Los presidentes de EE.UU., Barack Obama, y de Rusia, Vladimir Putin, se reunieron en el marco de la Asamblea General de la ONU en Nueva York después de sus respectivos discursos en los que expusieron sus diferentes posturas sobre cómo hacer frente a la crisis de Siria.
Con una agenda muy amplia, ambos mandatarios se reunieron durante 90 minutos.
Sin embargo, el tema más espinoso de la reunión bilateral giró en torno a Siria, en particular, sobre el papel del presidente sirio Bashar al Asad para acabar con la guerra civil que ya dura cuatro años.
«Los rusos ven a Al Asad como un baluarte contra los extremistas (del autodenominado Estado Islámico); los estadounidenses ven a Al Asad como un elemento que aviva las llamas de un conflicto sectario»,
dijo un alto funcinonario estadounidense.
Ambos presidentes coincidieron en la necesidad de buscar una «solución política» al conflicto sirio y pidieron a sus ejércitos que inicien conversaciones para evitar conflictos en caso de que lleven a cabo operaciones en Siria.
En declaraciones tras el encuentro, Putin no descartó que Rusia participe de una alianza con Europa y países de la región en acciones contra el autodenominado Estado Islámico (EI), siempre y cuando esta misión tenga un mandato de la ONU, aunque rechazó la idea de enviar tropas rusas a suelo sirio.
En sus respectivos discursos en la apertura de la septuagésima Asamblea General de Naciones Unidas, Obama y Putin dejaron claras las diferencias que tienen en torno al manejo del caso sirio y sobre todo el papel que puede jugar su actual presidente, Bashar el Asad.
Putin advirtió que ha sido un
«enorme error rehusarse a cooperan con el gobierno sirio y sus fuerzas armadas que están valientemente combatiendo el terrorismo».
Obama afirmó que trabajaría con cualquier nación para resolver el conflicto que empezó en 2011, un coletazo de la llamada «primavera árabe».
«Tenemos que reconocer que no puede haber, después de tanto derramamiento de sangre, de tanta matanza, un regreso al status quo anterior a la guerra»,
dijo Obama.
Pero en sus palabras ante la ONU, Obama y Putin, también parecieron indicar que están dispuestos a llegar a un compromiso, algo que les permitiría hacer causa común en contra del autodenominado Estado Islámico.
«Será el inicio de un esfuerzo genuino por ver si hay forma de no chocar en el terreno. Pero también por tratar de encontrar un camino efectivo para conseguir una Siria unida, secular, estable y en paz»,
fue, de hecho, la caracterización que hizo del encuentro el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry.
BBC Mundo les resume sus cuatro divergencias principales sobre el conflicto sirio entre Washington y Moscú.
1. El rol de Bashar al Assad
La primera de esas diferencias tiene que ver con Bashar al Asad, un aliado histórico de Moscú, a quien Rusia ve como parte de la solución y EE.UU. como parte del problema.
Washington está convencido de que el autoritarismo del presidente sirio es una de las principales fuentes de inestabilidad en el país, pues les proporciona terreno fértil a los fundamentalistas islámicos.
Y, por ello, Obama -quien ha acusado a Al Asad de torturar y asesinar a su propia gente- seguramente le insistirá a Putin que una solución a largo plazo pasa por la salida de su aliado.
El mandatario ruso, sin embargo, siempre ha defendido la legitimidad del gobierno de Damasco, al que acostumbra presentar como baluarte de una institucionalidad que debe ser protegida para evitar un vacío que pueda ser llenado por los islamistas radicales.
Por ello muy probablemente le insistirá a Obama que cualquier discusión sobre una transición política en Siria debe esperar a la derrota definitiva del Estado Islámico.
Aunque todo indica que en la actualidad la posibilidad de un período de transición con Al Asad en el poder bien podría ser considerada por ambos mandatarios.
2. A quién apoyar militarmente
La diferencia de posiciones sobre Al Asad ha llevado a la Rusia de Putin a apoyar directamente a las fuerzas gubernamentales.
