Luego de sobrevivir al Holocausto, quizás pocos se esperaban un mensaje altruista por parte de Eddie Jaku, él en cambio lo tiene claro, se define como el «hombre más feliz de la tierra». Se ha impuesto como misión transmitir a las nuevas generaciones las claves para llevar una buena vida: «No debes odiar».
Eddie reveló su secreto de la felicidad en un video que se volvió viral en los últimos días.
«Tú dices ‘no me gusta esta persona'», comienza Eddie. «Pero tú no odias. El odio es una enfermedad. Destruye primero a tu enemigo, pero a ti también».
El secreto de la felicidad, según Eddie, es «una buena esposa y la amistad». Y recordó una enseñanza que le brindó su padre cuando tenía ocho años: «Hay más placer en dar que en quitar».
Al principio Eddie no entendió. «Pensé que estaba loco», dijo. «Pero no. Ahora que tengo hijos, nietos y bisnietos, sé que lo que das tiene su recompensa. Si no das nada, no recibes nada».
Y concluyó: «Quiero enseñarle a todas las personas que son jóvenes: si no aprenden de nosotros, no habrá futuro».
La historia de Eddie Jaku
Entrevistado en el podcast No Filter del sitio australiano Mamamia, Eddie Jaku también recordó el momento, hace más de 75 años, cuando junto con su familia fue llevado al campo de exterminio de Auschwitz.
Un hombre judío en la Bélgica ocupada por los nazis, Eddie había conseguido un trabajo nocturno en una fábrica de cigarrillos en Bruselas. Vivía con su familia en el ático de una pequeña casa que habían alquilado gracias al acto de compasión de un belga.
Pero en la mañana del 17 de octubre de 1942 su suerte dio un giro.
«Alguien nos denunció», contó. «Regresé a las tres y diez de la mañana. No había luces. Pensé que todo el mundo estaba dormido. Pero mis padres, mi hermana ya había sido tomados; me estaban esperando Y esta vez era para Auschwitz».
Más de siete décadas después, Eddie Jaku aún lleva el tatuaje grabado en su antebrazo: 1 7 2 3 3 8. Un recordatorio de los horrores que presenció durante sus 15 meses en el Campo de exterminio y de la muerte de sus padres.
Cuando llegó al campo, se encontró cara a cara con un hombre que determinó el destino de cientos de miles de hombres y mujeres judíos: Josef Mengele.
«El carnicero más grande que haya vivido», lo calificó Eddie.
Mengele también decidió el destino de Eddie y su padre: el «Ángel de la muerte» señaló él a un lado y su padre a otro.
«Vi a mi padre ir en un camión. Así que fui detrás de él, me agaché y estaba casi en la camioneta cuando un buen hombre, un buen soldado dijo: «¡Oye, tú! ¿No te dijo que fueras por este lado? «. Entonces me dijo: ‘Tu padre entra al camión y tú entras en el campamento’.
Entonces, Eddie dio la vuelta y entró en el campo, un sitio donde más de 1.1 millones de personas fueron asesinadas.
«Nunca volví a ver a mi padre», recordó. «Mi padre, de 52 años, y mi madre, de 43, murieron esa noche en una cámara de gas. Pasaron 20 minutos antes de que se asfixiaran».
Pero Eddie, quien estudiaba ingeniería antes de la guerra, sobrevivió gracias a sus conocimientos. Fue nombrado gerente de un taller y durante dos meses lo enviaron a trabajar directamente para Mengele, quien le encargó que hiciera una pequeña mesa de operaciones.
Hoy vive en Sydney. A 73 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, dijo que hay dos lugares a los nunca regresará: Alemania, donde comenzó el horror nazi, y Polonia, donde su madre y su padre fueron asesinados una noche dentro de una cámara de gas.
«No puedo y no perdonaré ni olvidaré», dijo Eddie. «Pero seré feliz hasta que me muera. Les enseñaré a los niños cómo ser felices y hacer de este mundo un lugar mejor para todos».