Estados Unidos quiere seguir ampliando su territorio. Donald Trump quería aprovechar un viaje oficial a Dinamarca el mes próximo para comprar Groenlandia, la mayor isla del planeta. Así lo han revelado a la prensa norteamericana varios empleados de la Casa Blanca, que con esta filtración seguramente han querido evitarle al presidente el bochorno de pedir un precio y recibir una negativa. De hecho, ya se negó de forma preventiva el gobierno autónomo de Groenlandia, que en un comunicado dijo que la isla y sus habitantes no están en venta. La Casa Blanca no quiso hablar públicamente de ese intento de adquisición.
Algo debió alarmar a los colaboradores del presidente en los preparativos del viaje oficial a Dinamarca en septiembre para que varias cabeceras norteamericanas, entre ellas el «New York Times», el «Washington Post» y el «Wall Street Journal», publicaran informaciones sobre la obsesión de Trump con comprar Groenlandia, citando todos fuentes anónimas de dentro del gobierno. Estas decían que el presidente norteamericano había comenzado a expresar esos planes hace un año, dando como razón principal la gran riqueza natural de la isla.
Groenlandia está cubierta en un 80% de hielo, y es muy rica en materiales como plomo, hierro, zinc y oro. Se encuentra a 1.200 kilómetros al sur del Círculo Polar Ártico y en ella viven 60.000 personas. Forma parte, junto con las islas Feroe, de la corona danesa, y goza de un alto grado de autonomía política, a pesar de lo cual tiene una larga tradición de activismo a favor de la independencia respecto a Dinamarca.
En su viaje, Trump tiene previsto reunirse con la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, con la reina Margarita y con los gobernantes autonómicos de Groenlandia y las Feroe. Tras la publicación de la idea de Trump, el gobernador de Groenlandia, Kim Kielsen, emitió un comunicado en el que advirtió de que la respuesta a la oferta es, de entrada, negativa. «Groenlandia no está en venta, pero está abierta a acuerdos comerciales y a la cooperación con otros países, incluido EE.UU», dijo Kielsen. Los políticos locales popularizaron ayer en redes sociales el lema «Groenlandia no se vende».
Lo cierto es que EE.UU. tiene una base aérea en Groenlandia, construida en 1943, tres años después de la ocupación nazi de Dinamarca. El gobierno legítimo del país, encarcelado o en el exilio, pidió entonces ayuda a Washington, que aceptó firmar un pacto de defensa mutua frente a Alemania. El acuerdo incluye el derecho a tener bases militares en Groenlandia sine die. Años después, durante la Guerra Fría, el Pentágono desarrolló un sofisticado plan para colocar misiles nucleares en túneles cavados bajo la capa de hielo de la isla, algo de lo que no informó a Copenhague en su día. El proyecto, cuyo nombre en clave era «Gusano de Hielo» se abandonó en 1966 por las dificultes técnicas que planteaba la congelación.
La Casa Blanca tiene una larga tradición de compra de territorios, que por lo general han resultado ser negocios redondos. En 1803 EE.UU. le compró a Francia la Luisiana, que hoy representa un 25% de su terreno continental, por 15 millones de dólares de la época. Seis décadas después, le adquirió a Rusia la península de Alaska, por la que pagó la ganga de 7,2 millones de entonces. En 1898 obligó al Reino de España a venderle las Filipinas por 20 millones, aunque las islas obtuvieron su independencia en 1946. La compra más reciente es de 1917, cuando el gobierno norteamericano le compró a Dinamarca las Islas Vírgenes por 25 millones.
El gobierno danés guardó silencio y evitó provocar el enfado de Trump antes de la visita oficial de dentro de unas semanas. Sí que se han mostrado escandalizados varios miembros de la oposición, sobre todo del nacional populista Partido Popular. El diputado Soren Espersen dijo ayer a la emisora nacional DR que «la idea de venderle a EE.UU. 60.000 ciudadanos daneses es completamente ridícula». La primera ministra Frederiksen tiene intención de visitar Groenlandia este mismo fin de semana, según los medios locales.
Los libros de Historia, sin embargo, reflejan que la idea de Trump no es tan descabellada, ya que de hecho EE.UU. ha intentado adquirir Groenlandia en el pasado. Trató de hacerlo el gobierno de Andrew Johnson en 1867, sin éxito. En la Casa Blanca no se abandonó la idea hasta 1946, año en que Harry Truman le puso precio a la isla: 100 millones de dólares de entonces. Dinamarca, como ha hecho ahora, se negó.