Ayer comenzó en Buenos Aires un juicio contra los ex gobernantes de facto Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone, a quienes se les acusa de haber participado en el robo de bebés
«Yo pasé 32 años y medio viviendo una mentira». Son las palabras de Francisco Madariaga, también llamado el «nieto 101». Es la forma de identificarlo como uno de decenas de niños hijos de desaparecidos durante el último gobierno militar en Argentina, entre 1976 y 1983.Pero para Madariaga ahora se viven tiempos de reivindicación.
Este lunes comenzó en Buenos Aires un juicio contra los ex gobernantes de facto Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone, que incluye a otras seis personas, a quienes se les acusa de haber participado en una campaña sistemática de apropiación de niños de disidentes políticos que murieron (muchas veces de las torturas) en esa época en centros de detención clandestinos.
Más impacto
Videla y Bignone, así como otros miembros del gobierno militar, han enfrentado numerosas causas en los tribunales por delitos de lesa humanidad que les acarrearon años de cárcel. Pero este es probablemente el juicio que más impacto tiene en la sociedad argentina.
«Es que es más indigerible. Se trata de niños y no de militantes políticos que fueron detenidos», explica a BBC Mundo la periodista Marta Vasallo, quien fue detenida en un centro clandestino y luego escribió un libro sobre su experiencia.
«Estos hechos condicionaron a madres y padres, así como a los afectados, de por vida», asevera.»Y es que este es un caso mucho más jodido, estamos hablando de más de 30 chicos que fueron robados», señaló Vasallo a BBC Mundo.
El caso se centra en 34 niños que fueron ubicados, con nueva identidad, en casas de miembros de las fuerzas armadas.
Hasta el momento se sabe de un centenar de personas como Madariaga que recobraron su identidad original, tras años de investigaciones. Pero organizaciones defensoras de derechos humanos, como las Abuelas de Plaza de Mayo, estiman que puede haber hasta 400 casos similares.
Encuentro con la verdad
¿Cómo se da cuenta una persona en Argentina que su familia no es su familia, sino que realmente es hijo de desaparecidos?
«Es difícil de explicar, es algo que se lleva adentro. Yo nunca me resigné a pensar como los apropiadores, a actuar como ellos. Pero también tiene que ver la falta de parecido físico y los maltratos a los que fui sometidos», indicó Madariaga.
Por más de tres décadas vivió bajo el nombre Alejandro Ramiro Gallo, el nombre que le dio su familia adoptiva. Fue criado por su «padre», Víctor Alejandro Gallo, un oficial de Inteligencia del Ejército argentino, y su «madre», Inés Susana Colombo.
«Es verdad cuando dicen que los bebés robados eran un juguete de guerra. Siempre me trató como si fuera el enemigo.
«Cuando tenía como ocho años, el militar este venía de trabajar y me agarraba a golpes de la nada. Y eso se convertía en una reacción en cadena, porque después la mujer de él trataba de defenderme y él la agarraba con ella».
«Ella tenía que poner de escudo al hijo biológico de ellos, quien también salía castigado. Era una locura vivir ahí», recuerda Madariaga.
«Además me llamó la atención que mi registro decía que había nacido en 1977 (un año después del golpe militar) en Campo de Mayo», apuntó.
La adaptaciónHaber nacido en Campo de Mayo no era cualquier cosa. Tras la restitución de la democracia, en 1983, poco a poco se fue conociendo el horror vivido en esta guarnición militar, donde funcionaba un centro de torturas y en cuyo hospital militar se obligaba a las detenidas embarazadas a dar a luz, para luego tomar al bebé.
Madariaga es uno de estos niños. Cuenta la historia que llegó a casa de la mujer que lo criaría «aún con el cordón umbilical».
Su madre biológica era Silvia Mónica Quintela. Su padre Abel Pedro Madariaga. Ambos militantes de la organización de izquierda radical, los Montoneros.
A su madre verdadera nunca la conoció. A su padre, a quien el exilio le salvó la vida, lo vio el año pasado. «Fue el momento más lindo de mi vida».
Acusados
Su familia adoptiva ahora es parte acusada en el juicio, que durará unos ocho meses luego que declaren casi 400 personas.
Una de ellas será el oficial de inteligencia Ramiro Gallo, quien niega haber formado parte del «robo».Su versión es que él trabajaba instruyendo a soldados y su jefe un día lo llamó y le regalo al bebé.
«Mentira. Me regalaron como a un perro», responde Madariaga.
«En lo personal, ninguno quedó bien después de esto, incluyéndome. Tengo cuatro días sin dormir pensando en este juicio», añade.
Cada caso es diferente
Según dijo a BBC Mundo Rosa Roisinbit, miembro de las Abuelas de la Plaza de Mayo y cuyo nieto también es hijo de desaparecidos, «cada caso de reencuentro es diferente. A algunos les lleva más tiempo asumir su verdadera identidad».
Madariaga cortó toda relación con su familia adoptiva. «La mentira no es para siempre», señala.