Es una historia real demasiado rocambolesca y agitada para ser guión de una película de narcos. No la cuenta con todo lujo de detalles Adriana Chica García en Infobae este 28 de octubre de 2018 (México: El helador secreto por el que los narcos adoptaron la ‘moda’ de decapitar rivales).
Huellas en el cuarto de un hotel donde aparecieron dos hombres baleados y un presunto falso testigo fueron suficientes para condenar a muerte al empresario británico Krishna Maharaj, aunque este se encontrara a kilómetros del lugar según su defensa (Que hacían los capos más peligrosos de la droga en México antes de ser narcos).
La inocencia que él mantiene desde el principio nunca se ha comprobado. Lo cierto es que por aquella época Miami era sede de la guerra de la cocaína; y los muertos tenían cuentas pendientes con el señalado por el acusado de ser el real culpable: Pablo Escobar (La rocambolesca historia de Klaus Barbie, el ‘carnicero’ nazi que ayudó a Pablo Escobar a forjar su imperio narco ).
Kris, como le llaman sus allegados, nació en Trinidad. Al terminar sus estudios se mudó a Peckham, al sur de Londres, en 1960 (Ésta es la virgen de pueblo que protegía a Pablo Escobar y sus sicarios).
Allá construyó un negocio de importación de alimentos con un préstamo de USD 1.800 que pronto prosperó. Ya era parte del ‘swinging London’ (escena de la moda y la cultura que floreció en la capital inglesa en la década de los 60’s) cuando se convirtió en una de las personas más ricas de Gran Bretaña.
Coleccionaba Rolls-Royces, aunque su pasión eran los caballos de carrera, incluso los suyos compitieron -y ganaron- con los de la reina.
A principios de los 80, Maharaj se mudó al sur de la Florida para invertir en bienes raíces. Allá se contactó con Derrick Moo Young, un jamaiquino de origen chino a quien había conocido en Londres, para que supervisara las inversiones cuando estuviera fuera de la ciudad.
Esa relación comercial fue el móvil que la justicia estadounidense usó para corroborar el testimonio de Neville Butler, un sujeto que aseguró haber presenciado el crimen.
Derrick Moo Young y su hijo adulto, Duane, fueron encontrados por una mucama en un charco rojo en la habitación 1215 del Hotel Dupont Plaza, el 16 en octubre de 1986, en pleno apogeo de la guerra narco por el tráfico de cocaína en Miami.
Derrick había sido asesinado con seis disparos y para su hijo había alcanzado con uno certero. La sangre salía al corredor y hasta la puerta de la habitación opuesta. Ninguno había reservado el cuarto, en él que se hospedaba un colombiano que fue interrogado unos pocos minutos por los agentes que hicieron la inspección del lugar.
Esa fatídica noche para los Young, Maharaj fue arrestado por asesinato en primer grado, secuestro y posesión ilegal de arma de fuego. Un año después, un jurado del tribunal del condado de Miami Dade lo declaró culpable y fue condenado a pena de muerte.
Las autoridades recopilaron como pruebas las declaraciones de Butler -quien supuestamente fue retenido por el acusado-, y el arma homicida, un Smith & Wesson de 9 mm con un número de serie algo similar al arma que poseía Kris.
Maharaj no tenía antecedentes de violencia, y tenía una coartada fuerte con al menos seis testigos que lo ubicaban a, exactamente, 50 kilómetros de distancia de la escena del crimen al momento de los asesinatos, en Fort Lauderdale: la psicóloga Marianne Cook, un hombre de un café cercano a su oficina, un agente inmobiliario con despacho en su mismo edificio, el administrador de un restaurante donde almorzó y otros más, según BBC. Pese a ello fue declarado culpable.
Inconsistencias
Krishna Maharaj ha negado ser el autor del crimen, siempre. Por supuesto, decidió apelar. Neville Butler, el testigo clave de la Fiscalía, no pasó el detector de mentiras, cambió su historia varias veces y fue desestimado.
El mismo juez fue arrestado por aceptar sobornos de un agente encubierto que se hizo pasar por miembro de un cartel de drogas. Una corte de apelaciones estableció que el número de serie del arma homicida podría ser el de miles similares. Los seis testigos hablaron en su defensa.
Pero siete tribunales distintos han concluido que su condena debe mantenerse. «La evidencia del Sr. Maharaj consiste en alegaciones vagas que invitan a inferencias, y ninguna de ellas se une de manera coherente sin inferencias adicionales.
