[VÍDEO] APENAS SABE CAMINAR, Y YA LE HAN CONVERTIDO EN TODO UN ASESINO

El diabólico bebé del ISIS que mata al rehén en un parque de atracciones

Su víctima está maniatada en una jaula llena de pelotas de plástico rotas

El diabólico bebé del ISIS que mata al rehén en un parque de atracciones
El niño asesino del ISIS PD

Es un sangriento rompecabezas donde las formas se desdibujan sobre el mapa, y donde todo vale; un lugar en el que se carga contra cualquiera, en mitad de un enloquecido frenesí en blanco y negro donde el conflicto en el Kurdistán sirio se queda ya en mera anécdota.

Mientras la población kurda maldice a Bashar al-Asad, el autodenominado Estado Islámico se ensaña con las milicias turcas del YPG, el brazo armado del PKK, y echa mano hasta de niños de corta edad, casi bebés, para hacer así propaganda de su terrorífico reinado, en una especie de juego macabro que esta vez tiene como escenario a un abandonado parque de atracciones de esos lares.

Es la nueva entrega de ISIS. Un espeluznante vídeo donde los más pequeños blanden cuchillos o sostienen pistolas de pequeño calibre, caso este último que nos ocupa, donde el ‘enano’ de turno le descerraja varios tiros en la cara a un rehén de las reseñadas milicias.

En la petrolera ciudad siria de Deir ez Zor, el autodenominado Estado Islámico sigue haciendo de las suyas, en un país inmerso en una cruenta guerra que va para su sexto año, un conflicto de difícil solución debido a la cantidad de partes implicadas con sus propios intereses, y por la complicada red de alianzas mutuas.

Y mientras tanto, nos llega la segunda parte del vídeo ‘Él me revive con su sangre’, también titulado ‘A veces con su propia sangre’.

Así, tras la atroz ejecución del ‘diabólico bebé’, la toca el turno a un repelente niño en el consabido parque de atracciones abandonado, donde cuchillo en ristre se sube a una especie de olla giratoria donde tienen maniatado y entregado a su suerte a un rehén de las milicias turcas del YPG, el brazo armado del PKK.

Lleva por título ‘Él me revive con su sangre’, y en el mismo el menor -para algunos con con cara de duende- lo ejecuta en una especie de jaula llena de pelotas de plástico rotas.

Tras la ejecución, grita el consabido «¡Alá es grande!», palabras que se funden con la chorreante sangre del infortunado de turno.

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