La bestial inseguridad que asola México es un problema, pero también un negocio.
El ‘boom‘ de secuestros, asaltos, asesinatos y robos a particulares y empresas ha disparado la demanda de seguridad privada en forma de escoltas, vigilantes, ropa blindados y hasta microchips insertados bajo la piel que permiten la localización por satélite del secuestrado. También de ‘coches tanque’.
Minerva Bautista, la secretaria de Seguridad Pública de Michoacán (México), fue asaltada por un comando del crimen organizado cuando viajaba en su vehículo de vuelta a casa.
La custodiaban 5 escoltas. El automóvil, un Jeepp Gran Cherokee Limited con nivel V de blindaje, recibió 600 impactos de rifles AK47, AR15 y Barrett M82 de 50 mm, cuyo poder de fuego es capaz de derribar un helicóptero en pleno vuelo.
En una de las ventanillas traseras, la onda expansiva de una granada de mano estuvo a punto de reventar el coche.
Dos escoltas y dos civiles murieron en el atentado, pero Minerva logró salir indemne de aquel infierno en el que 2.500 proyectiles, cuyos casquillos quedaron tirados en el asfalto, pudieron acabar con su vida.
La industria de la seguridad en México
El auge de la inseguridad en México es un problema, pero también un negocio. El aumento de secuestros, asaltos, asesinatos y robos a particulares y empresas ha disparado la demanda de seguridad privada en forma de escoltas, vigilantes, vehículos y ropa blindados y hasta microchips insertados bajo la piel que permiten la localización por satélite del secuestrado.
Por esta razón prolifera una industria que cuenta con unas 10.000 empresas en el país, aunque no todas son fiables ya que sólo 2.000 están registradas oficialmente. Muchas recurren a ex militares y ex policías.
Según datos del Consejo Nacional de Seguridad Pública (CNSP) recogidos por la revista Proceso, la industria de la seguridad factura unos 2.194 millones de dólares al año y da empleo a alrededor de 210.000 personas; la demanda crece un 30% anual.
El Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI) asegura que la mitad de los hogares mexicanos cuenta con medidas de protección contra la delincuencia.
El negocio del blindaje llegó a México en 1973 restringido a las patrullas policiales. En 1995 se extendió a vehículos particulares.
A día de hoy, México es el principal armador de autos blindados de Latinoamérica, seguido por Colombia y Brasil. Existen cinco niveles de blindaje para hacer los vehículos resistentes a armas cortas -usadas por la delincuencia común- o a todo tipo de armas de mano, incluidas las largas, que son las utilizadas por los cárteles y sus brazos armados.
Aunque varias empresas del sector automotriz fabrican automóviles blindados, también hay compañías que acondicionan vehículos normales y el mercado de segunda mano crece. En 1994 había tres empresas de blindaje y actualmente son más de 70 las registradas ante la Secretaría de Seguridad Pública.
El costo del blindaje oscila entre 10.000 y 95.000 dólares. Además de cristales a prueba de balas y la protección del habitáculo de los pasajeros, la batería, el tanque de combustible y las ruedas, se dota a los vehículos de sistemas para repeler ataques: expelen gas lacrimógeno y cortinas de humo, derraman aceite para dificultar la persecución, las manijas se electrifican, y se instalan faros cegadores y sistemas de encendido a control remoto.
Sólo en el Distrito Federal hay 30.000 autos blindados y se equipan 150 al mes, según datos de la Asociación Intercontinental de Blindadores (AIB) en El Economista. Los Estados más azotados por la narcoviolencia, como Chihuahua, Sinaloa o Michoacán son los que registran un mayor número de blindajes.
La eficacia de un blindaje de nivel 5
La eficacia de un blindaje de nivel 5 quedó demostrada en el ataque sufrido hace tiempo por la consejera de Seguridad Pública de Michoacán de ese momento, Minerva Bautista. Su vehículo recibió 350 impactos de bala de diverso calibre y granadas, pero ella resultó ilesa. La empresa que lo blindó, Transportadora de Protección y Seguridad, exhibe la camioneta acribillada en su planta de Santa Catarina (Nueva León).
También se blindan fachadas de edificios, habitaciones en viviendas, cajeros de bancos y cabinas para el personal de vigilancia de urbanizaciones. Y ropa. La Ciudad de México cuenta desde 2006 con una tienda de ropa blindada, de la mano del considerado Armani del blindaje, el colombiano Miguel Caballero.
En uno de los barrios más exclusivos del DF, junto a tiendas de grandes diseñadores, Caballero compagina seguridad y moda: camisas, guayaberas, trajes, ropa interior, abrigos, cazadoras, chalecos y chaquetas de piel para hombres y mujeres; prendas livianas (pesan alrededor de 1 kilo), discretas y personalizadas, ya que se hacen a mano y a medida. Los precios de oscilan entre 290 y 2.900 dólares y, gracias a la fibra de aramida, protegen de balas de cualquier calibre.
Los tradicionales chalecos antibalas quedan ya para el personal de seguridad, la Policía o los militares.
Entre sus clientes hay presidentes latinoamericanos, jueces y príncipes europeos y, en México, secretarios de Estado, gobernadores, diputados, fiscales y empresarios.