El golpe de Estado a Zelaya sumió a Honduras en una crisis política, social y económica, además del aislamiento por parte de la comunidad internacional
Honduras cerró 2009 con tres presidentes, el derrocado Manuel Zelaya; el de facto, Roberto Micheletti, y el electo, Porfirio Lobo, quien asumirá en enero de 2010. El insólito hecho en el país centroamericano tuvo su origen en el golpe de Estado contra Manuel Zelaya, a quien los militares enviaron en un avión a Costa Rica, el 28 de junio pasado, y fue sustituido ese mismo día por Micheletti, quien era presidente del Legislativo y pertenece al mismo partido Liberal.
A Zelaya le faltaban siete meses para concluir su mandato de cuatro años cuando fue depuesto por promover una consulta orientada a reformar la Constitución, pese a tener una prohibición legal.
El tercer presidente, el electo, es Porfirio Lobo, ganador de las elecciones generales del 29 de noviembre por amplia mayoría frente al liberal Elvin Santos, que fue vicepresidente de Zelaya.
El golpe de Estado a Zelaya sumió a Honduras en una crisis política, social y económica, además del aislamiento por parte de la comunidad internacional y la suspensión del Sistema Interamericano.
Honduras fue suspendida el 4 de julio de la Organización de Estados Americanos (OEA), que no envió observadores a las elecciones de noviembre, proceso que sólo algunos países del continente han respaldado.
En lo social, el derrocamiento de Zelaya provocó una profunda polarización, al extremo de dividir a familias, amigos y otros grupos sociales por estar a favor o en contra del golpe de Estado.
La coyuntura hizo surgir al Frente Nacional contra el golpe de Estado, compuesto en su mayoría por sectores populares y dirigido por Juan Barahona como secretario general, entre otros.
El frente mantuvo sus protestas en las calles y plantones ante el Parlamento y otras plazas hasta el 2 de diciembre, cuando el legislativo ratificó el decreto mediante el cual se depuso a Zelaya.
Zelaya, quien desde el día del golpe estuvo en el exilio, regresó de manera inesperada el 21 de septiembre y se refugió en la Embajada de Brasil, desde donde siguió insistiendo en su restitución.
Desde el golpe de Estado al 30 de noviembre se habían contabilizado oficialmente cinco muertos en hechos relacionados con la crisis política, aunque organismos defensores de los derechos registran al menos una veintena, en situaciones no esclarecidas.
También han denunciado la detención de centenares de personas, torturas y otras violaciones de derechos humanos de seguidores de Zelaya.
El encierro de Zelaya en la Embajada de Brasil resultó infructuoso para su restitución en el poder, mientras avanzaba el proceso electoral que culminó con los comicios del 29 de noviembre.
La mediación del presidente de Costa Rica, Óscar Arias, y el Acuerdo Tegucigalpa-San José, acompañados por la OEA, tampoco hizo posible la reposición de Zelaya en la Presidencia de Honduras.
El mismo Zelaya dio por fracasado el Acuerdo
Tegucigalpa-San José, al no cumplirse la instalación de un Gabinete de unidad el 5 de noviembre, que señala el documento. Dijo que era «letra muerta».
El 2 de diciembre el Parlamento consumó su fracaso en su intento de regresar al poder, tras esperar más de un mes para que el acuerdo de Tegucigalpa-San José se terminara convirtiendo en una trampa.
El Parlamento ratificó por amplia mayoría el decreto que aprobó en junio para destituir a Zelaya, quien culpó a EEUU de asumir «una posición ambigua en torno al golpe», según dijo a Efe.
Al margen de la legalidad o no, el Parlamento completó el quinto punto del Acuerdo Tegucigalpa-San José, firmado el 30 de octubre por representantes de Zelaya y Micheletti.
La crisis política iniciada el 28 de junio hundió aún más a la economía de Honduras, con un panorama de déficit, reducción de las reservas internacionales y destrucción de empleo.
Fuentes del campo económico y dirigentes empresariales señalan que la economía de Honduras sufre una caída de alrededor del 11 por ciento en las remesas familiares de los emigrantes, su principal fuente de divisas.
Esa caída obedece a la crisis internacional, principalmente en Estados Unidos, país que ha sido el principal mercado de las modestas exportaciones hondureñas.
Según el Banco Central de Honduras, las remesas, que sumaron unos 2.694 millones de dólares en 2008, eran de unos 2.137 millones al 19 de noviembre pasado.
El golpe de Estado a Zelaya también reflejó la débil democracia de Honduras, a la que el país había regresado en 1982 tras casi dos décadas de regímenes militares.