Solo sus conclusiones llenan el vacío, pero este tribunal no está obligado a aceptar tales conclusiones», escribió en una ocasión el Asistente del Fiscal General Jeffrey Geldens. No hubo más juicios, pero en 2002 consiguió rebajar la pena a cadena perpetua, 16 años después de su arresto.
Desde el inicio de la disputa judicial, su defensa -gratuita- ha estado en manos de la organización benéfica de derechos humanos del Reino Unido Reprieve, quien ha descrito el caso como «un error épico de la justicia».
Kris ha sido apoyado por medios y políticos británicos durante años. En 2001, un grupo de 300 políticos, líderes eclesiásticos y jueces exigieron al entonces gobernador de Florida, Jeb Bush, un nuevo juicio porque la condena estaba «plagada de fallas».
Y entonces una nueva clave del caso, nunca antes contemplada, surgió para dar un halo de esperanza a Krishna Maharaj: el recién formado Cártel de Medellín tenía cuentas pendientes con Young.
«Fue orden de Pablo Escobar»
En 2014, el abogado de Maharaj, Clive Stafford Smith, fundador de Reprieve, anunció que tenía «pruebas abrumadoras» que incriminaban al cartel de la cocaína con el doble homicidio. Se sostuvo en que en aquella época los mafiosos colombianos estaban activos en la escena de violencia de Miami. Descubrió que los Young lavaban dinero en efectivo para el extinto capo Pablo Escobar, cabecilla del Cartel de Medellín. Y que le robaron, por eso los mandó a matar.
De hecho, en la habitación del hotel que estaba al frente de donde sucedió el crimen se alojaba un presunto miembro del Cartel de Medellín, según documentos judiciales. Por eso Smith buscó pruebas sobre la participación de Escobar, que incluyeron dos testimonios claves.
En ese momento, se destapó que las autoridades federales -según el abogado- no solo tenían conocimiento del lavado de activos que hacían los Young cuando inició el primer juicio, sino registros que podrían ayudar a exonerar a Maharaj.
Pero estas no tenían la obligación de divulgar la información, incluso con solicitud de un tribunal estatal. Así que en 2015, el juez William Thomas rechazó la apelación por considerar la evidencia «demasiado débil y con problemas de admisibilidad».
Ello, pese a los testimonios claves que había encontrado Smith, de uno de los sicarios líderes de Pablo Escobar y de un ex policía de Miami que estuvo en la escena del crimen esa noche.
Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias ‘Popeye’, el principal asesino de Escobar, admitió que su jefe había mandado a matar a los Moo Young por tomar parte del dinero de la cocaína que les habían dado para lavar.
«Nunca había oído de Krishna Maharaj, pero sí recuerdo quién mató a los Moo Young: un asesino conocido como ‘Cuchilla'».
Eso manifestó el sicario según cita Daily Mail. Se refiere a Guillermo Zuluaga, quien se presume está muerto.
Asimismo, el ex policía de Miami Michael Flynn afirmó que en esa época muchos oficiales corruptos se habían aliado con los carteles de droga, y admitió que conoció que ellos incriminaron a propósito a Maharaj.
«Tengo la obligación moral de ayudar a liberar a un hombre que fue incriminado y encarcelado durante 26 años (entonces), y pasó varios de ellos condenado a muerte. Podría haber sido ejecutado por algo que no hizo», escribió en una carta publicada por la BBC.
Flynn había visitado la escena del crimen la noche de los asesinatos, y uno de los oficiales a cargo le dijo claramente que iban a incriminar falsamente a Krishna Maharaj. Entonces no lo denunció por miedo a perder su trabajo y, sobre todo, por su seguridad y la de su familia, pues dijo que sabe de lo que serían capaces. «Le temo más a la Policía que a los narcotraficantes», alegó.
Kris, ya con 79 años, permanece en una prisión de Estados Unidos en una silla de ruedas, tras perder la movilidad de una pierna gracias a una infección bacteriana que contrajo por las condiciones de la cárcel.
Cada semana recibe la visita de su esposa, Marita Maharaj, quien vive cerca del lugar de su reclusión y depende de la caridad de sus amigos, porque toda la fortuna que habían alcanzado se fue en el proceso judicial.
«Sólo quiero estar en un lugar agradable y tranquilo con él. Caminar cerca del mar con un perro, tomar una taza de té en la cama juntos. Si quisiera abrazarlo, podría, si quisiera besarlo, podría».
Eso dijo en entrevista con el Mirror.
La visita semanal solo le permite besarlo y abrazarlo a su llegada y a su salida. El resto de los días -dice el periódico británico- el contacto se restringe a una llamada de cinco a 10 minutos que escuchan los guardias.