El hombre con la visión más fiable en tecnología y emprendimiento

Ni Jeff Bezos ni Bill Gates, quién es Masayoshi Son el hombre más poderoso de Silicon Valley

Masayoshi Son es el presidente de SoftBank y ha creado un fondo de inversiones de USD 100.000 millones, Vision Fund, que apuesta sobre el futuro del mundo.

Ni Jeff Bezos ni Bill Gates, quién es Masayoshi Son el hombre más poderoso de Silicon Valley
Masayoshi Son, el hombre más poderoso de Silicon Valley. YT

Se llama Masayoshi Son, es el presidente de SoftBank y ha creado un fondo de inversiones de USD 100.000 millones, Vision Fund, que es «su apuesta sobre el futuro de, en fin, todo», según lo presentó Fast Company en un perfil exhaustivo.

Luego de casi cuatro décadas de hacer de SoftBank un conglomerado telecom, Son, un negociante inveterado, lanzó hace dos años este emprendimiento sin precedentes para sostener startups que él cree que están creando una nueva ola de revuelta tecnológica

En el valle que se extiende desde San José a San Francisco, en California, ninguna otra pregunta tiene tanta importancia como «¿En quién va a invertir Son ahora?». Aunque él ni siquiera vive allí —su residencia principal queda en Tokio—, desde octubre de 2016 ha invertido más de USD 70.000 millones, con un mínimo de USD 100 millones por startup.(El sector tecnológico es lastrado por Apple)

Más allá de Vision Fund, Son también invierte desde SoftBank. Por ejemplo, de allí salieron los USD 20.000 millones que ha vertido —hasta hoy— en Uber y en WeWork mediante una combinación de instrumentos financieros. «Hace 20 años comenzó internet; ahora la inteligencia artificial está a punto de comenzar a gran escala», dijo Son a sus inversores en noviembre.

«Las computadoras, cree Son, conducirán el planeta de manera más inteligente que lo que pueden los humanos», escribió Katrina Brooker en su texto para Fast Company. «Y Son vierte una cantidad de capital sin precedentes en la gente y las empresas que utilizan inteligencia artificial y aprendizaje automático para mejorar las industrias que afectan nuestras vidas: desde los bienes raíces hasta la alimentación, pasando por el transporte».

Son reveló su visión del futuro —«tengo un plan de 300 años»— en 2010, durante una presentación ante los inversores de SoftBank. Muchos encontraron que el futuro de chips cerebrales, animales clonados y relaciones entre humanos y robots que describió era, como mínimo, distópico. Pero Son creía, y cree, que la tecnología mejorará la calidad de vida de las personas y tiene recursos para perseguir sus sueños.

«Él es uno de los pocos con el poder de tomar decisiones que podrían tener consecuencias globales en el futuro de la tecnología y la sociedad durante décadas, o siglos», destacó el artículo. «Los algoritmos, el software y las redes tienen inclinaciones, y a Son le gusta apostar por fundadores que le recuerdan a sí mismo, o al menos comparten sus ideales. Los valores de Son, entonces, se convertirán en los nuestros».(Apple y la curva de tipos vuelven a meter miedo. SP500, DAX, Ibex y EurUsd)

¿Cuáles son los valores de este hombre de 61 años, no muy alto, de hablar suave? Quienes lo conocen lo describen como alguien espabilado, humilde y con un sentido del humor autocrítico. Rara vez se lo ve de traje; es más habitual que use jeans. Le encanta Star Wars y puso un muñequito de Snoopy sobre su escritorio cuando alguien le dijo que se parecía vagamente a Charlie Brown.

En una pared tiene un retrato de un famoso ronin, Sakamoto Ryoma: el héroe de la infancia de Son, de origen humilde como él, que derrotó a los shogunes de la era Tokogawa e impulsó a Japón hacia la edad moderna. «Cada mañana, cuando llego a trabajar, me recuerda que tome una decisión digna de Ryoma», dijo una vez durante una conferencia. «Ryoma fue el cimiento de mi vida».

Hijo de emigrados coreanos en la década de 1960, cuando el racismo y la xenofobia eran enormes en Japón, Son fue bautizado Masayoshi, que significa justicia,  porque su familia esperaba que el nombre sonara digno y lo protegiera de la discriminación. No fue el caso. Sufrió bullying en la escuela. Pero su padre, Mitsunori, le dio fuerzas: «Creo que eres un genio», le dijo. «Todavía no conoces tu destino».(Ken Kocienda: el ex ingeniero de Apple que desvela lo jodido que fue trabajar con Steve Jobs)

Poco antes del lanzamiento de Vision Fund, a mediados de 2016, Son ofreció una cena en su propiedad de Woodside, en California. Entre los invitados estaba Simon Segars, CEO de la firma de diseño de chips Arm. «Comenzamos a hablar sobre inteligencia artificial y todas esas tecnologías con miras al futuro», dijo Segars a Brooker.

