No quería mantener relaciones sexuales, y mucho menos tener hijos, e hizo el ridículo padre por sus reprimidos ardores.
Es una madura vecina de la italiana localidad de Padua, que optó por ponerse a tal fin un cinturón de castidad, con tal mala suerte que perdió las llaves en un descuido.
Así, no le quedó otra más que llamar a los bomberos, que se las vieron y desearon para librarla de semejante tormento.
Según da cuenta ‘Daily Mail‘, los mentados le preguntaron el motivo para llevar un objeto que se usaba en el Renacimiento, para detectar si podía ser un caso de abusos o maltrato, y la interpelada afirmó que nadie la había obligado a llevarlo, que tan solo evitaba tener relaciones sexuales, ya que al parecer el cuerpo le pedía guerra.
Pasó hace ya tiempo, pero es para partirse la caja.
Estos cinturones se usaban cuando se quería evitar que las mujeres tuviesen relaciones antes del matrimonio, o para evitar abusos.
Como cuenta Félix Casanova, en ‘Historias de nuestra Historia’, los hemos visto en muchas películas y escuchado miles de referencias sobre él a través de innumerables formas culturales: Una especie de braga de metal, un «bikini blindado», con un agujero para permitir la micción, y bien sujeto con un candado.
Con este artefacto, los hombres que iban a las guerras medievales podían estar seguros de que sus esposas no tendrían relaciones sexuales con extraños aunque estuvieran lejos, muy lejos, durante años. Nada más lejos de la realidad…
Esta, al menos, ha sido la historia que se ha contado durante cientos de años. Es simple, chocante, y en cierto modo, divertida, en la que se retrata a la gente del pasado como muy atrasados, todo lo contrario que lo «iluminados» que somos hoy.
La verdad es que los cinturones de castidad, hechos de metal y utilizados para asegurar la fidelidad femenina, nunca existieron realmente.
En palabras de Albrecht, autor del libro «El cinturón de castidad medieval, así se forman los mitos»:
«Tenemos muchas representaciones literarias, pero muy pocas referencias históricas de que un hombre pusiera un cinturón de castidad a su esposa. Y cualquier referencia literaria a un cinturón de castidad es probablemente alegórica o satírica».
Las referencias en los textos europeos a los cinturones de castidad se remontan a siglos atrás, hasta bien entrado el primer milenio de nuestra era.
Pero hasta el siglo XI, todas esas referencias se expresan en teología como metáforas de la idea de fidelidad y pureza.
El dibujo más antiguo de un cinturón de castidad apareció en 1405, en un trabajo sobre ingeniería militar llamado Bellifortis, entre diseños detallados de catapultas, armaduras, dispositivos de tortura y otros instrumentos de guerra. En esta imagen podemos apreciar cómo se representaba el cinturón:
Pero no todo en el libro iba en serio. Se incluyen en el códice lo que Classen llama «objetos fantasiosos».
El autor del mismo, Konrad Kyeser, era muy dado a ello. Aunque el cinturón de castidad está representado con bastante detalle, nadie ha encontrado nunca un ejemplo físico que se remonte a este período. Lo más probable es que, esta imagen, se trate de una broma.
Alrededor del siglo XVI, el cinturón de castidad comenzó a aparecer más en ilustraciones y grabados.
Por lo general, una escena sería algo así: el marido, a menudo un hombre mayor, marchaba de viaje. Su esposa aparecía retratada, a menudo parcialmente desnuda, usando ropa interior de metal. Pero en algún lugar de la imagen, su amante ya estaría esperando a que el marido se fuera, con una copia de la llave del cinturón en la mano.
¿Qué podría explicar la persistencia de esa historia? «El miedo masculino», según Classen.
«Siempre hay un amante en el fondo que ya tiene la clave duplicada».
En otras palabras, incluso en en el siglo XV, nadie tomaba en serio la idea de la ropa interior metálica como un dispositivo anti-sexo eficaz.
Hay ejemplos físicos de cinturones de castidad que son exhibidos en museos.
Pero ya está aceptado que estos objetos de metal se hicieron mucho después de la Edad Media y son objetos de fantasía que hacen referencia a un pasado que nunca existió realmente. O, como dice el Museo Británico:
«Es probable que la gran mayoría de los ejemplos que ahora existen se hicieron en los siglos XVIII y XIX como curiosidades o como chistes históricos».
¿Por qué ha sobrevivido el mito del cinturón de castidad? Es difícil refutar una idea una vez que está firmemente alojada en la mente de la gente. Como resultado, se ha logrado convencer a las generaciones siguientes de que los hombres medievales «encerraron» la zona sexual de sus esposas.
Esto sin obviar las dificultades prácticas de tal dispositivo -como escribió un historiador-, ¿cómo podría haber sido diseñado para permitir las actividades normales de micción, evacuación, menstruación e higiene y prevenir la penetración anal y vaginal?
«La gente se deleita con el sexo. Pueden decir que sólo tienen un interés histórico, pero en realidad tienen un interés lascivo».
Es una fantasía.
Para los hombres, los cinturones de castidad son una fantasía acerca de los apetitos sexuales femeninos.
Las mujeres «son tan cachondas» que sólo encerrándolas se las puede mantener bajo control. Para las mujeres, es una fantasía sobre la crueldad y el control de los hombres.
Pero para muchas personas, es simplemente una fantasía sobre el sexo.