Tu te metes a la embajada, el pueblo acude en masa y a Roberto Micheletti no le queda otra que claudicar o disolver a la gente a tiros y en cuanto haya unos muertos, esto no hay quien lo pare
Lo planificaron con detalle. Seguro que Hugo Chávez, cerebro y financiero de la operación, le dijo que era cuestión de tres días: «Tu te metes a la embajada, el pueblo acude en masa y a Roberto Micheletti no le queda otra que claudicar o disolver a la gente a tiros y en cuanto haya unos muertos, esto no hay quien lo pare».
Afirma Alfonso Rojo en su columna de ABC que lo de los muertos es ingrediente imprescindible. Los bolivarianos que respaldan a Manuel Zelaya necesitan cadáveres, que agitar en los medios de comunicación internacionales.
La forma en que el ex presidente se coló en el país es casi irrelevante. No hay que ser la Pimpinela Escarlata para llegar de tapadillo a Tegucigalpa.
Basta encaramarse en una avioneta en la vecina Nicaragua, volar hasta cualquier finca, acurrucarse en la trasera de un coche y enfilar hacia la embajada del Brasil.
Si el vehículo tiene placas diplomáticas, todavía más sencillo.
Lo esencial es qué va a ocurrir a partir de ahora. No da la impresión de que la ciudadanía vaya a acudir en masa a manifestarle su apoyo y tampoco de que la autoridad competente esté dispuesta a permitirlo.
Si las protestas no se desbordan y a los militares no se les va el dedo en el gatillo, la embajada se convertirá en una trampa para Zelaya y para las tres decenas de personas atrincheradas con él.
De hambre no van a fallecer, porque funcionarios de Naciones Unidas se las arreglan para meter de vez en cuando alimentos y agua embotellada, pero se van a aburrir de lo lindo.
Les han cortado el agua y el suministro eléctrico y dentro de unos días aquello será una tediosa cochambre.
ZELAYA DICE COSAS RARAS
Zelaya está empezando a hacer declaraciones verdaderamente extrañas. Su tercer día de encierro en la embajada de Brasil en Honduras se lo pasó colgado al teléfono, hablando con unos y con otros, a pesar de que -según él mismo declaró- el gobierno golpista le anda interceptando las comunicaciones. Pero no sólo eso.
Denuncia ser víctima de cuatro planes muy sofisticados del gobierno de Roberto Micheletti para quebrarle el juicio e incluso la vida.
«Lo advierto ante la comunidad internacional, yo, Manuel Zelaya Rosales, el hijo de Hortensia y José Manuel, no se suicida».
Así, con esta solemne declaración, el presidente depuesto de Honduras denunciaba ante el mundo que el gobierno de Micheletti disponía de un plan muy sofisticado para asaltar la embajada brasileña, matarlo y hacer que pareciera un suicidio:
«Hasta tienen ya a los forenses dispuestos para certificar que yo me quité la vida».
Desbaratado ese plan, Zelaya siguió ayer denunciando otras diabluras de Micheletti.
Dijo que, a través de los edificios anexos a la legación diplomática, los policías y los militares habían introducido «gases y productos químicos»:
«Un grupo de mercenarios israelitas han colocado aparatos para interferir en las comunicaciones y han instalado aparatos electrónicos que emiten radiaciones de alta frecuencia que afectan al cerebro humano…».
También declaró que la represión policial desembocó en centenares de detenidos, decenas de heridos y al menos 10 muertos… [no hay constancia de que las cifras sean tan altas].
MORATINOS AL ATAQUE
El ministro de Exteriores Miguel Ángel Moratinos ha anunciado esta madrugada el regreso del embajador español a Tegucigalpa.
El diplomático Ignacio Rupérez fue llamado a consultas hace casi tres meses tras el golpe que derrocó al presidente Manuel Zelaya el pasado 28 de junio.
El regreso del embajador español, una vez se realicen las consultas con la UE, se produce a petición de Zelaya, quien cada hora da más síntmas de que no aguantará el tirón.
Es una incógnita si permanecerá en la embajada hasta las elecciones del 29 de noviembre o si antes negociará su vuelta al extranjero.
En cualquier caso, tanto si se queda como si se va, poco tiene que rascar en Honduras.