En 2012 Adrian Bayford y su esposa Gillian ganaron 148 millones de libras (unos 187 millones de euros) en la lotería inglesa; salieron en la televisión con uno de esos enormes cheques y todo eran besos, sonrisas y brindis con champán. Cuentan que la pareja y sus dos hijos celebraron el premio esa misma noche cenando en el Domino´s Pizza, aunque pronto se aficionaron a placeres más caros.
Sin embargo, la felicidad conyugal duraría poco; tan sólo 15 meses después de convertirse en millonarios, la pareja anunció su separación. Había rumores de infidelidad y pronto cada uno encontraría una nueva pareja.
La historia más sonada fue la de Adrian, que acabó comprometido con Samantha Burbidge, una mujer 16 años más jóven que él, aficionada a los caballos. La prensa británica dedicó en 2013 varios artículos al seguimiento de esta historia, que según hemos sabido ahora, termina muy mal.
Problemas y decepciones
La exmujer de Adrian, Gillian, que al ganar la lotería dejó su trabajo en el pabellón infantil de un hospital, inició una relación con un vendedor de coches. Pero en los temas empresariales no tuvo suerte: adquirió un negocio de hostelería y acabó despidiendo a sus 21 empleados, ya que quedó completamente en quiebra.
El final de la historia de Adrian ha sido el más espectacular: según ha informado el portal británico aol.com la joven Samantha le ha abandonado, llevándose consigo caballos por valor de 300.000 libras, un coche de alta gama y los dos perros que tenían. Adrian se enteró al regresar a su casa (una cara mansión valorada en 6 millones de libras) tras un viaje que había hecho para estar con sus hijos. Cuando llegó a su domicilio su pareja ya se había ido, llevándose lo que quiso.
La lotería cambió definitivamente la vida del matrimonio Bayford, pero en un sentido que probablemente no hubieran podido imaginar cuando estaban celebrando el premio con champán.