No lo han matado de puro milagro. Basta verle: con un enorme cuchillo de cortar carne incrustado en su cabeza, esperando pacientemente a que los médicos se lo extirpen en la mesa de operaciones.
Y de tal facha se acercó el desventurado dando un paseo, como quien dice, hasta el hospital, después de que su celosa esposa descubriera que tenía un amante, precisamente el Día de San Valentín.
Sin pensárselo dos veces, presa de un ataque de cuernos de aquí te espero, la mujer intentó asesinarlo de esta feroz manera. De no ser porque se quedó sin el arma blanca por motivos obvios, el marido no lo cuenta.
Sucedió, cómo no, en China.