La mediadora cultural del Ayuntamiento de Cunit (Tarragona) de nacionalidad musulmana que denunció las amenazas de dos líderes de la comunidad islámica, Fátima Gailán, ha asegurado que se siente «perseguida y acosada» y no se atreve a salir sola de su casa.
En el juicio que ha dado comienzo esta mañana en la Audiencia Provincial de Tarragona, Gailán ha explicado el calvario que padece desde hace tres años en la localidad costera tarraconense. «Me han dejado como una cualquiera. Querían un puesto de trabajo, que era el mío, y así se lo dijeron a la alcaldesa. Lo sé porque ella misma me dijo que tenían una persona más preparada», ha apuntado.
Según su testimonio, los problemas específicos y «muy fuertes» se iniciaron en 2007, cuando empezó a trabajar en el Ayuntamiento y solicitó que el espacio de la mezquita fuera de horario de culto para desarrollar cursos de alfabetización para mujeres. «A ver lo que vas a durar aquí», le espetó el imán Mohamed Bebrahim. Se lo dijo en árabe y delante de una técnica de inmigración.
Desde entonces, ha revivido Gailán, tanto Abderrahmán El Osri, presidente de la Asociación Islámica de Cunit, como Mohamed Bebrahim, imán de la localidad, se dedicaron a difundir que no sabía educar a sus hijos y que «no era una buena musulmana». Fátima ha confirmado que no acudía al centro de culto ni a las festividades propias del islam.
La denunciante ha relatado también una vida de temor constante: «Desde que todo empezó no hago vida en el pueblo, y si tengo que ir, siempre acompañada». La alcaldesa de Cunit, Judit Alberych, incluso puso a su disposición la protección de la Guardia Urbana hasta que se concretó una orden de alejamiento.
«A mis hijos les han llamado infieles, han comido el almuerzo en el lavabo para que no les machacasen. Me decían que los tenía que volver a educar. Suspendieron casi todas las materias por una presión brutal de sus compañeros, hijos de otras familias firmantes, que les decían que su madre era una cualquiera», ha manifestado entre sollozos.
Gailán ha afirmado que tuvo que acudir dos veces a urgencias con crisis de ansiedad, que ha estado dos veces de baja por depresión y que actualmente recibe tratamiento psicológico. A día de hoy todavía se siente limitada en su trabajo, aunque respetada por sus compañeros. También ha confirmado que recibió llamadas anónimas en 2009, después de interponer la denuncia, con amenazas de quemarles la casa y hacer daño a sus hijos.
La mediadora cultural ha destacado el poder de los dos principales acusados en Cunit y ha confirmado que son dos autoridades dentro de la comunidad. «El presidente es el interlocutor ante el Ayuntamiento para solventar problemas en temas de carácter religioso, es el imán»
Asimismo ha reconstruido la situación que vivía en el Ayuntamiento, donde se sintió desprotegida pese a la estrecha relación que tenía con la alcaldesa. En una ocasión incluso llegó a necesitar la presencia de dos guardias en su despacho, pues los acusados «se filtraron y golpearon en la mesa para pedir un informe de arraigo social que yo no podía hacer».
Fátima Gailán ha afirmado que el área de Alcaldía lo sabía. «A través de mi compañera me enteré de las llamadas al Consell Comarcal del Baix Penedès para saber cómo podían echarme de mi puesto de trabajo –lo ha confirmado el testimonio de la técnica de inmigración del Consell, Susanna Mur– y a Agustí Iglesias, técnico de Asuntos Religiosos de la Generalitat, que llamó para saber qué estaba pasando».
Se quitó el pañuelo al día siguiente de una recogida de firmas contra su desempeño profesional, a modo de protesta, pues «era lo único» que le identificaba con ellos, y ella «no era representante de nadie» en su trabajo. «Luego lo utilizaron para la recogida de firmas, es cuando más obtuvieron».
Respecto al grave episodio de amenazas en plena calle, que confirmó punto por punto el testimonio del juez de paz Josep Maria Gracia –que tuvo que socorrer a Fátima y a su marido–, ha testificado que el imán, acompañado de su hija, les insultó y amenazó con gran violencia, hasta el punto de aterrorizarla.
«Nos dijo que él no tenía nada que perder y que el problema lo tendríamos nosotros que no veríamos crecer a nuestros hijos». «Saqué el móvil para llamar a la policía e hizo intento de cogerme por detrás, me refugié en un bar y entraron después de nosotros para increparnos. Era sábado por la noche y estaba lleno de gente, yo tenía miedo por mi marido, pues ellos buscaban la provocación para intentar que pegase a la hija. El juez de paz insistió que estuviera con las manos en el bolsillo».
Gailán ha defendido que nunca escupió ni insultó al imán. «No tenía fuerzas para nada, ni para hablar ni reaccionar ni siquiera pude llamar a la policía, y llamé a Silvia Martínez, regidora de políticas de igualdad, para pedir ayuda».