Pedro Sánchez ha puesto la carta de Venezuela sobre la mesa en la sesión de investidura. El líder del PSOE aprovechó su discurso en el Congreso de los Diputados para afirmar que «España debe seguir siendo un actor relevante en el fortalecimiento de las instituciones democráticas en Latinoamérica». Una meta en la que tendrá grandes retos, como son las dictaduras que someten a los ciudadanos de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Sin embargo, Sánchez sólo hizo una rápida mención al caso venezolano, dejando en un segundo plano lo que ocurre en la ‘Isla Bonita’ y en la tierra de Daniel Ortega.
El líder socialista centró su discurso en «un pais hermano que logícamente es objeto de controversia también en la política doméstica«. En concreto, afirmó que «en relación con Venezuela, es preciso mantener nuestro compromiso con el Grupo Internacional de Contacto para, a partir de una salida pacífica de la crisis negociada entre los venezolanos, lograr la celebración de unas elecciones con las debidas garantías y la supervición de la comunidad internacional». En este sentido, Sánchez sigue apostando por un modelo marcado por el diálogo como el que defendió José Luis Rodríguez Zapatero durante tantos años y que sólo sirvió para dotar de oxígeno al régimen chavista en los momentos de mayor debilidad.
El presidente del PSOE ha entrado en el juego del chavismo. No sólo por apostar por los diálogos estériles, sino también por defender la celebración de unas elecciones sin hacer mención a la salida de Nicolás Maduro del poder como condición para realizar las votaciones, por lo que atenta contra el plan de Juan Guaidó: Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.
«Del mismo modo es imprescindible nuestro compromiso para superar la crisis humanitaria y proteger a la comunidad española en ese país, cuyo sufrimiento logícamente sentimos como propio», ha sentenciado el líder socialista.