Sucedió en México, donde una celosa se topó de buenas a primeras con el coche de su marido y una pasajera inesperada: la amante.
La tal Adalia Brinez, hecha una fiera, se lió entonces a golpes con el vehículo, mientras gritaba como una bellaca apoyada por algunas traseuntes, quienes gentilmente le ofrecieron algunos rodillos de amasar para que atizara a gusto al infiel.
Tras un rato haciendo el ridículo padre, la loca de turno fue desalojada por la Policía, ya que formó un atasco de mucho cuidado.