Como cualquiera que ejerza la profesión más vieja del mundo, Cortana Blue vende intimidad.
Lo que la hace diferente es que ella utiliza las redes sociales para establecer esa conexión personal con sus clientes. Tan solo en un año ha logrado que 1.000 personas se suscriban a su cuenta en Snapchat.
Internet libera del sentimiento de culpa a quienes buscan pagar por sexo. Pero el campo se está ampliando a otras formas de intimidad.
En esa plataforma sus seguidores no solo pueden verla desnuda a diario, sino que también tienen acceso a su vida cotidiana.
«Puedes chatear conmigo cuando quieras», dice.
Las nuevas generaciones de trabajadoras sexuales online se están dando cuenta que el público está tan interesado en sus salidas a comprar alimentos y en sus chistes malos, como en sus cuerpos al descubierto.
Más que sexo
«Si miras con un microscopio lo que está ocurriendo en la industria del sexo, te darás cuenta de que dice mucho de lo que está pasando en el resto de nuestras relaciones sociales», comenta Teela Sanders, de la Universidad de Leicester, en Reino Unido.
Las redes sociales están haciendo más borrosa la línea divisoria entre aquellos con quienes tenemos una relación verdadera y aquellos que no.
Celebridades como Kim Kardashian y Taylor Swift tienen ejércitos de fieles seguidores atentos a cada nuevo post que colocan en sus cuentas de Instagram.
Pero aplicaciones como Snapchat, que promueven el intercambio de mensajes individuales, pueden hacer sentir algunas relaciones como más personales, e incluso recíprocas.
Las redes proveen a los fans con acceso al contacto íntimo las 24 horas del día.
En opinión de Sanders, quien tiene 15 años investigando la industria del sexo, internet cambió el significado del trabajo sexual.
La fórmula tradicional era intercambiar sexo por dinero, pero ahora existen diversos niveles de interacción sexual -desde contacto físico hasta interacción a través de una pantalla- lo cual atrae a personas que anteriormente no se hubiesen atrevido a adentrarse en este mundo.
La simple transmisión de personas desnudas con una cámara conectada a la computadora (webcamming) surgió poco después del advenimiento mismo de la red.
El «cibersexo» (transmisión de actos sexuales vía online) despegó en la década de los 90, gracias a su inmediatez, pero también por su interacción básica entre el emisor y la audiencia.
Sanders resalta que, a través de estas plataformas, la interacción se hizo psicológicamente más fácil para las personas, porque al no tener el contacto físico sentían que no están haciendo nada malo, que no afectaban sus relaciones «verdaderas».
Sexo y las redes sociales
La industria del sexo se ha adaptado rápidamente al cambio en los hábitos de sus consumidores, incluyendo las redes sociales.
Momoka Koizumi es una trabajadora sexual que forma parte de los 150 millones de usuarios que dice tener Snapchat, una aplicación donde las personas intercambian fotos y videos por tiempo específico.
La joven de 23 años se convirtió en camgirl (una modelo que a diario se muestra desnuda a través de las redes sociales), cuando comenzó a estudiar en la universidad.
En ese entonces realizaba trabajos de medio tiempo que no le gustaban, hasta que su prometido le sugirió que se dedicara a ser modelo en internet.
Para emprender su nuevo trabajo Momoka comprendió que debía analizar muy bien el mercado, y contar con una presencia en redes sociales.
Algunos creen que somos permanentemente conscientes de nuestra imagen online, así que nunca revelamos nuestros verdadero ser.
«Revisé una docena de perfiles de exitosas camgirls y descubrí que todas tenían una cuenta en Snapchat».
Estas modelos de internet venden el acceso a sus cuentas privadas en Snapchat, donde el seguidor podrá observar contenido sexual y no sexual. Al menos 10% de los ingresos de Koizumi provienen de su cuenta en Snapchat.
De la misma manera que muchas personas contratan los servicios de una prostituta porque desean compañía tanto como sexo, las personas que se suscriben a las cuentas de modelos en Snapchat buscan algo más que gratificación sexual.
