«¿Tienes VIH? Ayer fuiste a ver a Susan, ¿usaste protección? Ella está embarazada, ¿qué va a pasar con ese bebé (si ella contrae la enfermedad)?»
Esas son algunas de las preguntas que Roseline Orwa, quien trabaja en la defensa de los derechos de la mujer, le hace a los «limpiadores«, hombres que se dedican a tener relaciones sexuales con viudas a cambio de dinero en Kenia.
Se trata de una tradición que se practica en zonas rurales del país con el objetivo de «purificar» a las mujeres que pierden a su marido.
El «limpiador» a quien Orwa le hizo las preguntas no ve nada de malo en su trabajo.
«Ellas dicen que no quieren que se les limpie, pero en el fondo, eso no es verdad. Es un derecho que se tiene que consumar, de lo contrario, la vida puede ser muy difícil para esas mujeres», afirma Patrick a la BBC.
Tratar de reeducar a quienes se dedican a realizar la limpieza, por la que pueden recibir hasta US$250, no es fácil.
«Hay que quemar la ropa»
Orwa realiza sesiones de terapia con los «limpiadores» y con las mujeres que son víctimas del ritual.
En una de esas reuniones participa Pamela, una de las mujeres de la comunidad de Luo, en el suroeste de Kenia, que fue forzada a someterse a la práctica.
«Dura tres días. Empieza teniendo sexo en el suelo. Hay que quitarse toda la ropa y dejarla en el piso. Después tienes sexo en la cama. En la mañana hay que quemar la ropa».
Y sigue:
«Te corta el cabello y luego debes cocinarle un pollo para comerlo con él. Finalmente, tienes que limpiar toda la casa, entonces, los niños pueden regresar».
Pamela suele reunirse con otras mujeres que han pasado por lo mismo para hablar y apoyarse mutuamente.
En uno de los encuentros otra de las viudas relata su experiencia y, con rabia e impotencia, se queja de lo que tuvo que vivir.
«Me quería obligar a tomar alcohol. Pero nunca en la vida lo he hecho y nunca lo haré, así que me negué».
«No he encontrado paz»
Después de ser sometida al ritual, Pamela empezó a sentirse mal. Poco tiempo después, descubrió que tenía VIH, su «limpiador» se había negado a usar protección.
El hombre se quedó a vivir con Pamela, argumentando que lo hacía para cuidarla.
Image caption Las mujeres en comunidades rurales son obligadas a «purificarse».
«Después de lo que pasó, no he encontrado paz. Desearía no estar con ningún hombre».
Pero su participación en el grupo le ha permitido encontrarle sentido a su vida.
«Los ‘limpiadores’ no son responsables, fuman, toman, se drogan. Son personas que te hacen perder el tiempo y que solo están interesados en los bienes que te deja tu esposo».
En 2015, la práctica fue prohibida por el gobierno keniata, pero como los casos de Pamela y sus compañeras muestran, es una tradición que sigue existiendo en el país.