Se llama Marcela Tedeschi Araújo Temer, es 43 años más joven que su marido, el vicepresidente Michel Temer, y puede convertirse en la primera dama de Brasil de prosperar el impeachment contra Dilma Rousseff en el Senado.
Y mientras tanto, y a raíz del artículo que acaba de salir en la revista brasileña Veja, con el título ‘Bella, recatada y del hogar’, las feministas está que se la comen.
Se la describe a la joven de 32 años, y sin tapujos, como una bonita y púdica ama de casa, lo que ha sido respondido por millones de brasileñas en Facebook, donde han cambiado sus retratos en Facebook por fotos que las muestran haciendo gestos obscenos o en funciones consideradas menos femeninas, como usando un taladro.
#BelaRecatadaEdoLar Rebordosa ? pic.twitter.com/cO96kspOAN
— Márcia Figueiredo (@marciaafig) 20 de abril de 2016
El hashtag #BelaRecatadaEdoLar fue trending topic en las redes brasileñas y, de pronto, Marcela pasó de ser una mujer prácticamente desconocida a ser el punto de referencia de fuertes debates.
«Marcela Temer sería, según un modelo antiguo, la mujer ideal, la primera dama ideal. Ella aparece para valorizar como una prótesis estética la imagen desteñida del vicepresidente Temer»,
analizó la filósofa Márcia Tiburi en entrevista al portal Jornalistas Livres, para quien la discusión dejó a Marcela como una mujer «sin expresión y sin gracia».
Toma machismo!!! #belarecatadaedolar pic.twitter.com/35WTI0f8PA
— Acácia de Oliveira (@CachosdeAcacia) 20 de abril de 2016
Se sabe muy poco de Marcela Temer, más allá de un par de perfiles en internet, fotos de las dos investiduras de Rousseff y su marido, en las que se destacó como la más bonita entre las autoridades de la ceremonia, y un poco de lo que ella comparte en sus redes sociales, en las que aparece cuidando a su hijo pequeño o ejercitándose en caminatas con su madre, su hermana y su cuñado.
Son muy pocas las fotos en las que parece al lado de su marido, un abogado con tres décadas de carrera política y de poca expresión en las urnas.
Marcela, 43 años menor que el actual vicepresidente Temer, lo conoció durante una convención del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) en Paulinia, su ciudad natal, cerca del puerto de Santos, en San Pablo, en la que acompañaba a un tío y a su madre. Ella tenía 19 años y una corta carrera de modelo en la que los puntos altos fueron el segundo lugar del Miss Paulinia y el mismo vicecampeonato como Miss Campinas y luego Miss San Pablo.
Su primer encuentro con Temer, que fue su primer novio, terminó con un beso y un pedido de matrimonio, realizado menos de un año después, en una ceremonia civil para apenas 12 invitados. «Era un asunto particular», declaró Temer cuando se descubrió su casamiento secreto, resultado de lo que él describió como «una fuerte atracción», en entrevista a la revista Istoé.
Marcela terminó la carrera de Derecho, pero no ejerce la profesión porque optó por cuidar a su hijo, Michelzinho, de siete años, el quinto de Temer, que tiene otros de dos casamientos anteriores, dos de ellos mayores que ella. No usa joyas ni perfumes, evita marcas y estilistas.
Pese a la polémica que la coloca en la acera opuesta de las feministas, Marcela declaró en varias ocasiones su admiración por Rousseff, a quien elogió como una mujer «bonita e inteligente».
«Las mujeres pueden mostrar que ellas actúan muy bien como amas de casa, madres, médicas, abogadas y presidentes»,
dijo durante la campaña electoral de la mandataria, a quien definió como «un ejemplo para el mundo».
A pesar de poder vivir en el Palacio Jaburu, que le corresponde al vicepresidente en Brasilia, Marcela ha preferido quedarse en su casa de San Pablo, donde Temer pasa los fines de semana con ella. La repercusión de las fotos en la primera investidura de su marido, cuando causó furor en las redes con una trenza que exponía un tatuaje en la nuca con el nombre de Temer, y del reciente artículo de Veja, la han hecho aún más reservada.