Cuando el avión de República Dominicana despegó, el cerco de policías y militares en los alrededores de la embajada de Brasil, que hacían turnos de 24 horas ininterrumpidas, había desaparecido
En el vecindario donde se localiza la embajada de Brasil en Tegucigalpa hay júbilo porque el «huésped distinguido» que durante más de cuatro meses se mantuvo en esa legación, el ex presidente Manuel Zelaya, salió ayer hacia República Dominicana.»Al fin voy a dejar de pedirle permiso a los militares y policías para llegar a mi casa», comentó a Efe un vecino de la colonia Palmira que vive a pocos metros de la sede diplomática brasileña.
«A todos nos alegra que Zelaya ya salió, porque nosotros también hemos estado casi prisioneros hace cuatro meses», indicó el vecino, que no quiso identificarse, al referirse al tiempo que ha pasado desde que el ya ex presidente llegó por sorpresa a la embajada de Brasil, tras el golpe de Estado del 28 de junio de 2009.
Zelaya permaneció en la legación como «huésped distinguido» del Gobierno de Brasil.
Un empleado de un restaurante de comida china también cercano a la embajada dijo a Efe que están «contentos» y que confían en que «los clientes vuelvan», porque el cerco de militares y policías en la zona vigilando a Zelaya los ahuyentó.
Mejor suerte corrió un restaurante de comidas rápidas, que en los últimos cuatro meses tuvo una masiva clientela, principalmente de periodistas nacionales y extranjeros que día y noche permanecían al lado del negocio y frente al cerco de seguridad en los alrededores de la sede diplomática.
Zelaya recibió ayer a unos pocos amigos y familiares que llegaron a despedirse de él en la embajada, donde le acompañaban otras ocho personas, entre ellas su esposa, Xiomara Castro, y su asesor y portavoz, Rasel Tomé, con quienes viajó a República Dominicana.
El ex gobernante y sus acompañantes viajaron con el presidente de República Dominicana, Leonel Fernández, como parte de un acuerdo con el nuevo mandatario hondureño, Porfirio Lobo, quien concedió un salvoconducto a Zelaya para que viajara al país caribeño.
También viajó con él su hija Hortensia, con la que en varias ocasiones interpretó canciones románticas y revolucionarias, vía telefónica, a través de Radio Globo, uno de los pocos «medios en resistencia» que condenaron el golpe de Estado.
Las otras seis personas que lo acompañaban, entre ellas una mujer y un ciudadano estadounidense, tuvieron que esperar la llegada de fiscales del Ministerio Público para salir de la embajada brasileño, una hora más tarde de haberlo hecho el ex presidente.
Las maletas de Zelaya y sus acompañantes se comenzaron a cerrar ayer, dijo Tomé a Efe.
Y para que el ex presidente y su esposa viajaran adecuadamente presentados, dos estilistas de belleza llegaron a hacer su trabajo, causando a su salida sorpresa entre los periodistas, que no sabían quiénes eran las mujeres, ni a qué hora habían entrado a la misión diplomática.
«A la primera dama le hicimos las manos, maquillaje y peinado, al presidente un corte de pelo, para que se vayan guapos», dijo a Efe una de las estilistas, Ana Girón.
Lobo y Fernández fueron a buscar a Zelaya hasta la embajada de Brasil, de donde a los pocos minutos salieron en una gran caravana de vehículos con un impresionante aparato de seguridad, incluido un helicóptero de la Policía Nacional.
En la Base Aérea, el ex mandatario se despidió de amigos y familiares, mientras en las afueras miles de sus seguidores y miembros del Frente Nacional de Resistencia Popular contra el Golpe de Estado dijeron adiós coreando consignas y agitando mantas, pancartas y banderas rojas (del Partido Liberal, al que pertenece Zelaya) y en azul y blanco (los colores de Honduras), entre otros motivos.
De Zelaya también se despidió un «amigo», el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, el general Romeo Vásquez, a quien el ex presidente acusó tras el golpe de haberse confabulado con políticos y empresarios para derrocarlo.
«He venido a saludarlo cordialmente a ‘Mel’ (apodo popular de Manuel Zelaya) porque en lo particular hemos sido amigos todo el tiempo», dijo Vásquez a los periodistas.
Cuando el avión de República Dominicana despegó, el cerco de policías y militares en los alrededores de la embajada de Brasil, que hacían turnos de 24 horas ininterrumpidas, había desaparecido.