Risas, abrazos y un optimismo generalizado se respira en el campamento «Esperanza», donde las familias de los 33 mineros atrapados en un yacimiento del norte del país siguen aguardando un desenlace, aunque ahora con la certeza de que sus seres queridos siguen con vida.
El cartel colgado en las cercanías de la mina que dice «La fe mueve montañas» parece tener hoy más sentido que nunca, ya que muchos consideran un milagro que todos los trabajadores hayan sobrevivido después de 18 días atrapados a más de 700 metros bajo tierra.
«Ha habido mucho de milagro en eso, un rescate a 700 metros nunca se había producido en el mundo», dijo a Efe el senador Baldo Prokurica, representante de la norteña región de Atacama, donde se encuentra la mina San José.
Rodeados de una infinidad de pequeños santuarios e imágenes religiosas, los familiares no perdieron la esperanza en ningún momento.
«Cuando contactaron con ellos fue un día de felicidad, lloré todo el día, pero de alegría, porque el Señor hizo la obra», cuenta a Efe Aurora Carvajal, que tiene a tres sobrinos encerrados en la mina.
El ánimo y el ambiente en este improvisado campamento en pleno desierto de Atacama ha cambiado radicalmente, y la angustia y el sufrimiento de días atrás han dado paso a una alegría contenida, a la espera de que llegue el día en que los equipos de rescate empiecen a sacar a los mineros y que se calcula que será cerca de la Navidad.
A Roxana González, que tiene a su yerno de 19 años en la mina San José, no le importa que los trabajos de perforación para sacarlos se prolonguen durante tres o cuatro meses, como estiman las autoridades.
«No importa cuánto se demoren, sin la terrible incertidumbre que teníamos antes da lo mismo esperar», comentó a Efe este mujer cuyo joven yerno, Jimmy Sánchez, no podrá estar en el momento en que nazca su hijo, dentro de dos meses.
«Nunca perdimos la esperanza, los sentimos vivos todos los días, y Jimmy tiene que salir, tiene que hacerlo por su bebé», asegura.
Pedro Aguilar, hermano de uno de los trabajadores atrapados, se quitó un gran peso de encima cuando el presidente Sebastián Piñera mostró ayer el mensaje en el que los obreros decían que estaban a salvo y hoy espera con ansia que llegue el reencuentro.
«Ahora sé que están bien, van a comer cada día. Espero conversar con mi hermano y decirle que estuve al pie del cañón apoyándole todos los días», relató a Efe.
Como buen minero, Pedro Aguilar es consciente del riesgo inherente a su profesión: «Uno entra y no sabe si va a salir vivo o muerto».
Pero eso no significa, aclara, que la empresa Minera San Esteban, propietaria del yacimiento San José, no tenga que asumir su responsabilidad en lo sucedido a causa de las malas condiciones de seguridad que había en esta explotación.
«El cerro lo avisa a uno, tira piedras, corre tierra; en esta mina faltó mucha ingeniería y seguridad, la mina estaba mala», asegura.
Por ello, el senador Prokurica, del gobernante partido de Renovación Nacional, enfatiza que las investigaciones del accidente seguirán adelante y «no habrá impunidad».