«Conversaron sobre cómo se podía usar la tecnología de Arm para convertir cualquier cosa —mesas, sillas, refrigeradores, automóviles, puertas— en un objeto conectado«, siguió el artículo. «Son presionó a Segars: si el dinero no fuera un límite, ¿cuántos dispositivos podría crear su tecnología?»

En dos semanas Son fue al grano: quería comprarle Arm. «En un acuerdo que dejó estupefacta a Wall Street por su velocidad y su audacia, SoftBank ofreció USD 32.000 millones por la empresa, 43% más que su valor de mercado en el momento».

Ahora que tenía los chips para interconectar los objetos cotidianos del futuro en una red inteligente, Son necesitaba más dinero. Entonces creó Vision Fund.

Su primer inversor fue el Fondo Público de Inversiones de Arabia Saudita, que en octubre de 2016 puso USD 45.000 millones.

Dos años más tarde el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, a manos de agentes del gobierno del reino y, según las agencias de inteligencia más importantes del mundo, por orden del príncipe heredero Mohammed bin Salman, haría que ese capital inicial causara malestar en el mundo. Pero en aquel momento es difícil exagerar la importancia del volumen de dinero que atrajo Son: el capital de riesgo en su conjunto, en el mundo, era de USD 70.000 millones anuales.

«La movida transmitió tanta confianza en la visión de Son y su capacidad para ejecutarla que pronto atrajo a otros inversores, como Apple, Foxconn y Qualcomm«, agregó Fast Company. «En mayo, el fondo tenía amarrados USD 93.000 millones».(Hija mayor de Steve Jobs revela detalles del lado más oscuro de su padre)

Son explicó que «la próxima etapa de la revolución informática está en marcha, y construir el negocio que la hará posible requeriría una inversión sin precedentes por su gran escala y su largo plazo». Y, aunque no lo dijo, con ese capital se sintió listo para dominar Silicon Valley.

Empezó con WeWork, firma a la que considera su próxima Alibaba, porque en 2000 invirtió USD 20 millones en lo que era una plataforma experimental de comercio electrónico chino, cuya capitalización bursátil actual es de casi USD 400.000 millones. Por eso hasta ahora Son ha invertido USD 10.650 millones. Y WeWork los ha empleado en parte para duplicar sus lugares en el mundo en 15 meses, comprar seis empresas e invertir en otras tantas.

«El potencial de WeWork radica en lo que podría suceder cuando se aplica la inteligencia artificial al ambiente donde la mayoría pasa la mayor parte de sus horas del día«, explicó el artículo. La empresa posee un software que le permite administrar sus 335 ubicaciones del mundo. Mediante un sistema de sensores, el programa registra los movimientos de las personas para explorar cómo utilizan su espacio de trabajo, a los fines de ajustar desde el diseño hasta el empleo.

Son también invirtió en Nauto, la startup que fundó Stefan Heck y que fabrica cámaras con inteligencia artificial para vehículos sin conductor, y en Light, que hace cámaras de 3-D para vehículos sin conductor: «Su estrategia es hacer varias apuestas en las mismas categorías; la casa gana de todas maneras», explicó el texto.

Sam Zaid, CEO de la plataforma Getaround para compartir automóviles, recordó que Son le preguntó cómo podía ayudarlo a que la empresa creciera 100 veces antes de darle USD 300 millones. «La gente como Masa es la que puede acelerar nuestro mundo», dijo a Fast Company Dara Khosrowshahi, el CEO de Uber, para quien Son es su inversor máximo.(Ni te imaginas la insólita condición que la mujer de Bill Gates tuvo que aceptar antes de casarse)

Son manifestó esa visión desde que se graduó en economía y ciencias de la computación en la Universidad de California en Berkeley, y regresó a Japón para lanzar SoftBank en 1981. Contrató dos empleados part-time y armó un plan de venta de software para 50 años. Casi nadie tenía computadoras; en consecuencia, el negocio de los programas era escaso. Son se quedó sin sus empleados cuando, a pesar de no tener clientes, les dijo que su plan estimaba ventas de USD 75 millones en cinco años.

