Motor industrial del país, residencia de la élite empresarial y sede de la prestigiosa Universidad Tecnológica, Monterrey fue durante décadas unos de los lugares más seguros de México y de toda América Latina
«Monterrey es el sueño que no fue». Así resume el editor Luis Petersen la situación actual de la capital del estado de Nuevo León.
«Era la ciudad que iba a salvar a México», añadió bajo el implacable sol de mediodía en los jardines de la Macroplaza, en el centro de la ciudad.
Motor industrial del país, residencia de la élite empresarial y sede de la prestigiosa Universidad Tecnológica, Monterrey fue durante décadas unos de los lugares más seguros de México y de toda América Latina.
Su prosperidad la convirtió en una suerte de modelo para el futuro del país. Pero se quedó a medio camino.
En 2010, con un récord de 284 homicidios en su área metropolitana en apenas cinco meses, la ciudad parece otra, una sombra de la que protagonizaba ese gran sueño mexicano.
Ahora, al igual que otras ciudades mexicanas, Monterrey es escenario de dos luchas de poder: una entre miembros del narcotráfico y otra entre las fuerzas de seguridad y los carteles de la droga que se disputan el territorio.
La población, de más de tres millones y medio de habitantes, parece aún desconcertada ante su propia trayectoria de violencia, tardía y algo repentina a la vez.
Cambio de hábitos
En la memoria colectiva de los regiomontanos el inicio de ese cambio de rumbo aparece situado en algún lugar en el tiempo «hace cinco o seis años».
Eso repetían de una u otra manera los ciudadanos, estudiantes, empresarios, analistas y funcionarios con los que BBC Mundo fue hablando en su recorrido por la ciudad y su área metropolitana.
«El 80% de los habitantes de Monterrey ha cambiado sus hábitos, sobre todo en lo que son salidas por la noche», afirma Luis Petersen.
En el barrio antiguo, por ejemplo, la zona por la que salían a divertirse los universitarios desde hace unos 15 años, ahora ya casi no hay movimiento. «Eso es casi una medición de lo que está pasando», asegura el editor del diario Milenio en Monterrey.
Reputación internacional en peligro
El aumento de la violencia ligada al narcotráfico también ha dejado su huella en sectores clave para la economía y el desarrollo de la ciudad.
Tras la muerte en marzo de dos estudiantes del Tec de Monterrey, abatidos por el fuego cruzado entre militares y presuntos sicarios, la Universidad de Texas pidió el regreso a Estados Unidos de sus estudiantes de intercambio.
Además, hubo cancelaciones de seminarios con académicos extranjeros y de partidos de rugby con equipos estadounidenses.
También de cirugías. Muchos estadounidenses viajaban a la capital de Nuevo León para someterse a operaciones de obesidad, las más «populares» en este destino.
La crisis económica, después la epidemia de gripe porcina y ahora este tercer «fantasma» han frenado el crecimiento del turismo médico, un sector que parecía prometedor para la ciudad.
«Es evidente que la inseguridad que sale todos los días en la prensa, en la televisión, ha detenido un poco el crecimiento del turismo de salud», reconoció el Doctor Jesús Horacio González Treviño, Director General de la Clínica Vitro y Presidente del Cluster de Salud del Estado de Nuevo León.
Entretanto, el mundo empresarial se acostumbra a tener que lidiar con las extorsiones del crimen organizado y con la caída de la inversión extranjera.
La «democratización» del peligro y del miedo
«Antes era muy común ver que secuestraban a un empresario de muy alto nivel. Ahorita la tendencia cambia totalmente: a lo mejor hoy se inclinan más por diez o quince empresarios de mediano tamaño, tal vez porque sea más fácil lograrlo», explica Carlos Karam, jefe de Dirección Técnica y Blindaje de la empresa TPS.
Con una precisión casi artesanal, los operarios desmontan, blindan y vuelven a montar vehículos por un módico precio de entre US$80.000 y US$120.000.
Antes, la clientela de TPS era casi exclusivamente oficial. Al principio, hace unos 15 años, sólo blindaban los carros de gobernadores de estado. Con el tiempo también los de alcaldes y secretarios de seguridad pública. Ahora, cada vez hay más demanda privada.
«Todas esas gentes de la industria, por ejemplo, gasolineros, ferreteros, gerentes de casas de cambio, cualquier cantidad de negocios que tienen su éxito… todas esas personas han requerido tener un cierto tipo de protección», agregó Karam.
Infiltrados
¿Cómo se llegó a esta situación? Difícil decirlo con exactitud, pero muchos coinciden en señalar que gran parte del problema radica en la corrupción de las fuerzas policiales, muy infiltradas por elementos del crimen organizado y del cartel de Los Zetas, que es el que controla este territorio.
Por eso desde hace varios meses la alcaldía de Monterrey está llevando a cabo un exhaustivo proceso de «limpieza» de la corporación.
De 750 policías, apenas unos 400 pasaron las pruebas de confianza, entre las que se incluía un examen toxicológico y otro de polígrafo.
Después de tres meses de formación, la alcaldía cuenta ya con las primeras generaciones que describe como «limpias», aunque sigue reclutando policías para cubrir las bajas de la depuración.
El alcalde asegura que la limpieza ya ha empezado a dar resultados positivos pero la suya es una iniciativa aislada dentro de la zona metropolitana de Monterrey, que incluye ocho alcaldías más.
Despedida con «narcobloqueos»
La misma tarde que BBC Mundo se iba de Monterrey la ciudad fue testigo de un despliegue de poder sin precedentes por parte del crimen organizado.
Dejando camiones, autobuses y vehículos particulares atravesados en medio de la carretera, «los narcos» lograron bloquear las principales arterias del área metropolitana, causando un caos absoluto en la ciudad durante varias horas.
En total, fueron unos 28 «narcobloqueos», en respuesta a la captura por parte del ejército mexicano, esa misma tarde, de Héctor Luna Luna, El Tori, considerado el líder de Los Zetas en la capital nuevoleonesa.
La organización de este «narcobloqueo» masivo evidencia un nivel de planificación operativa abrumador y supone una clara advertencia para las autoridades regiomontanas sobre quién ostenta el poder.
Para los más optimistas el nivel de deterioro al que está llegando Monterrey tal vez sirva como desencadenante para una movilización social que exija respuestas y soluciones por parte de las autoridades.
Para los más escépticos, la ciudad está avanzando hacia el punto donde no hay retorno, siguiendo el mismo camino por el que no hace tanto tiempo otras ciudades mexicanas perdieron el rumbo.