En los últimos meses se ha vuelto habitual ver la imagen del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dándose la mano con Raúl Castro, su homólogo de Cuba.
Pero hace pocos años cualquier gesto de cercanía con un líder cubano era visto como anatema en Estados Unidos. Y ni hablar de un beso en la mejilla.
Y eso es lo que le pasó a la abogada cubano-estadounidense de Miami, Magda Montiel Davis.
Este viernes 24 de abril de 2015 se cumplían 21 años del beso que le cambió la vida a Davis.
Recibió amenazas de muerte y de bomba, en su casa y en su oficina.
Todo el personal que trabajaba en su firma renunció en señal de protesta, entre ellas su mejor amiga.
Se organizaron marchas contra ella y durante mucho tiempo necesitó protección de la policía.
«Un gran maestro»
Ocurrió en 1994 en La Habana, donde Davis se encontraba invitada a una conferencia de tres días que buscaba construir puentes entre los cubanos de la isla y los que se exiliaron tras la Revolución.
En las imágenes que mostraron las televisiones de Miami repetidamente, se ve cómo Castro se aproxima a Davis y agacha su cabeza para besarla sonoramente en la mejilla, ante la mirada de varias personas.
Ambos sostienen una conversación mientras se sujetan firmemente las manos.
«Le expresé mis sentimientos y le agradecí por lo que él había hecho por mi gente y además le dije que había sido un gran maestro para mi», le dijo Davis al periodista de la BBC Sam Farzaneh.
Antes, durante una sesión de preguntas y respuestas, Davis había planteado a las autoridades cubanas presentes qué respuesta debía darles a los miembros de «la derecha cubana» cuando, en sus críticas al gobierno cubano, se refirieran a los fusilamientos llevados a cabo en los primeros meses de la Revolución.
Ningún cargo del gobierno supo responderle. «Toda la sala se quedó en silencio». Cuando Fidel Castro se aproximó a ella, le dijo: «Magda, escuché lo que dijiste esa mañana. Deberían habértelo explicado».
Caricaturas sexuales
Las consecuencias de su conversación con Castro las comenzó a sentir Davis al día siguiente, un lunes, cuando hacía su maleta para volver a EE.UU. y llamó a casa.
Su hija de 13 años le advirtió de lo que pasaba.
«Mamá saliste en la tele besando a Fidel y la gente no para de llamar a casa diciendo que quieren matarte».Una multitud airada le esperaba en el Aeropuerto Internacional de Miami. Tuvo que salir en secreto, escoltada.
Su marido, un reputado abogado de inmigración, Ira Kurzban, dice que se tuvieron que mudar y cambiar el color de su automóvil.
«Esas imágenes fueron mostradas una y otra vez en Miami durante horas en un comienzo, luego durante días, y al final semanas y meses», dice Kurzban, quien era bastante conocido en Miami por su defensa en los años 80′ de la comunidad inmigrante haitiana.
En el correo recibieron cartas con amenazas y dibujos con caricaturas sexuales de Castro y ella.
«La mayoría me las mandaban a mí, pero otras veces esas imágenes sexuales se las mandaban a mi marido».
Más visitas a Cuba
A pesar del rechazo y el miedo a sufrir represalias, la pareja se negó a marcharse de Miami.»Aprendes a lidiar con ello», dice Kurzban. «Tomamos la decisión de no irnos y de no dejar nuestros trabajos».
Además, Davis siguió visitando Cuba a través de los años y en varias ocasiones se entrevistó con Fidel Castro. Además, consideró la posibilidad de escribir un libro sobre el caso.
También se reconcilió con su mejor amiga.
Ahora, son pocos exiliados en Miami los que hacen ruido por ver a los líderes de Estados Unidos y Cuba, Barack Obama y Raúl Castro, estrechar las manos.
A Davis le parece que ha sido una gran decisión la tomada por EE.UU.
«Nunca pensé que llegaría a ver a un presidente de Estados Unidos estrechando la mano de un líder de mi país».
«Sé que algunos están preocupados por que Cuba vaya a tener McDonald’s y demás, pero no me lo creo. Conozco a los cubanos y conozco a mi país, ni su soberanía ni sus principios están a la venta».