«La religión en un asunto privado y solo debería ser celebrada en las casas o las iglesias».
Este mantra puso a una mujer de Estados Unidos en el centro de la tormenta, en una sociedad profundamente religiosa (¿Sabes por qué la Navidad estuvo prohibida durante años en Estados Unidos y Reino Unido?).
Madalyn Murray O’Hair es considerada por muchos como «la mujer más odiada» de toda la nación. Probablemente ningún ateo ha sido más famoso que ella en el país (Roban 400.000 euros en una administración de lotería que vendió ‘El Gordo’ de Navidad).
En Estados Unidos, donde más del 70% de la población se identifica como cristiana según la encuestadora Gallup, ir en contra del cristianismo es enfrentarse a un país (La Gala de Navidad de ‘OT’ recibe una lluvia de críticas por el trato a los concursantes).
Murray O’Hair presentó decenas de demandas ante cortes federales para garantizar que hubiera un distanciamiento entre estado y religión en las instituciones públicas:
- Desafió los servicios religiosos semanales en la Casa Blanca.
- Desafió la inclusión de la frase In god we trust («En dios confiamos») en los billetes estadounidenses.
- Logró que la constitución del estado de Texas eliminara el requisito de «creer en dios» para poder ocupar cargos de confianza pública.
Y en esta época del año -cuando muchas escuelas e instituciones públicas de Estados Unidos celebran las fiestas navideñas- es preciso recordar a la mujer que también se batió en corte para que la Navidad fuera prohibida en todas las instituciones financiadas con dinero de los contribuyentes.
Una mujer repudiada
Madalyn Mays (nombre de soltera) nació el 13 de abril de 1919 en Pittsburgh, Pensilvania. Su padre era presbiteriano y su madre luterana.
Durante la Segunda Guerra Mundial ingresó en el Cuerpo de Ejército de Mujeres y hasta el final de la guerra trabajó como criptógrafa en Italia.
Estando casada con su primer esposo, comenzó una relación con un hombre casado de apellido Murray. De él adoptó el apellido y con él tuvo su primer hijo.
Pero este hombre no quiso dejar a su esposa, así que Murray se mudó a Baltimore, Maryland en 1954, a la casa de su madre. Allí tuvo un segundo hijo con otro hombre.
Estudió Leyes, pero le era difícil mantener un empleo fijo, por sus diferencias con los empleadores y un explosivo carácter que ha sido descrito por algunos como «agresivo» y «desagradable».
En 1960, mientras su hijo menor asistía a la escuela pública en Baltimore, Murray presentó una denuncia contra el sistema de escuelas de la ciudad, por sus prácticas obligatorias de oración y lectura de la biblia.
El caso fue conocido como Murray contra Curlett.
En él, Murray puso a su hijo de 14 años como demandante y, tres años después de una contienda legal que fue ampliamente televisada, la Corte Suprema de Estados Unidos falló a su favor y declaró inconstitucional esta práctica en las escuelas de Maryland.
«El Estado no tiene potestad para promover creencias religiosas», sentenció la Corte.
El resultado del litigio significó una victoria para esta mujer, pero para ese entonces ya era repudiada en el país.
Además de lo mediatizado que fue el caso, Murray aparecía con frecuencia en programas televisivos defendiendo el ateísmo y llamando a la religión un acto de «ignorancia» y «superstición».
Particularmente en Baltimore, a la familia la acosaron tanto que Murray decidió mudarse a Hawái con sus hijos.
Allí se casó con un marine de apellido O’Hair y adoptó el nombre que llevaría hasta su trágica muerte.
Prohibir la Navidad
Aprovechando la notoriedad del caso, en 1963 fundó la Asociación Atea de Estados Unidos, una organización sin fines de lucro que ha llevado más de 20 casos a distintas cortes federales tratando de marcar una separación entre Iglesia y estado.
Según la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos se considera inconstitucional prohibir la práctica de cualquier religión, así como limitar la libertad de expresión, prensa y el derecho a la reunión pacífica.
Sin embargo, esta enmienda también especifica que ninguna religión deberá ser privilegiada por encima de otra.
Como en muchas otras escuelas públicas, financiadas por el gobierno con fondos de los contribuyentes, el hijo más pequeño de O’Hair debía rezar diariamente diez versos de la biblia antes de comenzar las clases y participar en una sesión de rezos.
Pero después del litigio que hizo que la Corte Suprema prohibiera estas actividades por considerarlas una violación de los derechos de la Primera Enmienda, O’Hair siguió su batalla.
Esta vez se opuso a la celebración de la Navidad en instituciones públicas como las escuelas estatales argumentando que, al ser una festividad cristiana, promovía una religión por encima de las otras y constituía una forma de adoctrinamiento.
«Imaginen que los judíos digan que solo se celebrará Hanukkah en las escuelas públicas. Los cristianos seguramente protestarían», dijo O’Hair en la televisión nacional.
«La religión es algo que no tiene cabida en las instituciones financiadas con dinero público».
«Vamos a las escuelas a aprender qué hacer en nuestra cultura y cómo nos ganaremos la vida».
O’Hair no ganó en esta ocasión, pero la Asociación Atea no ha parado en su lucha por eliminar la festividad.
En 2010, un cartel gigante de US$20.000 financiado por la fundación apareció en una carretera de alto tráfico entre Nueva Jersey y Nueva York.
Decía: «Sabes que (la Navidad) es un mito. Este año celebra el sentido común».
Secuestro y asesinato
Durante un intercambio con el público en un programa de televisión en los años 70 una mujer cristiana se puso de pie, tomó el micrófono y le dijo a O’Hair algo que dos décadas después pareció ser un presagio.
«Si no entra en razón, su muerte será tan miserable que le demostrará a sus seguidores cuán equivocada está», le advirtió la mujer.
La muerte de O’Hair no pudo ser más trágica.
En agosto de 1995 desapareció junto a su hijo mayor y su nieta, y US$600.000 también se desvanecieron de la cuenta bancaria de la Asociación Atea.
En ese momento se especuló que la familia había huido con el dinero.
Las primeras advertencias a la policía por parte de compañeros de trabajo y conocidos no fueron atendidas. Nadie parecía interesado en buscar a la «mujer más odiada de Estados Unidos».
Investigaciones posteriores del Buró Federal de Investigaciones estadounidense (FBI) encontraron que los O’Hair habían sido secuestrados y asesinados, como parte de la venganza personal de un exempleado de la mujer.
David Waters, el hombre que cometió el crimen junto a dos cómplices, había sido despedido por robar dinero de la Asociación Atea y O’Hair lo había expuesto en un artículo que escribió para la revista de la fundación.
El lugar de entierro fue un misterio por varios años, pues Waters se negaba a revelar dónde había depositado los cuerpos.
En 2001 accedió a llevar a las autoridades hasta un rancho en Texas. Allí descansaban los tres cadáveres.