Estados Unidos y Venezuela han abierto un nueva crisis en sus tensas relaciones con la decisión de Washington de revocar el visado del embajador venezolano en EEUU, Bernardo Álvarez, en respuesta al rechazo de Caracas a que Larry Palmer se ponga al frente de la legación estadounidense en este país.
Tras semanas de cruces de declaraciones por parte de ambos Gobiernos, con notas diplomáticas de protesta incluidas, y menos de 24 horas después de que el presidente venezolano, Hugo Chávez, desafiara a su enemigo político, Washington y Caracas se han quedado hoy sin embajadores en Venezuela y Estados Unidos, respectivamente.
La decisión de la revocación del visado de Álvarez fue anunciada el miércoles inicialmente por el vicecanciller venezolano Temir Porras en la red social Twitter, y fue confirmada posteriormente por el Departamento de Estado.
«Si el gobierno (estadounidense) va a expulsar a nuestro embajador allá, ¡que lo hagan!. Que si van a cortar relaciones diplomáticas ¡que lo hagan!», dijo
Chávez el martes en un acto ante militares al reiterar su rechazo a la posibilidad de que Palmer viaje a Caracas.
«La culpa no es mía, es de ellos, que nombran a un embajador y lo primero que hace es despotricar del país al que va de embajador. Eso viola las leyes internacionales más elementales. Él mismo se inhabilitó», manifestó el gobernante venezolano.
Chávez retiró la aceptación de Larry Palmer como embajador de Estados Unidos en Caracas en agosto por unas declaraciones «inaceptables» sobre Venezuela del diplomático.
Palmer dijo, al responder un cuestionario del Congreso de EEUU, que la moral de los militares venezolanos era baja y que era necesario investigar la presunta presencia de las guerrillas colombianas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en este país.
«Le hemos negado el beneplácito a ese aspirante a embajador y ahora nos amenazan con represalias, que hagan lo que quieran», afirmó el martes
Chávez.
A pesar de que inicialmente un portavoz del Departamento de Estado aseguró a la prensa que para EEUU era «interés nacional» tener a un embajador en Caracas para mantener comunicaciones «al más alto nivel» precisamente en momentos como los actuales, en la noche del miércoles el Gobierno estadounidense confirmó su decisión.
«Sí, habíamos dicho que habría consecuencias y hemos tomado una medida apropiada, proporcional y recíproca», dijo a Efe un portavoz del Departamento de Estado, que pidió el anonimato por la sensibilidad del asunto. De esta forma se reedita la crisis que ya se vivió en septiembre de 2008, cuando Chávez expulsó de Venezuela al embajador Patrick Duddy, en solidaridad con una decisión similar de su colega de Bolivia, Evo Morales, lo que fue respondido por la Casa Blanca con la salida del embajador Álvarez.
Caracas y Washington restablecieron los lazos en junio de 2009, con el regreso de cada embajador. Entonces, Duddy expresó el deseo de que Washington y Caracas pudieran «superar las crisis políticas ocasionales» y que, con los mejores esfuerzos, lograran «construir un futuro mejor».
Los incidentes diplomáticos bilaterales tienen sin embargo muchos más episodios. En abril de 2006, el entonces embajador estadounidense, William Brownfield, fue recibido a tomatazos por grupos oficialistas cuando visitaba una barriada de Caracas, lo que derivó en un duro intercambio verbal a nivel diplomático que incluyó una amenaza de Chávez de expulsar al diplomático estadounidense.
Ese mismo año, en medio de un supuesta trama de espionaje, Caracas expulsó al agregado naval estadounidense, John Correa, y Washington respondió con la expulsión de Jenny Figueredo, jefa de gabinete en la Embajada venezolana en Washington.
En julio de 2005 Caracas, se suspendió el acuerdo de colaboración existente entre ambos países y denunció que agentes del Departamento Antidroga de Estados Unidos (DEA) se camuflaban bajo esas siglas para espiar y desestabilizar al gobierno venezolano.
Chávez ha dicho que la crisis que caracteriza las relaciones con Washington desde que llegó al poder, en 1999, no se debe a discrepancias de orden ideológico o político, sino al supuesto interés de Estados Unidos de tener acceso directo a las inmensas reservas de petróleo y gas de Venezuela.