Mientras, además de participar en bombardeos contra EI, Washington se ha dedicado a apoyar a los opositores más moderados del gobierno de Damasco.
Una estrategia que, sin embargo, fue criticada e incluso ridiculizada por el mandatario ruso en vísperas de su encuentro con Obama.
«El objetivo inicial (de EE.UU.) era entrenar entre 5.000 y 6.000, luego 12.000, pero al final sólo se entrenaron 60 y sólo cuatro o cinco están realmente peleando»,
dijo el mandatario ruso en una entrevista con la televisora estadounidense CBS.
«El resto simplemente desertó con sus armas estadounidenses para donde el Estado Islámico»,
agregó, según fragmentos de la entrevista que fueron hechos públicos por el Kremlin.
Y Putin también dijo que «apoyar militarmente organizaciones ilegítimas contraviene los principios del derecho internacional y la Carta de Naciones Unidas», por lo que su gobierno solamente apoya «entidades gubernamentales legales».
La Casa Blanca, sin embargo, cree que el apoyo ruso al ejército sirio hará que Al Asad se sienta menos presionado para negociar, lo que podría terminar prolongando el conflicto más de lo necesario.
Y tampoco ha dejado de notar que la «entidades gubernamentales legales» apoyadas por Moscú no solo combaten al Estado Islámico, sino también a los rebeldes moderados apadrinados por Washington.
3. Diferentes aliados regionales
Por lo demás, no es únicamente dentro de Siria donde Estados Unidos y Rusia han elegido diferentes aliados.
En su campaña de bombardeos contra Estado Islámico, EE.UU. ha contado desde el inicio con el apoyo de Arabia Saudita, que comparte con la Casa Blanca el objetivo de derrocar a Bashar al Asad.
Rusia, por su parte, sorprendió a todos el domingo al anunciar un acuerdo para compartir inteligencia sobre EI con Irak e Irán, un aliado del gobierno de Damasco.
Y dada la rivalidad regional entre iraníes y sauditas, muchos consideran que más que allanar el camino hacia una mayor coordinación, esto se traducirá en la existencia de dos coaliciones rivales.
Este problema se ve además exacerbado por la decisión rusa de incluir en el acuerdo a las fuerzas de seguridad sirias.
Y el mismo también obligará a Washington a preguntarse por su relación -y la de Moscú- con Irak, otro aliado clave en la lucha contra Estado Islámico.
4. Protagonismo incómodo vs. protagonismo buscado
La mayor diferencia entre Putin y Obama con respecto a Siria, sin embargo, probablemente tiene que ver con la forma en que confrontan su protagonismo en el conflicto.
Estados Unidos parece haberse visto arrastrado al mismo un poco contra su voluntad. Y Obama sabe que un mayor involucramiento en la guerra en Siria puede terminar debilitándolo internamente.
Putin, por el contrario, no tiene ese problema: antes bien, la situación fortalece su imagen de líder capaz de devolver a Rusia el protagonismo internacional perdido luego de la caída de la Unión Soviética.
Y ese protagonismo puede además darle réditos más allá del plano local, permitiéndole no sólo conservar parte de su influencia en Medio Oriente, sin ayudándole también a reparar una imagen dañada por la intervención rusa en Ucrania y la anexión de Crimea.
Efectivamente, Estados Unidos puede utilizar un aliado efectivo en la lucha contra el Estado Islámico. Y Putin lo sabe.
Y también sabe que la Unión Europea también está urgida de una solución capaz de detener el influjo de refugiados que llegan desde Siria.
«Muy probablemente Putin va a tratar de utilizar la situación para reducir las sanciones contra Rusia luego de lo de Crimea y hacer que Occidente lo acepte de regreso en el club de líderes mundiales»,
le dijo a BBC Mundo Mijaíl Izmailov, de BBC Rusia.
No será fácil. Pero es un claro ejemplo de por qué, en lo que respecta a Siria, Vladimir Putin tiene muchas más cosas que ganar, y menos que perder, que Barack Obama.