"Cada vez que se juntaban en un dormitorio, "era como si estuvieran luchando los dioses; había rayos y truenos"
Joe DiMaggio y Marilyn Monroe se casaron el 14 de enero de 1954 en San Francisco, dos años después de haberse conocido. El matrimonio duró apenas nueve meses, pero el beisbolista no pudo quitarse nunca de la cabeza a la bomba rubia de Hollywood, con la que cada vez que se juntaban en un dormitorio, «era como si estuvieran luchando los dioses; había rayos y truenos». (La sorprendente autopsia de Marilyn Monroe: usaba dentadura postiza y se pinchaba en las axilas).
Los detalles de la obsesión de DiMaggio por Marilyn salieron a la luz en el libro Dinner with DiMaggio: Memories of an American Hero («Cena con DiMaggio: memorias de un héroe americano»), que escribió el podólogo y confesor del jardinero de los New York Yankees, el doctor Rock Positano, junto a su hermano John. (El exagente de la CIA que confiesa moribundo haber asesinado a Marilyn Monroe).
DiMaggio cayó rendido a sus pies apenas la conoció. Vivieron un apasionado romance durante 24 meses y un explosivo matrimonio de apenas nueve, cuando ella solicitó la separación alegando en su pedido que él ejercía «crueldad mental». Pero para Positano, la razón del divorcio hay buscarla en la imposibilidad de Marilyn de tener hijos. (Las fotos inéditas del desnudo más famoso de Marilyn Monroe).
«Joe (que ya tenía un niño de su matrimonio anterior) quería tener hijos con Marilyn y Marilyn quería premiarlo con una familia», cuenta en su libro. «En términos italianos, el sexo significa hijos. Una gran vida sexual significa grandes niños. Con Marilyn tenía sexo como los dioses, pero no tendría chicos».
«Tenía un gran respeto por ella. Siempre hablaba cosas brillantes sobre ella. Contaba lo inteligente que era. Que no era un rubia estúpida. Era una actriz de mucho talento. Hablaba sobre cómo repasaba los guiones con ella y lo profesional que era», recuerda Positano. Aunque no le hacía gracia la falta de higiene de la actriz, que en ocasiones pasaba días sin ducharse por sus crisis nerviosas y su tendencia a la depresión.
La separación no significó que DiMaggio dejara de preocuparse por ella, que era 12 años menor. En 1961, cuando Monroe puso fin a su siguiente relación, con el escritor Arthur Miller, Di Maggio fue al rescate. La retiró de la clínica psiquiátrica en la que se había internado por su «fragilidad emocional» y la refugió en un campo de entrenamiento de los Yankees en la Florida.
«Él la veía tan vulnerable y dulce que pensaba que era muy fácil para la gente abusarse de ella».
Tanto la quería DiMaggio que nunca le perdonó a su amigo Frank Sinatra que la hubiera presentado a los Kennedy. Marilyn atravesaba profundas depresiones y luchaba con sus adicciones cuando comenzaron los rumores de sus affaires con con John y Bobby Kennedy.
A Marilyn la encontraron muerta el 5 de agosto de 1962. El caso se cerró como un suicidio. Pero DiMaggio nunca creyó que fuera así.
«Los Kennedy fueron asesinos de mujeres», le dijo Di Maggio a Positano, cuenta el libro. «Y siempre se salieron con la suya. Se seguirán saliendo con la suya dentro de cien años».
«Siempre supe quién la mató, pero no quise hacer estallar una revolución en este país», dijo Di Maggio. «Me iré a la tumba lamentándome y culpándome por lo que le sucedió a Marilyn».
Di Maggio se ocupó de organizar el funeral de la estrella y envió rosas a su tumba cada semana hasta su muerte en 1999. Su últimas palabras fueron: «Al fin voy a poder ver a Marilyn».