El testimonio de una "hibashuka", como llaman a los sobrevivientes del bombardeo atómico de Hiroshima

Yunko Watanabe, sobreviviente a la bomba atómica en Hiroshima: «Mis padres me dieron por muerta»

El movimiento de la ONG Peace Boat para avanzar en la firma del Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares de 2017

Yunko Watanabe, sobreviviente a la bomba atómica en Hiroshima: "Mis padres me dieron por muerta"
Junko Watanabe, sobreviviente a la bomba atómica de Hiroshima. YT

Junko Watanabe tenía apenas dos años cuando el 6 de agosto de 1945, en medio de un caluroso día de verano y mientras jugaba con su hermano en una pequeña aldea en las afueras de Hiroshima, un bombardero estadounidense B-29 dejó caer la bomba «Little Boy» sobre la ciudad japonesa.

Era el segundo artefacto nuclear activado en la historia del mundo, pocos meses después del ensayo Trinity llevado a cabo en Nuevo México, Estados Unidos, la conclusión del Proyecto Manhattan ejecutada cuando Alemania ya había sido vencida pero el Imperio Japonés continuaba peleando.(Obama en Hiroshima)

La explosión sobre Hiroshima fue seguida tres días después por otra similar en Nagasaki, y ambas aceleraron la rendición de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial pero abrieron, al mismo tiempo, una carrera armamentística entre las principales potencias y el concepto de la destrucción mutua asegurada, además de numerosos desarrollos pacíficos en tecnología nuclear que revolucionaron al mundo.

La destrucción y la matanza tuvieron un nivel que nadie había imaginado. Entre 90.000 y 140.000 personas murieron en Hiroshima el día del bombardeo y durante las semanas y meses posteriores, de acuerdo al Atomic Archive de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Aquel 6 de agosto la mayoría pereció ya sea por causa de la explosión en sí, la onda térmica resultante, la onda de choque o la radiación instantánea en dosis letales. Los que perdieron la vida tiempo después lo hicieron debido a la contaminación radiactiva producto del «fallout». Entre 50.000 y 80.000 murieron en Nagasaki, por las mismas causas.

Watanabe pasó por la ciudad de Buenos Aires en el marco del Viaje Global por un Mundo Libre de Armas Nucleares, un evento organizado por la ONG Peace Boat (Barco de la Paz), con asistencia local de SEHLAC, y que consiste en un crucero por diferentes ciudades del mundo en el que los «hibakusha», sobrevivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, tienen la oportunidad de ofrecer sus testimonios.(El misil nuclear ruso ‘Satán II’ que supera 2.000 veces a la bomba de Hiroshima)

El buque partió de Yokohama, Japón, el 26 de diciembre de 2018 y concluirá su travesía el 31 de marzo de este año. Después de visitar Buenos Aires partió hacia Ushuaia, en el sur de Argentina, y luego Valparaíso, en Chile, antes de emprender la vuelta a Japón.

La edición actual de esta iniciativa llega en un contexto apremiante para quienes abogan por el desarme y la no proliferación nuclear. Estados Unidos y Corea del Norte acaban de salir de un peligroso intercambio de amenazas de guerra nuclear y, aunque ahora mantienen un diálogo bilateral, poco se ha avanzado en la desnuclearización de la península coreana.

Estados Unidos y Rusia, por otro lado, han anunciado el quiebre del tratado de Fuerza Nucleares de Rango Intermedio (INF) firmado en 1988 con el objetivo de reducir sensiblemente los arsenales nucleares de ambas potencias, y se teme ahora una carrera de rearme.

Y el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW) aprobado en 2017 ha sido ratificado sólo por 21 países, cuando requiere de 50 para entrar en vigencia. Este texto prohíbe por primera vez en forma vinculante la posesión de armas nucleares, y ha sido cuestionado y rechazado por casi todos los países que poseen arsenales atómicos o un avanzado complejo nuclear con fines pacíficos.

