La fotografía tomada por Alan Díaz en el verano del año 2000, -y por la que logró el premio Pulitzer-, permanece en la retina de todos. En ella aparecía Elián González, el famoso niño balsero, con la mirada aterrada en brazos de su abuelo, mientras les apuntaba con su arma un agente del Servicio de Inmigración estadounidense que había irrumpido en su casa de Miami.
El pequeño se había aferrado un 22 de noviembre de 1999 a un neumático en alta mar, tras zozobrar en el Atlántico el destartalado bote de aluminio al que se había subido con su infortunada madre, Elizabeth Brotons, y a otros 11 cubanos tratando de alcanzar las costas de EEUU.
Convertido en el símbolo del drama de la inmigración cubana, y tras protagonizar un tira y afloja entre la dictadura cubana y el Gobierno de Bill Cinton, el pequeño le fue devuelto a su padre en Cuba, Juan Miguel González Quintana, donde se ha convertido durante estos años en un furibundo soldado castrista que, por contraste, compara ahora al personaje de Superman con Fidel Castro.
Así lo ha puesto de relieve durante las últimas horas en La Habana, donde reposan las cenizas del dictador y muchos le lloran:
«Superman es un héroe ficticio, pero nosotros los cubanos tenemos el orgullo de tener un héroe real como lo es Fidel, ese héroe incluso tiene poderes mayores que los de Superman, porque puede conmover a millones, tiene el poder de ser invencible y de ser inmortal, porque mientras Superman muere en una película, Fidel sigue vivo en el corazón de los cubanos».