Esa mañana Philip Savopoulos, de 10 años, estaba descansando en su mansión de Washington DC.
Su empleada, Veralicia Vera Figueroa, ya estaba allí y en pocas horas terminaría su jornada y podría regresar a su casa.
El niño permaneció en el hogar porque estaba enfermo e intentaba reponerse. No pudo asistir al tradicional colegio al que concurría. (Matthew Shepard: el bestial asesinato de un chico gay que cambió EEUU)
Sus padres, el multimillonario empresario Savvas Savopoulos y su esposa Amy, prefirieron que estuviera en su casa, donde contaba con todas las comodidades. Vera podría cuidar de él.
Daron Wint, de 37 años, había trabajado en una de las pujantes empresas de Savopoulos. Creía conocer los movimientos de la familia. Su disponibilidad de dinero. Todo.
Entonces, planificó junto a sus hermanos -de acuerdo al propio abogado defensor- el asalto y robo a la multimillonaria familia. Pero todo salió mal. Era la mañana del 13 de mayo de 2015.
Cuando Amy volvió a casa desde su oficina, se encontró que dentro estaban Vera y su hijo en poder de Wint. Los había maniatado. No podían moverse. Hizo lo mismo con la mujer de 47 años. Pero con un agregado: la obligó a llamar a su esposo para que llevara a su domicilio 40 mil dólares. Al llegar, Savvas también fue tomado de rehén.
Pero luego de que ese día Vera -57 años- no retornara a su casa, la mañana siguiente su marido y su hija entraron en pánico y decidieron ir ellos mismos hasta la mansión de Savopoulos en el 3200 de Woodland Drive, Washington. Habían intentado comunicarse con ella por teléfono, pero no habían podido. Llegaron a las 10 am.
Pero todo estaba silencioso. Tranquilo. Demasiado tranquilo pensó Alfaro, el marido de la empleada. (Este ex jugador de fútbol planeó el asesinato de su novia embarazada y reclamó la custodia de su hijo tras salir de prisión)
El hombre dejó que su hija Claudia Alfaro se quedara sentada en el automóvil y actuar por sí. Llamó a la puerta, pero no encontró réplica alguna.
«Nadie me responde. Siento que alguien está allí adentro pero que no me quiere responder», le dijo a su hija de 36 años que lo acompañó.
Pensó en intentarlo una vez más, pero esta vez lo haría por la parte trasera de la propiedad. En el momento en que estaba dirigiéndose hacia allí, recibió un llamado. Savvas Savopoulos, decía la pantalla de su teléfono celular.
«Lo siento mucho, lo siento mucho», fue el lamento y las disculpas de Savapoulos del otro lado de la línea. Le informó que Vera había acompañado a su esposa al hospital luego de que cayera enferma. Le prometió que luego lo llamarían con más detalles.
Nunca más recibirían un llamado de la familia
No fueron los únicos que se preocuparon por la falta de respuesta desde el interior de la casa, o de la familia del multimillonario empresario. Pero ninguno creyó que estuviera pasando algo trágico en el interior de aquella mansión en pleno corazón de la capital norteamericana.
Jueves y viernes. Fueron dos días de terror. Dos días de torturas, ataduras, golpes, ahorcamientos y otras aberraciones contra los cuatro. Wint no tuvo piedad con ellos. Los roció con gasolina y los prendió fuego.
Pocas horas después de que Alfaro y su hija Claudia dejaran la propiedad, un vecino alertó que había un incendio en la mansión de los Savapoulos. Eran las 1.20 pm. Minutos antes, el Porsche blanco del empresario había partido de la casa. No era Savvas quien conducía.
Cuando los bomberos irrumpieron en la vivienda encontraron los cuerpos sin vida de los cuatro. Habían sido atados, golpeados, torturados durante días, asesinados a puñaladas y quemados. Tras la masacre, Wint quiso ocultar todo con un incendio. Absurdo.
El homicida había sido visto por personal de seguridad de una de las residencias diplomáticas que está en la zona a quien le llamó la atención su presencia. El custodio testificó y el criminal fue detenido el 21 de mayo. Los restos de ADN de Wint fueron hallados en una pizza en la mansión de Savopoulos.
Wint fue encontrado culpable hoy del homicidio de la familia de Washington DC y de su empleada. Los cargos contra él fueron asesinato en primer grado, asalto con arma de fuego, secuestro, robo, extorsión, robo e incendio. Pasará el resto de su vida en prisión. Algo de justicia ante tanta destrucción.