Hay espacios de México donde la muerte es una vecina más del barrio. A nadie le llama la atención un cádaver, una desaparición o el sonido de los gritos en mitad de la noche. Así es Ecatepec, situado en el Estado de México. La misma localidad que cuenta con una casa azul de dos pisos, con un salón de belleza y un portón negro atrae la mirada curiosa donde ocurrieron algunos de los crímenes más siniestros de la localidad.
En apariencia todo parece normal: la tienda de abarrotes, la panadería y un local de uñas ubicados en la misma cuadra operan de manera habitual.
A menos de cien metros se encuentra la «Escuela Primaria Rosario Castellanos». Decenas de niños y niñas circulan con sus uniformes escolares tomados de la mano de sus madres. Las mujeres aprietan con mayor fuerza a sus vástagos en cuanto pasan por el numeral 530.
Una breve pausa abraza el momento. El bullicio se detiene. La consternación se dibuja en los rostros de quienes voltean a ver esa residencia azul. Su apariencia no asusta, es su historia lo que horroriza. Un ligero cuchicheo. Luego, los espectadores se retiran. (México: la pareja de monstruos de Ecatepec también vendía las partes de los cuerpos de sus víctimas)
Unas manos gruesas se alcanzan a ver por las ventanas del segundo piso. Con un movimiento audaz cierran las cortinas. El portón es abierto: una mujer de negro y un niño salen a toda prisa con la cabeza agachada. Aprietan el paso para no ser abordados por la prensa.
Desde una rendija de esa laminada puerta negra se alcanzan a ver decenas de veladoras prendidas colocadas en el piso formando una cruz, justo en medio de la cochera. En la parte superior, hay dos jarrones con flores rosas y blancas. El recordatorio de la tragedia.
No está resguardo, no está acordonado, no hay vigilancia. Alguien que desconozca los hechos jamás sabría que ahí, en la azotea de ese inmueble, se presume que mataron, recientemente, al menos una decena de mujeres.
Y es que en ese lugar vivían Juan Carlos «N» y Patricia «N», detenidos el pasado 5 de octubre como presuntos responsables de al menos diez feminicidios en la zona, que podrían vincularse hasta 20 casos. El horror se agrava, toda vez que en ese lugar no sólo radicaba «la pareja feminicida»: también vivía una sus víctimas, Arlett Samanta Olguín Hernández.
Ecatepec es justo el municipio donde nació, el 1 de mayo de 1969, el priista Eruviel Ávila Villegas, ex Gobernador del Estado de México y también dos veces Presidente Municipal de Ayuntamiento – de 2003 a 2006, y de 2009 a 2011- que es considerado el más peligroso de la entidad y uno de los más violentos del país.
Ávila Villegas nació y creció en Ciudad Azteca, una colonia vecina a Jardines de Morelos, el escenario donde, a sus anchas, operó la pareja de feminicidas seriales.
Eruviel Ávila gobernó el Edomex del 16 de septiembre de 2011 al 15 de septiembre de 2017, y su predecesor fue Enrique Peña Nieto, actual Presidente de México. Hoy, el nativo de Ecatepec, es Senador de la República por el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
El PRI, que ha gobernado el Edomex por 90 años, fue derrotado ahí el pasado 1 de julio por la alianza comanda por Movimiento Regeneración Nacional (Morena), por lo que el Congreso actual es dominado por legisladores del partido que creó Andrés Manuel López Obrador.
Ecatepec, en particular, también está en manos de Morena, que arrasó en los tres distritos que lo conforman.
La derrota en el Edomex, el bastión más importante e influyente del priismo, y de donde es originario Peña Nieto, es considerada un símbolo del derrumbe de ese partido y del rechazo que ha provocado administración del Jefe del Ejecutivo federal.
Don Tomás Ortiz ha vivido 35 años en la colonia Playas de Jardines de Morelos. El hombre de 51 años y voz serena narra que él conoció -al menos de vista- a Juan Carlos y a Patricia, la pareja de presuntos feminicidas. Él describe a los imputados como dos personas «normales», en apariencia.
«Eran muy platicadores. Se veían buena gente. Parecían humildes, al grado que iban a la tienda y pedían cinco pesos de azúcar. En ocasiones llegaron a pedir que si les podían vender mayonesa suelta. Sin embargo compraban mucha sopa y mucho huevo».
Don Tomás considera que quizá la sopa era para alimentar a las mujeres. Al menos eso cree él.
«Muchos nos preguntamos: ‘¿por qué tanta sopa?’. Un pariente, que atiende una miscelania, una vez le preguntó a Juan Carlos eso y él contestó: ‘porque le gusta mucho a mi hijo'», narra.
