Alegan que 'follar' con los polis les ha causado un intenso trauma emocional por lo que han decidido tomar acciones legales.
Lo que resulda indudable es que los tipos son unos ligones de tomo y lomo.
Y algún encanto deben tener, porque no fallaban una. Se colaban en el grupo disfrazados de ‘progres’, se camelaban a las tías, se las llevaban a la cama, se hartaban de follar y en medio d elas sesiones de sexo, les sacaban información.
Como subraya la prensa británica -la tipo sábana y la de formato tabloide- es una historia de película, mitad thriller mitad porno, hecha realidad.
Ocho mujeres han denunciado a varios policías con los que tuvieron relaciones amorosas.
Lo tremendo es que durante más de nueve años los polis se las estuvieron ‘tirando, y las estuvieron engañando respecto a su identidad.
Las víctimas alegan haber sufrido un intenso trauma emocional por lo que han decidido tomar acciones legales.
Los agentes -el más importante de los cuales cuenta con todo detalle en el Daily Mail su peripecia como policía encubierto- se habían infiltrado en su grupo de protesta ecologista para obtener información sobre sus campañas… pero también se metieron en sus camas, según publica ‘The Guardian’.
Las mujeres dicen haber sido engañadas por los policías encubiertos «de manera deliberada y consciente», lo que contradice a la versión de los responsables policiales que afirman que sus agentes secretos no están autorizados «bajo ninguna circunstancia» a dormir con las personas a las están espiando.
«Es muy poco profesional» e «inaceptable» que los agentes encubiertos tengan relaciones sexuales con personas que a las que investigan, añaden.
En los documentos legales enviados por las amantes traicionadas a los jefes policiales, las mujeres explican su decepción y afirman que las relaciones con los cinco espías se entendieron desde 1987 a 2010.
Además, es la primera vez que dos de ellos son acusados de ser espías.
Kennedy, el escalador ‘despeñado’
Otro ya había sido puesto contra las cuerdas. Se trata de Mark Kennedy, quien se hacía llamar Mark Stone y que se había infiltrado en el movimiento ecologista hacía siete años.
Las denunciantes afirman que mantuvo relaciones con tres de ellas. Él ha admitido haber tenido dos amantes.
El infiltrado se definía como un escalador profesional y decía que se ganaba la vida con empleos puntuales en el extranjero.
Una historia que le ayudaba a explicar sus ausencias intermitentes y a justificar su aparente bonanza económica, con la que solía sufragar los panfletos y las multas de sus colegas.
Su popularidad entre los militantes cabe atribuirla también a su furgón, que los activistas utilizaron para la logística de las protestas más importantes de los últimos años. Incluidos los tres campamentos contra el calentamiento global que los ecologistas británicos celebraron entre 2006 y 2008.
Hubo quien sospechó de Stone desde el principio, pero la desconfianza no caló entre la mayoría. Entre otras cosas, porque el topo se esforzó por prestar servicios aparentemente desinteresados a la causa: encadenándose a la central nuclear de Hartlepool o encaramándose a una grúa frente a la central térmica de Didcot.
Denuncian que fueron asaltadas
«Parece que [los hombres] utilizaban técnicas en las que habían sido entrenados para ganarse la confianza y por lo tanto creaban la ilusión de que podían ser un alma gemela para muchas de las mujeres», dicen las estafadas.
Alegando que han sido asaltadas, las mujeres afirman que «no hay duda de que los agentes obtuvieron el consentimiento a las relaciones sexuales con engaño».
La divulgación de esta información aumenta la controversia sobre las operaciones encubiertas de la policía británica para espiar los movimientos políticos en las últimas cuatro décadas.