Historias insólitas

Juanito, el único niño español preso en el extranjero

Tiene tan solo dos años y se encuentra en una celda de Colombia

Juanito, el único niño español preso en el extranjero
Juanito

Juanito nació en Granada. Sin embargo, ahora está en una celda de 10 metros cuadrados dentro de una prisión de Cali junto a su madre, condenada por narcotráfico. Así lo cuenta el periodista de El Mundo, Pedro Simón, quién muestra cómo ha cambiado la vida del pequeño español desde el 21 de abril de 2017, cuando su progenitora y otra mujer fueron detenidas en el aeropuerto tratando de sacar, cada una, medio kilo de cocaína de Colombia:

A la edad en que otros corren por el parque, él lo hace encerrado en un patio. Debería estar en la casa familiar de Dúrcal (Granada), pero está con su madre en una celda de la cárcel de Jamundí, al sur de Cali (Colombia).(El «Robin Hood» de Hong Kong lanza dinero desde una torre y termina preso)

No ha roto ni un plato. Todavía lleva pañales. El chaval se piensa que la vida es esto que le ha tocado: el confinamiento gris, las nubes que pasan de largo por encima de la prisión, el mundo sin parques. Por algo es único.

Veamos lo que dicen las cifras. De los 1.010 conciudadanos recluidos en el exterior (datos oficiales a 31 de octubre), 27 están en Colombia. De los 27 que están en Colombia, seis se encuentran en esta cárcel de Cali. De los seis que están en esta cárcel de Cali, sólo uno es un niño. (Un preso dispara a diestro y siniestro en un hospital después de arrebatarle la pistola a un agente)

Si te llamas Juanito, has cumplido dos años y cuatro meses y eres el único niño nacido en España encarcelado en el extranjero, es que tienes una historia.
La celda

La celda en cuestión no llega a los diez metros cuadrados. En un lado hay un camastro para la madre. En el otro hay una cuna para el hijo que también hace las veces de armario y de zapatero. Hay un lavabo y un urinario a la vista. La puerta de barrotes se cubre con una tela a modo de cortina para preservar la intimidad.

¿Qué hace allí dentro este español tan pequeño? ¿Cómo llega un niño de Granada a una celda colombiana?

Viajamos al 21 de abril de 2017. En el aeropuerto internacional Alfonso Bonilla Aragón, en Cali, dos mujeres españolas se disponen a abandonar Colombia después de una estancia de 10 días que les va a reportar 18.000 euros.

Una de ellas es Patricia G. B. y la otra responde al nombre de Verónica S. P.

Las dos amigas que se disponen a pasar el control de seguridad tienen varias cosas en común.

1. Ambas rondan los 33 años.

2. Son de un pueblo granadino de 7.000 habitantes llamado Dúrcal.

3. Cada una trata de sacar escondido medio kilogramo de cocaína en el equipaje de mano.

4. Las dos lo hacen con un crío. El de Patricia viaja en sus entrañas: no sabe que está embarazada de un mes y que el niño se llamará Emmanuel. El de Verónica tiene un año: está a punto de convertirse en un niño insólito. Con ustedes, Juanito.

Lo de las dos vecinas de Granada tiene mucho de convencional. Las mujeres se pasaron dos semanas en la comisaría del aeropuerto y dos meses en un centro policial en la localidad de Palmira. Habrá quien hable de unas madres condenadas y habrá quien prefiera hablar de unas condenadas madres. En cualquier caso, quien tenía que juzgarlas ya lo hizo. En la sentencia dictada, la condena definitiva fue de 36 meses de prisión para cada una de las mulas.

Lo de Juanito es distinto. Otro tipo de paquete pegado al cuerpo: los pañales que le ha hecho llegar la Sociedad Española de Beneficencia de Cali. Otro tipo de polvo blanco: el de la leche. Permaneció siete meses con un matrimonio bajo la supervisión del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Pasado ese tiempo -corre, Juanito-, ingresó en la cárcel para compartir celda con su madre.

A Patricia le conmutaron la cárcel por arresto domiciliario cuando estaba embarazada de seis meses. Mientras el Ministerio de Asuntos Exteriores tramita la nacionalidad española del niño, cumple condena con Emmanuel (un año) en una casa de una familia situada en uno de los barrios más degradados de Palmira, a 26 kilómetros de Cali.

Verónica permanece junto a Juanito en la cárcel caleña. Tenemos una celda de tres metros por tres. Dos desvencijados colchones de espuma. Tenemos otros ocho niños en el pabellón de maternidad de la prisión. Varios peluches. Y, no lo olvidemos, también tenemos un niño español de dos años y cuatro meses que jamás ha caminado 500 metros en línea recta.