«Los dos siempre andaban juntos, siempre traían una carriola. Caminaban rápido. Casi siempre andaban con mucha prisa. A veces sí traían un bebé como de dos años, pero no siempre traían al niño; a lo mejor en ocasiones sacaban al bebé para que uno los viera con el niño, yo creo que para cuando no lo traían uno se imaginara que traían al bebé dormido, o algo así», abunda. (Francisco lleva esta tarde su mensaje a Ecatepec, un suburbio de México plagado de violencia
Don Tomás confirma que Arlet vivía en el mismo edificio, en la planta baja, y la pareja, residía en la parte superior.
Los vecinos no sospecharon de la pareja, aunque si hubo algunos incidentes que en su momento no consideraron, como el hecho de que una vez detectaron que tiraban agua con un olor raro, que no supo describir a precisión.
«Yo pasaba todas las noches y en una ocasión vi que estaba tirándose mucho el agua de arriba. Ellos [la pareja] me dieron que tenían una tubería rota. Pero aquí esta calle en la que ellos vivían, tienen agua todo el día, a diferencia de otras calles. Curiosamente ellos tenían agua todo el día y sin embargo solo en la noche se les caía. En alguna ocasión sí detectamos que el agua que caía tenía un olor raro pero no sabíamos que era», dice.
En el departamento nunca se escucharon gritos. Pero que sí había mucho ruido: «…. como que arrastraban cosas, martilleo, pero nada más», describe Tomás.
Los residentes entrevistados coinciden en que la pareja se dedicaba a vender diversos artículos, como perfumes, queso, elotes y hasta ropa de paca.
A una de las sobrinas de Don Tomás la invitaron a su casa con el pretexto de que tenían ropa que podrían venderle a buen precio.
«Le dijeron que tenían ropa muy bonita, que fuera a su casa para escoger. Mi sobrina no quiso venir. ¡que bueno!.», dice el hombre con cierto alivio.
Don Tomás comenta que la noticia impactó a los vecinos «porque ellos [los detenidos] se veían como gente tranquila», y fue una sorpresa saber que eran ellos presuntos descuartizadores pero «más sorpresa saber la cantidad de cuerpos».
Mientras Don Tomás platica, una mujer ingresa a la estética. Se llama Jessenia. Es la propietaria del pequeño negocio. Indecisa y un poco temerosa, ante el cúmulo de cámaras se decide a aperturar su local. Apenas abre a las puertas, es abordada por los reporteros. «Se veían normales, como cualquier otra persona», comenta.
Jessenia afirma que no conocía mucho a la pareja y ella no alcanzó a conocer a Arlet Samanta. Lleva dos meses con su negocio. En ese tiempo casi no trató a los imputados, enfatiza.
La mujer tampoco refiere haber escuchado ruidos raros. «Ellos vivían en la azotea, hasta arriba. Estaban muy independientes en el edificio», dice.
La estilista comparte que la pareja sólo le llegó a ofrecer queso y perfumes. Juan Carlos daba los «buenos días» o «buenas tardes», era todo el trato que tenían: «Eran reservados», dice.
Jessenia se ha quedado casi sin clientes. La gente ya no quiere ir o entrar al lugar. «Tienen miedo«, reconoce la joven en una charla con SinEmbargo.
Sólo el año pasado se contabilizaron 160 feminicidios en el Estado de México, de los cuales, al menos 21 ocurrieron en Ecatepec, alertó en un comunicado de prensa Xóchitl Arzola Vargas, presidenta de la Asociación Civil, «Mujeres en Cadena.
Pese a la cifra, la autoridad municipal no reportó oficialmente un solo feminicidio; es decir, se ocultan estos lamentables hechos, por lo que la sociedad civil lanzó una exigencia a que el estado explique porque se oculta.
Arzola Vargas destacó que los 11 presidentes municipales deben aclarar en qué han invertido los recursos públicos asignados a la prevención sanción y atención de las víctimas y sus familias.
También expuso que el Estado de México, principalmente Ecatepec, es la entidad considerada como la más peligrosa para las mujeres, basado en el número de feminicidios y casos de violencia de género, concluyó Xóchitl Arzola Vargas, presidenta de la Asociación Civil, «Mujeres en Cadena».
El Registro Nacional de Personas Desaparecidas (RNPED) coloca al Estado de México como la entidad de mayor número de reportes de mujeres desaparecidas a nivel nacional con una cifra de mil 790 casos: mil 779 en el fuero común y 11 en el fuero federal. Al menos 153 de ellas fueron vistas por última vez en Ecatepec.
Entre enero a abril de 2018 se reportaron 395 desapariciones en la entidad mexiquense, de las que al menos 207 son mujeres desaparecidas.
En los últimos tres años, la desaparición y/o extravío de niñas, adolescentes y mujeres se disparó 227 por ciento en cinco de los municipios más peligrosos de Edomex, de acuerdo al «Diagnóstico sobre Desaparición de Niñas, Adolescentes y Mujeres en el Estado de México», realizado por la organización I(dh)eas, Litigio Estratégico en Derechos Humanos.