El infierno de Shokrana, madre de un niño de 7 años que perdió a su marido en la guerra de Siria

El ultimátum del líder yihadista a una viuda: «Cásate conmigo o te convertirás en mi esclava»

Ha tenido que huir de su casa ante el acoso de un emir de Estado Islámico

El ultimátum del líder yihadista a una viuda: "Cásate conmigo o te convertirás en mi esclava"
Contemplando un vestido de novia PD

Vive hoy a las afueras de la ciudad en una pequeña habitación sin agua corriente y alumbrados con la luz de una bombilla, y no pierde la esperanza

Para Shokrana Khalil Alawi, de 37 años, decir «no» a la propuesta de matrimonio de un pretendiente era la cosa más peligrosa que había hecho a lo largo del la guerra civil siria.

Tras la muerte de su marido, durante cuatro años había sobrevivido sola cuidando de su hijo, Mustafa, pero ante la demanda de un líder del Estado Islámico se dio cuenta que no tenía más remedio que escapar.

«Él pidió mi mano en matrimonio», explicó a Alawi, a The Independent.

«Pero cuando me negué emitió un ultimátum: cásate conmigo o te convertirás en mi esclava.»

No se trata de una historia aislada, miles de mujeres solteras o viudas que viven en territorio controlado por los yihadistas se ven sometidas a situaciones parecidas.

La cultura conservadora de Siria, junto a la miseria y la desesperación causada por la guerra civil, ha empujado a muchas mujeres a matrimonios forzados, ya sea por sus familias, por los proxenetas, o porque creen que el matrimonio es la única oportunidad de sobrevivir.

Un futuro empañado por la guerra

En 2011 el futuro de Alawi parecía brillante. Maestra en una escuela primaria, se había mudado a la ciudad oriental de Deir Ezzor, donde ella y su esposo habían formado una familia.

El incremento de las protestas contra el régimen de Bashar al Assad empujaron a su marido, un oficial de inteligencia sirio, a unirse al movimiento rebelde, apoyado por Occidente. Pocas semanas después, recibió un golpe fatal: su marido había muerto en un ataque con cohetes en la primera línea.

En la lista negra por el régimen sirio, y por lo tanto incapaz de pedir ayuda a su familia, no tuvo más remedio que ocuparse ella sola de su hijo, en una ciudad asediada cada vez más por la guerra.

Un día caminando a su trabajo fue cuando llamó la atención de su pretendiente. Musulmana liberal, Alawi no llevaba pañuelo en la cabeza: «El hombre me vio y empezó a pedirme que me casara con él. Al principio pensé que era una broma», recuerda. Después, de una manera más tradicional, intentaría a través de la esposa de un vecino hacer la misma oferta a la maestra.

«Intentó este método en varias ocasiones». Intentos que ella rechazó de manera educada justicándose que todavía no estaba preparada para volver a casarse.

La huida

Su pretendiente, un marroquí diez años más joven que ella, era miembro de Jabhat al-Nusra, filial de Al Qaida en Siria. En ese momento, el grupo Estado Islámico no había entrado todavía en la ciudad, pero su llegada estaba próxima. «Él me dijo: «Pronto reclamaré que seas mía».

Pocos días después el EI tomaba Deir Ezzor, y su acosador, que en secreto había apoyado al grupo terrorista, era ascendido a emir.

Alentado por su nuevo poder, el marroquí se dirigió directamente a su casa:

«Me dijio que si no me casaba con él me convertiría en su esclava».

Dos días antes de la boda forzosa, Alawi planeó escapar con la ayuda del algunos miembros del Ejército Libre de Siria. Junto con su hijo salió de la ciudad al anochecer y con una barca se alejó por el río, intentado evitar la vigilancia de los yihadistas, relata al diario británico.

Consiguió alcanzar la ciudad turca de Urfa, pero los problemas no acabaron ahí. Como una mujer sola, se enfrentó a situaciones difíciles para encontrar un trabajo. Siendo el comercio sexual su única oferta de empleo.

«Los hombre aquí tratan a las mujeres como objetos, cuerpos para ser usados cuando ellos quieren. Muchas otras mujeres sirias que conozco han tenido los mismos problemas que yo».

Shokrana Khalil Alawi, que vive hoy a las afueras de la ciudad en una pequeña habitación sin agua corriente y alumbrados con la luz de una bombilla, no pierde la esperanza.

«Sé que tenemos que seguir intentándolo. Siempre creo que llegará algo mejor. Pero en este momento, es difícil ver qué futuro le puedo dar a mi hijo»,

se lamenta.

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