazará en el gobierno a partir del sábado próximo. «Ella hará mucho más. Yo salgo de la Presidencia, pero no se crean que Ustedes se librarán de mí, porque yo estaré en las calles de este país para ayudar a resolver los problemas de Brasil», expresó.