Esta aplicación les permite contacto permanente con sus chicas favoritas. Kiozumi ofrece acceso de por vida a su cuenta personal por US$45.
De los 10 contenidos diarios que comparte en su red, solo la mitad tiene material explícito.
No es tan fácil
En palabras de Grant Blank, del Instituto de Internet de Oxford, Snapchat probablemente ofrece una conexión más personal que la vía tradicional por medio de una cámara de computadora.
Pero no es tan simple como suena.
Koizumi explica que para mantener una agenda que le permita producir contenido del show y tener dos días libres a la semana tiene que actuar como si se tratara de un trabajo a tiempo completo, porque actualizar las redes sociales no permite descanso o que te ausentes porque te sientas enferma.
«Desde que abrí la cuenta creo que no ha pasado un día sin que haya colocado un post», señala.
Blue también pasa largas jornadas trabajando.
«Paso buena parte de mi día en Snapchat. Si no estoy colocando fotos o videos, estoy contestando los mensajes de mis seguidores, lo cual puede exigir bastante tiempo», advierte.
Snapchat es la plataforma donde Blue vende más suscripciones, pero también utiliza Kik, otro servicio instantáneo de mensajería, e incluso su teléfono.
Trabajo rentable, pero ¿legal?
El éxito de estas trabajadoras sexuales en Internet ha sido tal, que ha despertado el interés de intermediarios, firmas administradoras que ofrecen servicios gerenciales para todos aquellos que se quieran dedicar a este negocio.
Una de estas compañías se llama SeeSnaps, ubicada en Reino Unido, la cual cuenta en su portafolio de clientes a unas 40 modelos que venden -desde la página de la empresa- acceso a sus cuentas en Snapchat.
SeeSnaps se queda con 20% del monto de la suscripción por la cuenta de la modelo, lo cual puede representar entre US$19,99 a US$37.
Vender acceso a cuentas de Snapchat sin la autorización escrita de esta compañía es técnicamente una violación de los términos de servicio de esta red social. Transmitir contenido pornográfico también lo es.
BBC Future le preguntó a Snap qué opinaba al respecto, y un vocero de la empresa se limitó a proporcionar unos enlaces a los lineamientos y términos de servicios que rigen a las comunidades vinculadas con la aplicación.
Ahí se establece que la cuenta puede ser eliminada si se determina que hubo una infracción de esos términos de uso.
La cuenta en Snapchat de Blue ha sido reportada y eliminada dos veces desde que la abrió en enero del 2015.
De hecho, muchas modelos consultadas para elaborar este artículo optaron por no participar, a fin de no despertar el interés de supervisores y autoridades que condujeran al cierre de sus cuentas.
A pesar de esto, trabajar al margen de la ley no es un tema desconocido para estas modelos, y muchas afirman que las autoridades deberían considerar que al no haber contacto físico, es una manera segura y sana en la que las trabajadoras sexuales pueden hacer dinero.
El futuro
Ya nada es inusual cuando hablamos de tener relaciones íntimas a través de la red.
Daniel Miller, de la Universidad de Londres, ha estudiado el impacto de las transmisiones a través de internet en las relaciones humanas, asumiendo que la interacción con otra persona utilizando una cámara de video puede ser tan íntima como un contacto cara a cara, o incluso más.
«Es totalmente posible que Snapchat permita cierta forma de intimidad que otros formatos no ofrecen», advierte Miller.
En opinión de Blue, el sentido de intimidad es bidireccional.
«Disfruto el tener una conexión privada con uno de mis fanáticos, que nadie más puede ver o tener», explica.
A ella le gusta saber qué está haciendo la personada que está conectada del otrolado, cuál es su apariencia física, en qué pasa el tiempo.
«Realmente me gusta que mis seguidores sepan que estoy aquí para ellos si quieren hablar de lo que pasó en sus días, o si me quieren enviar memes, o hablar sobre videojuegos o gatos».