Al pobre ratón lo traían por la calle de la amargura en la prisión de Barra Grota en Araguaina, Brasil, hasta que los guardianes detectaron su trajín y lo liberaron de tan ingrata y pesada labor.
Con una bolsa de drogas amarrada a su cola, hacía de las suyas muy a su pesar tras haber sido entrenado por los facinerosos presos, que se han quedado ahora a dos velas.
Al roedor le fue retirado un gancho adherido a su cola, que era usado para el transporte de sustancias.
Fue liberado sin cargos, y ya se cuentra feliz correteando por las calles.