Dilma ha perdido en Sao Paulo y en lugares estratégicos del país, lastrada por la corrupción y la inoperancia
Un gigante partido en dos. En las elecciones más dramáticas y reñidas de la historia de Brasil, la presidenta Dilma Rousseff logró este 26 de octubre de 2014 un ajustado triunfo con el 51,64% de los votos, frente al 48,36% del senador socialdemócrata Aécio Neves.
Así, obtuvo un nuevo mandato que garantiza que el Partido de los Trabajadores (PT) se quede 16 años en el poder.
Como ya las encuestas habían pronosticado un apretadísimo desenlace, el Tribunal Superior Electoral esperó hasta que la ventaja ya era irreversible.
El anuncio relámpago descomprimió la tensión que había crecido ante un escenario de empate técnico; de inmediato, los petistas salieron a las calles a festejar con banderas rojas del partido.
«¡Somos tetracampeones!», exclamaba con júbilo un grupo de jóvenes en Río de Janeiro.
En su búnker en Brasilia, Dilma se mostró atenta a la responsabilidad que le impone su estrecho margen de victoria. Acompañada por su padrino político, el ex presidente Lula da Silva, llamó a la unidad y la reconciliación después de la campaña más agresiva desde el regreso de la democracia, en 1985.
«Mis primeras palabras son un llamado a la paz y a la unión. En las democracias, unión no significa necesariamente unidad de ideas.
Presupone, en primer lugar, apertura y disposición al diálogo. Esta presidenta está dispuesta al diálogo y ése es mi primer compromiso para el segundo mandato: diálogo.
Algunas veces en la historia los resultados apretados produjeron cambios mayores y más rápidos que las victorias amplias».
Dilma varias veces en su discurso fue interrumpida por militantes petistas a los gritos de «¡corazón valiente!», como la había apodado uno de los jingles oficialistas.
En ningún momento la presidenta mencionó a Aécio, que poco antes había reconocido su derrota desde Belo Horizonte y había señalado que ya había llamado a su adversaria para felicitarla.
Rousseff indicó que pretende ser una presidenta «mucho mejor de lo que fui hasta ahora»; agradeció el respaldo de Lula, a quien definió como «el militante número uno de las causas del pueblo y de Brasil»; afirmó que dará impulso a la economía; anunció que pro-moverá un plebiscito para una reforma política, y prometió un combate más duro contra la corrupción.
«No creo, sinceramente, desde el fondo de mi corazón, que estas elecciones hayan dividido al país».
«Entre las reformas, la primera y más importante es la reforma política. Quiero discutir este tema profundamente con el Congreso y la población», dijo, para luego referirse a las acusaciones de corrupción que han salpicado su administración, sobre todo ante las revelaciones de que existió una red de cobro de sobornos dentro de la estatal Petrobras.
«Tendré un compromiso más riguroso con el combate a la corrupción, proponiendo cambios en la legislación para acabar con la impunidad».
En materia económica, Dilma adelantó que promoverá con urgencia «acciones localizadas» para retomar el crecimiento, reducir la inflación y aumentar la responsabilidad fiscal.
«Vamos a dar más recursos a la actividad económica en todos los sectores, en especial al sector industrial; quiero la participación de todos los sectores productivos y financieros en esta tarea que es responsabilidad de cada uno de nosotros», resaltó en un intento de atender las mayores críticas a su gobierno, durante el cual la economía dejó de crecer al ritmo que venía durante los años de Lula, hoy está en recesión técnica, y con una expectativa de expansión para 2014 de apenas 0,3%, mientras la inflación supera ya el 6,5%.
Entre aplausos, vivas y abrazos a su equipo, Dilma consideró que estos comicios la dejan mucho más fuerte, serena y madura, a la vez que destacó que jamás huirá de la lucha.
Poco antes, desde el cuartel del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) en Belo Horizonte, Aécio Neves, rodeado de militantes con caras largas, agradeció a los más de 50 millones de brasileños que votaron por él y que indicaron un «camino de cambio».
«Felicité recién a la presidenta reelecta y le deseé éxito en la conducción de su próximo gobierno. Resalté que considero que la mayor de las prioridades debe ser unir a Brasil en torno de un proyecto honrado y que dignifique a todos los brasileños», señaló el apesadumbrado candidato opositor, que había sorprendido al país en la primera vuelta al pasar al ballottage con Dilma después de la sensación que generó en la campaña la irrupción de la ecologista Marina Silva, al frente de la candidatura del Partido Socialista Brasileño (PSB) tras la muerte de Eduardo Campos.
Al igual que cuando se despidió de los electores en el último debate televisivo con Dilma, el viernes pasado, Aécio volvió a citar una frase de San Pablo: «Luché un combate noble, cumplí con mi misión y mantuve la fe».
Pese al ambiente de tensión y suspenso hasta el final que se había generado con los sondeos de opinión que marcaban un empate técnico entre los aspirantes en las últimas semanas, ayer no hubo que lamentar choques violentos entre los militantes del PT y del PSDB.
El presidente del Tribunal Superior Electoral, José Antonio Dias Toffoli, calificó estas elecciones como «las más tranquilas de los últimos tiempos» e informó que los inconvenientes que hubo fueron por problemas técnicos en las urnas electrónicas y por electores que no respetaron el secreto de sufragio al momento de emitir su voto.
Los presidentes de la región más cercanos al PT, como los de Venezuela, Ecuador y la Argentina, celebraron el triunfo de Dilma y le enviaron sus felicitaciones.
Los analistas consideraban que un triunfo de Aécio, el candidato preferido por los mercados, hubiera tenido enormes implicancias en el tablero regional latinoamericano.