Los cubanos acogen la compraventa de viviendas con optimismo pero con muchas dudas

Los cubanos acogen la compraventa de viviendas con optimismo pero con muchas dudas
. EFE/Archivo

Optimistas pero también con muchas dudas y buenas dosis de escepticismo han acogido los cubanos la nueva normativa aprobada por el Gobierno de Raúl Castro que les permitirá comprar y vender viviendas por primera vez en más de 50 años.

«Es beneficioso para quienes puedan hacerlo, pero ¿cuánta gente en Cuba tiene dinero para resolver sus problemas de vivienda comprando casas?»: así resumía hoy Julio Mederos, arquitecto habanero de 56 años, el sentir de muchos ante una medida que pone fin a décadas de prohibiciones e ilegalidades en el sector inmobiliario.

El 10 de noviembre entrará en vigor el decreto firmado por el presidente Raúl Castro que facilita y flexibiliza la transmisión de la propiedad de viviendas en la isla, que podrá hacerse mediante compraventa, permuta, donación o adjudicación.

Se mantiene como límite que «ninguna persona tendrá derecho a poseer más de una vivienda» aunque también es legítimo tener otro inmueble en zonas de recreo o descanso.

Durante más de 50 años, la vivienda ha sido una odisea social y burocrática en Cuba porque las opciones para acceder o cambiar de casa se limitaban básicamente a las permutas y porque las prohibiciones dieron pie a un mercado ilegal de construcciones clandestinas, falsos documentos, corrupción y estafas.

«Estoy contentísima, es un peso menos que tenemos encima», dijo a Efe Natalia, un ama de casa de 50 años que pasó por el «suplicio» de una permuta «triple» que acabó incluso en los tribunales, aunque finalmente ella no tuvo problemas legales.

La apertura del mercado inmobiliario era una medida muy esperada por los cubanos y en general la ven muy positiva aunque la mayoría de los consultados por Efe tiene dudas y no conocen todavía los detalles del nuevo decreto y resoluciones aprobadas.

«Muchas cosas todavía no están claras. En sentido general está bien, es algo que hacía mucha falta, un adelanto. Pero aún hay muchas limitaciones y se siguen tomando precauciones que quizás ya no son viables» dijo Yoan, un trabajador privado («cuentapropista») de 34 años.

Más escéptica incluso se mostró Marisela, de 44 años, quien dice que no puede hablar con total optimismo hasta que no conozca los «detalles» de la ley: «En Cuba las cosas lo mismo van para adelante que después van para atrás».

Otros no dudan en reconocer que supone un avance importante: «El pueblo ya está autorizado», celebró Ignacio, un jubilado de 62 años que este viernes se encontraba en el punto del Paseo del Prado de La Habana donde muchos cubanos acuden informalmente desde hace años para confrontar propuestas de permutas de viviendas.

Ignacio cree que la legalización de la compraventa puede provocar que crezca aún más la afluencia de personas en ese «lugar histórico» del «permuteo» y se convierta en el primer «mercado inmobiliario» del país.

Para Óscar Espinosa, economista y disidente, la nueva normativa es un «paso de avance» sobre todo porque conlleva un reconocimiento a la propiedad privada pero es de los que opinan que es necesario analizar la «letra pequeña».

También se suma a quienes advierten que la mayoría de los cubanos no puede comprar una casa porque no tienen dinero y es necesario «crear condiciones para que los ciudadanos puedan acumular recursos y ahorrar de forma honrada».

En cualquier caso, Espinosa considera que esta medida no resuelve en sí misma el problema de la vivienda en Cuba donde son necesarios pasos adicionales como fomentar la construcción en el país.

Cuba, con 11,2 millones de habitantes, tenía hasta 2010 un déficit reconocido de unas 600.000 casas, en parte por los destrozos que causaron tres huracanes en 2008.

Según datos oficiales, más del 50 por ciento de las construcciones en la isla están en mal estado y 8,5 de cada 10 edificios necesitan reparaciones, a lo que se suman incumplimientos en los planes estatales de construcción.

En las últimas semanas, el gobierno cubano ha autorizado tanto la compraventa privada de vehículos como la de viviendas, dos medidas muy esperadas por la población y contenidas en el plan de ajustes económicos emprendidos por Raúl Castro para «actualizar» el modelo socialista.

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