Planearon el salvaje crimen una semana antes en un McDonald’s. Los dos novios de 14 años, amantes de las historias de vampiros, vieron cuatro películas seguidas de ‘Crepúsculo’, y entraron sigilosamente el 15 de abril de 2016 agazapados en las sombras de la noche en casa de Elizabeth Edwards, de 49 años y de su hija Kate, de 13, en el municipio británico de Spalding, condado de Lincolnshire. Ambas dormían plácidamente en sus camas.
Elizabeth Edwards y su hija
Tras abalanzarse sobre ellas, la pareja les asestó diez puñaladas a cada una. La madre trató en vano de defenderse, gritando: «‘¡No puedo respirar. Suéltame!». De ella se encargó el chico, mientras su pareja -una chica que ahora tiene 15 años- trataba de asfixiar en otro cuarto con una almohada a la niña, antes de hincarle el arma blanca.
Esta última ha narrado «los gemidos de desesperación» de la menor de edad, durante el juicio que se ha celebrado estos días en el Tribunal de la Corona de Nottingham, del que hacen eco medios de la más diversa índole con todo lujo de escabrosos detalles, como ‘The Guardian‘. Los dos han sido declarados culpables, y se enfrentan ahora a penas de cadena perpetua, en un caso que sienta todo un precedente debido a su corta edad.
Las acciones de estos menores, de los que no se ha facilitado su identidad, fueron «frías, calculadas e insensibles», según sostiene el fallo del Tribunal.
El caso, es que tras el atroz crimen se dedicaron a comer helados y a practicar sexo en la misma vivienda escenario de los hechos.
Las autopsias hallaron signos de heridas de defensa en las manos de la mayor de las víctimas (pelos y otras muestras de ADN en sus uñas, lo que evidencia que la mujer adulta intentó defenderse como pudo a su agresor antes de que la matase).
Ella trató de luchar contra el niño, mientras en ese mismo momento su hija era apuñalada en el cuello por su pareja. El psiquiatra presentado por la defensa, Indranil Chakrabarti, dijo al jurado que el adolescente sufría de un trastorno de adaptación y no había actuado de manera racional.
Pero el psiquiatra forense Philip Joseph ha asegurado que era «muy obvio» que la niña estaba inmersa en un estado de confusión emocional en el momento del crimen, lo que no quiere decir que tuviese trastornos mentales severos.
En entrevistas con la policía y las evaluaciones con los psiquiatras, la chica describió los asesinatos como «una brisa» y detalló la horrible mancha de sangre que salpicó en la pared, la cara y las manos de su novio cuando apuñalaban a las Edwards.
Ella agregó además que, una vez cometidos los crímenes, su novio cogió ropa de los armarios de las víctimas y también cuatro cuchillos de la casa, que colocó en su mochila antes de marcharse.