Así como una vez aconsejó a su padre que regalara un café para que la gente entrara a su cafetería (y una vez allí compensara la pérdida con otros consumos), él mismo regaló modems en la calle. Perseveró hasta que a mediados de la década de 1990 SoftBank fue el distribuidor de programas más grande de Japón.

En 1997, cuando ya cotizaba en la bolsa, invertía en Silicon Valley, por ejemplo en Yahoo e E-Trade. En enero de 2000 tenía más del 7% de los valores públicos de las empresas de internet, mediante más de un centenar de inversiones. Compró un banco y llevó el Nasdaq a Japón como un joint-venture.

Durante tres días fue más rico que Bill Gates. Entonces llegó abril de 2000, cuando la burbuja explotó.

Y sin embargo Son, convencido, siguió invirtiendo en pleno apocalipsis puntocom: aunque perdió USD 70.000 millones por la caída del 90% en las acciones de SoftBank, pasó de tener intereses en 200 empresas de internet a tenerlos en 600 hacia marzo de 2001.

Hoy los 11 socios de Vision Fund deciden en una reunión semanal cuál entrepreneur está listo para recibir su oferta. Uno de los capitalistas de riesgo del fondo, Jeffrey Housenbold, ex CEO de Shutterfly, encabeza la construcción de un sistema que rastree la startups emergentes, para identificar inversiones posibles de manera más eficiente.

«Un elemento clave de su creación de valor proviene de conectar a las empresas para que se ayuden a crecer entre sí«, señaló el artículo. «Son ofrece comidas y organiza eventos para reunir a la gente y sugiere que cada uno utilice los servicios del otro«. Así Compass y Uber rentan espacios a WeWork; Mapbox, un sistema de navegación con inteligencia artificial, firmó un acuerdo con Uber; Nauto está en conversaciones con GM Cruise, el creador de software para vehículos sin conductor en el cual SoftBank invirtió USD 2.250 millones.

Pero a veces un factor externo impacta en el desarrollo de un proyecto, y en el caso de Vision Fund fue el asesinato de Khashoggi.

«Casi de inmediato, Son fue arrojado al centro de un torbellino geopolítico. Las acciones de SoftBank cayeron mientras los inversores se preocupaban por las implicancias de sus vínculos cercanos con el príncipe heredero», recordó Fast Company.

Algunas de las empresas que recibieron capital de Vision Fund tomaron distancia de Arabia Saudita: Robert Reffkin, de Compass, dijo en un comunicado que el homicidio había sido «más que perturbador, porque la libertad y la seguridad de la prensa es algo que me resulta increíblemente importante». Khosrowshahi, de Uber, y Segars, de Arm, no asistieron a una conferencia de inversiones en Riad en octubre de 2018. Y aunque Son tampoco fue —otro representante de Vision Fund ocupó su lugar—, se reunió con Mohammed Bin Salman en ese mismo momento.

Se ignora de qué hablaron, pero se cree que Son recibió alguna tranquilidad ya que en noviembre de 2018 anunció planes para una red eléctrica de energía solar en Riad.(Bill Gates cree necesarios los impuestos para los robots para proteger los empleos humanos )

En todo caso, el tejido internacional que Son armó en cuatro décadas se extiende mucho más allá de Arabia Saudita: empresarios como Gates, Warren Buffett y Jack Ma, y líderes globales como Xi Jinping, Nahendra Modi y Donald Trump son parte de él, según la nota.

Y para asegurar el futuro de Vision Fund, con o sin el dinero de la casa de Saud, Son ha tomado créditos por USD 13.000 con Goldman Sachs, Mizuho Financial, Sumitomo Mitsui Financial y Deutsche Bank. Y, desde luego, hizo nuevas inversiones: USD 1.100 millones en View, fabricante de ventanas inteligentes; USD 375 millones en Zume, que hace robots cocineros, entre otras.

«Nadie en el planeta hoy está en una posición mejor que Son para influir en la nueva ola de tecnología», concluyó Brooker. «Ni Jeff Bezos, ni Mark Zuckerberg, ni Elon Musk. Ellos pueden tener el dinero pero no la mezcla de ambición, imaginación y coraje de Son».

Y si tiene éxito, el circuito de empresas que está creando Vision Fund va a dar forma a partes claves de la economía: el mercado de USD 228 billones de bienes raíces, el mercado de USD 5,9 billones de transporte y el mercado de USD 25 billones de comercio minorista. Será, literalmente, vivir lejos de la influencia de Son.

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