Miguel Hernández dejó 1.400 documentos que permiten conocer a fondo su proceso creativo y aportan detalles biográficos «reales», pero los mitos y las «falsificaciones» siguen rodeando la figura del poeta en el centenario de su nacimiento, según algunos de los más reconocidos especialistas en su obra.
«Volvamos a ocuparnos de esos papeles, que es dónde se encuentran los elementos biográficos reales de Miguel Hernández, en vez de inventar más historias», ha pedido hoy el catedrático José Carlos Rovira, uno de esos expertos y comisario de los actos del centenario del poeta de Orihuela.
Rovira ha dirigido siete ediciones de las obras de Hernández, fue, junto a Carmen Alemany, el encargado de clasificar los 1.400 «papeles» que su viuda, Josefina Manresa, cedió a finales de los ochenta al Archivo Municipal de Elche (Alicante).
El catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Alicante ha confesado que las biografías que se están publicando al calor del centenario le están dejando «sorprendido».
A su juicio, lectores e investigadores están asistiendo a una «falsificación» de la biografía de Hernández que a veces puede servir para «enturbiarla o desarrollar aspectos muy polémicos».
Este especialista no ha entrado en detalles sobre esas biografías ni ha mencionado a sus autores aunque ha explicado, por ejemplo, que en una de ellas se dice que Hernández procedía de una familia acomodada, cuando «si no la pobreza, al menos algo parecido» fue determinante en su vida.
Rovira ha definido a Hernández como un autor de valor universal y un poeta que se convirtió en «necesario» a pesar de las dificultades en su formación y de que su obra, que «sigue sorprendiendo y emocionando», fue escrita en un periodo de diez años.
El catedrático ha recordado cómo Josefina Manresa, poco antes de morir, le puso delante los papeles de Hernández, que, además de las distintas versiones de sus obras, reúnen notas sobre las lecturas que «devoraba», reflexiones, traducciones de poemas franceses y copias a mano del «Cántico» de Guillén, entre otros documentos.
Hace unos meses ha vuelto a toparse con material inédito: dos cuentos que escribió en la enfermería de la cárcel («La gatita mancha y el lobito rojo» y «Un hogar en el árbol)» sobre un rollo de papel higiénico, que le ha hecho llegar el hijo de un compañero de prisión del poeta.
El catedrático, que ya publicó en 1988 otros dos cuentos escritos en la cárcel, considera que esas dos nuevas historias son «ingenuas metáforas de libertad» que Hernández quiso dejar a su hijo y las atribuye al autor alicantino, aunque éste dejó escrito que eran traducciones de cuentos ingleses, en su opinión para evitar problemas.
Para la profesora de la Universidad de Alicante Carmen Alemany la obra de Hernández está «rodeada de mitos» que convendría «moldear o discutir», entre ellos que escribía una poesía espontánea.
Alemany participó en la catalogación de sus manuscritos y dedicó su tesis doctoral al proceso creativo de un autor que empezaba sus poemas con un esbozo en prosa, que escribía distintos borradores que leía y releía, y que tachaba mucho, aunque a veces recuperaba parte del material eliminado.
También el catedrático Ángel Luis Prieto de Paula cree que sobre la obra de Hernández, pero también sobre la poesía española de la primera mitad del siglo XX, pesan los «tópicos», que «a veces son verdad y otras mentiras que han calcificado».
En su opinión, Miguel Hernández quiso entrar en «el panteón de los poetas del 27» pero «nació demasiado tarde» y desde los poemas «rurales y panochos» de sus inicios llegó, en diez años, a «la poesía en su expresión más alta», a una obra en la que «no está haciendo literatura, sino destilando vida».