Dos agentes de seguridad de Brasil encargados de velar por el dinero del cajero automático de un banco fueron víctimas de un robo con violencia.
La única circunstancia que les permitió salvar la vida fue que, tras los primeros disparos, fingieron estar muertos, con lo cual el ladrón que les atacó solo prestó atención a la bolsa con los billetes antes de marcharse con el botín.