Aparcamos para ir a bañarnos al (lugar llamado) Ojo de Agua, cuando apareció un individuo joven, moreno, con una gorra y nos dijo: 'oye, nos lleváis al pueblo'
Del cautiverio a la boda. El secuestro de los españoles María Concepción Marlaska y Ángel Sánchez, en libertad tras casi un mes de cautiverio en manos de delincuentes comunes colombianos, tendrá un final feliz porque terminará en boda.
Al finalizar este domingo 16 de junio de 2013 una rueda de prensa en la residencia del embajador de España en Bogotá, Sánchez, de 49 años, aprovechó para declararse a su novia, de 43, con la que tiene una relación desde hace siete años.
«Voy a hacer algo que creí que no iba a hacer nunca, y menos en estas circunstancias, que es pedirle matrimonio. Espero que no me diga que no», dijo Sánchez, mientras Marlaska, sorprendida, bromeó, «esto parece un concurso».
«¿Quieres ser mi mujer? ¿Quieres casarte conmigo?», preguntó, y ella respondió con rotundidad: «sí«.
Marlaska reconoció que el secuestro les ha unido «un poco más» porque «es fundamental hacer equipo y sacar toda la fuerza» y recordó que durante todo el tiempo trataron de respaldarse mutuamente para evitar que el otro cayera en un «bajón» de ánimo.
«Yo quería decir una cosa muy importante que quería valorar en público. Yo estoy vivo gracias a ella, quiero que todo el mundo lo sepa, porque si no me hubiera vuelto loco», agradeció Sánchez, al recordar las frases de ánimo que se dedicaban.
Sánchez y Marlaska, ambos oriundos de Avilés (Asturias, norte de España), están ansiosos por recuperar su rutina después de esta experiencia que les amargó sus vacaciones por Colombia, un país que soñaban con visitar, según dijeron. La pareja emprenderá el regreso a España esta tarde y debe llegar el lunes por la mañana al aeropuerto de Barajas.
CÓMO FUE TODO
Según relataron, su «sueño era viajar a Colombia», país que calificaron de «fabuloso«, pero tuvieron, según palabras de Sánchez, «la mala fortuna, la mala suerte, una desgracia«, de ser secuestrados por un grupo de hombres armados cuando estaban en las cercanías del Cabo de la Vela, en el extremo norte del país.
«Aparcamos para ir a bañarnos al (lugar llamado) Ojo de Agua, cuando apareció un individuo joven, moreno, con una gorra y nos dijo: ‘oye, nos lleváis al pueblo'», dijo Sánchez.
Agregó que inicialmente le pareció algo normal dada la manera de ser de los colombianos, pero luego la situación empezó a parecerle «extraña» porque, continuó, el hombre «se acercó demasiado al coche y enseguida sacó una pistola, un revólver y me apuntó».
«Luego aparecieron otras dos personas, también con revólveres, y dijeron que nos metiéramos al coche, que era un atraco, que querían llevarse nuestro coche», prosiguió en su relato sobre como se produjo el secuestro el 17 de mayo.
Según Sánchez, en ese momento él forcejeó con los delincuentes, pero lo golpearon en la cabeza con un revólver y lo hicieron sangrar.
«Nos llevaron mucho tiempo en coche, nos amarraron las manos», agregó, y dijo que el primer día, especialmente, «fue muy traumático, muy traumático, muy traumático».
LA LIBERACIÓN
Explica José Guarnizo Álvarez en ‘El País’ que el principio no le creyeron. Cuando el informante llegó al comando de la Policía de La Guajira diciendo que sabía el lugar exacto donde tenían secuestrados a los españoles Conchi Marlaska y Ángel Serrano, los policías no le creyeron.
El hombre, de rasgos indígenas, llegó el viernes 14 de junio, en horas de la mañana, pidiendo la recompensa de 100 millones de pesos (unos 40.000 euros) que la Policía estaba ofreciendo por información que permitiera resolver el caso.
A esas alturas, la Policía ya tenía identificados a los secuestradores, pues estos habían recibido en Colombia, a través de dos personas en España, un pago extorsivo de 53.000 euros, como parte de las gestiones de la liberación.
Lo único que faltaba era saber el punto exacto (la caleta, era la palabra que usaba la policía) donde tenían a los españoles, a quienes cambiaban de lugar dos veces al día.
Luego de varias deliberaciones sobre la credibilidad del informante, el Gaula de la Policía colombiana (Unidad antisecuestro) asumió el riesgo.
Entraron en acción, liberaron a los dos secuestrados y descubrieron -entre otras cosas- que quienes retuvieron inicialmente a los dos asturianos, fueron los miembros de una pequeña banda conocida como Los Pingüinos, conformada por indígenas, con arraigo familiar en Uribia.