Siempre en crisis

En los peores años de la última crisis económica, llegó a haber 241 presos españoles en Colombia. Historias que en muchas ocasiones respondían al mismo patrón: la odisea de la incauta incautada, una mujer captada por las mafias que se la jugaba en un viaje a la desesperada para saldar sus deudas. Gente a la que le cayó la crisis como un alud. Lo que pasa con Verónica y Patricia es que siempre vivieron en crisis.

Verónica. No tiene relación con su padre y su madre arrastra varias adicciones. Uno de sus tres hermanos fue detenido por un asunto de drogas y el otro, que vive de los servicios sociales, fue criado por ella. Tiene dos hijos de dos parejas distintas. A Juanito no le dio los apellidos paternos porque acabó denunciando a aquel hombre por malos tratos.

Patricia. Tiene ocho hijos también de dos parejas diferentes. Dos de ellos viven en la localidad de Motril con su padre y dos lo hacen en Dúrcal con el suyo. Otros tres están con su abuela materna. Y luego está Emmanuel, que aún no ha tenido la oportunidad de conocer a ninguno de los anteriores.

«Entonces tenía siete hijos, estaba en paro y me pusieron delante el dinero fácil. Pero nadie me obligó a hacer lo que hice«, concede Patricia por teléfono desde Cali. «Entiendo que cometí un delito y que tengo que pagar por ello. Pero no podemos seguir aquí. Si no es por nosotras, que piensen en nuestros hijos».

La Oficina de Información Diplomática (OID) reconoce algunos otros casos que recuerdan al supuesto de Juanito. Se refieren básicamente a niños con doble nacionalidad: madres españolas que tuvieron un hijo con una persona extranjera en el país donde terminaron presas.

Sabíamos que aquí en España, como norma general, estos niños permanecen en la cárcel con sus progenitoras hasta que cumplen tres años de edad (prorrogable). Sabemos que ahora mismo hay 89 críos confinados en distintos recintos penitenciarios junto a 84 madres que cumplen condena; que 42 son menores de un año y que 22 son menores de dos.

Lo que no sabíamos es que ahí fuera, concretamente en una celda de Cali, estaba el caso hiperbólico de Juanito.

Cuando lo supieron en la Fundación +34 (que trabaja por la calidad de vida de los presos en el extranjero), fueron a visitar el Consulado español en Bogotá y al niño, le llevaron ropa y juguetes, le hicieron un reconocimiento médico y ahora levantan la voz.

«Si para cualquier niño crecer en un entorno carcelario es muy duro, lo es más cuando estás a más de 10.000 kilómetros de tu tierra«, señala Javier Casado, su director. «Es un hábitat que, pese al cariño que recibe por parte de las funcionarias, seguramente dejará unas secuelas psíquicas difíciles de olvidar».
El retorno

El Código Penal de Colombia establece que los reclusos pueden lograr la libertad condicional una vez cumplidas las tres quintas partes de la condena, fecha que vence en febrero para ambas internas.

Si en esa fecha accediera el juez, Verónica y Patricia podrían retornar a España con sus hijos. «Lo más normal en estos casos es que se les conceda», aseguran fuentes jurídicas colombianas consultadas por El Mundo. En el caso de los presos españoles en el extranjero sin recursos económicos, la pregunta siempre es la misma: ¿quién paga los billetes de vuelta? Un vuelo Cali-Madrid para dos personas sale por 1.500 euros aproximadamente. El salario mínimo en Colombia equivale a algo más de 200.

«Desde nuestra organización pedimos que se costee el retorno de los niños con sus madres, ya que ninguna de ellas ni de sus familiares tienen recursos suficientes para pagar los peajes de avión de vuelta», reclama Javier Casado. «Saber que para dos niños españoles la noche del 5 de enero no significará nada más que otro día en el calendario, te hace poner de mala leche. Jamás nos podríamos perdonar como país que esta historia no tuviera un final feliz, porque estaríamos fracasando como entidad. Si la palabra patriotismo bien entendida tiene algún significado, ése ha de ser el de ayudar a Juanito y a Emmanuel a salir de allí».

No ha roto ni un plato. Todavía lleva pañales. El chaval se piensa que la vida es esto que le ha tocado: un inodoro en mitad de la celda, esta jaula de hámster.

Juanito anda ahora en esos días en que la madre te quita el pañal para ver si haces tus cosas como un mayor. En regañar a una langosta roja de peluche. Y en descubrir ciertas cosas identitarias: este diciembre, por primera vez, ha probado los polvorones.

No hay nada como la prueba del huevo para explicar este confinamiento.

-¿Qué hace un niño español cuando le das un huevo de esos de chocolate con premio? -pregunta quien le ha ido a visitar tres veces a la cárcel.

-Abrirlo y coger el regalo de dentro.

-En efecto… Pues Juanito no. Juanito, el tío, se lo come como si se lo fueras a quitar.

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