En América Latina ha sido ratificado por Cuba, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, Venezuela, Uruguay y México, pero sólo este último país posee tecnología nuclear avanzada con la planta de Laguna Verde. Brasil y Argentina, históricos actores nucleares de la región y vinculados por la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC), no han ratificado el Tratado, aunque el primero sí lo ha firmado.(El Papa recuerda Hiroshima y Nagasaki y pide “desterrar para siempre las armas nucleares y toda arma de destrucción masiva”)

Watanabe llegó a la ciudad de Buenos Aires acompañada de Kei Moriyama, nieta de un «hibakusha» y activista por el desarme nuclear, para ofrecer su testimonio como parte de la iniciativa de Peace Boat, una de las organizaciones directivas de ICAN (Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, ganadora en 2017 del Premio Nobel de la Paz), de «avanzar en la prohibición de las armas nucleares hacia su eliminación con el poder de la sociedad civil».

Ambas fueron recibidas por el vicecanciller argentino Daniel Raimondi, recientemente separado del cargo, y por Ricardo Larriera, de la Dirección de Seguridad Internacional, Asuntos Nucleares y Espaciales, quienes escucharon el pedido de parte de la «hibakusha» de sumar a la Argentina al TPNW. El país rechaza actualmente la firma de este tratado por cuestiones técnicas, aunque sí es parte del Tratado de No Proliferación Nuclear (TPN) y el de Tlatelolco, pilares de la arquitectura legal de la no proliferación de armas nucleares.

Watanabe, de 77 años de edad, habló para Infobae sobre su experiencia, su vida posterior aún en Hiroshima, su emigración a Brasil y el momento en el que sus padres le confesaron que había sido víctima de la contaminación radiactiva.

-Usted tenía dos años cuando la bomba «Little Boy» cayó sobre Hiroshima. ¿Cómo recuerda su familia ese 6 de agosto de 1945?

Estaba con mi familia a 18 kilómetros del epicentro. Y el 6 de agosto, mi madre estaba con mi hermano menor en brazos, cargándolo frente a la casa. Y yo estaba con mi hermano mayor, que es dos años mayor, jugando en un santuario del vecindario con amigos de la zona. Era un día de verano muy soleado, con un cielo muy azul. Era realmente un día muy rico, y estábamos todos afuera jugando por esa razón. Y a las 8:15, a pesar de que era un día tan bonito y asoleado, de repente se sintió un viento muy fuerte. Empezó a soplar y a caer mucho papel quemado, carbonizado, y mi madre se sorprendió, se asustó. Y ella fue corriendo por mí y por mi hermano, preocupada. Y en ese momento llovió una lluvia negra [cenizas radiactivas que cayeron tras la explosión].

Mi madre me contó cómo fue mi situación de salud posterior a eso. Parece ser que tuve una fuerte diarrea, y eso continuaba diariamente. Comía y no podía retener nada. Mis padres ya se habían dado por vencido, me tenían por muerta. Pero sobreviví.

-¿Cómo fueron los días posteriores, cuándo entendieron que habían sido blanco de un ataque distinto?

La verdad, yo no supe que era víctima de la radiación hasta que tuve 38 años. Porque mis padres no me lo dijeron. Vine a Brasil sin saber mi situación.

-¿Por qué sus padres decidieron no contarle?

Porque había discriminación. En este momento, con sólo el hecho de haber estado en Hiroshima y Nagasaki, eso repercutía sobretodo en el matrimonio.

Cuando yo tenía 38 años, y ya había pasado 13 años viviendo en Brasil, regresé a Hiroshima con mis padres y ahí fue cuando me lo contaron.(Fallece el último tripulante con vida del ‘Enola Gay’ que lanzó la bomba nuclear sobre Hiroshima)

-¿Cómo se sintió cuando supo que había sido víctima del bombardeo?

No sentí nada, porque no tenía ningún conocimiento sobre eso, sobre estar expuesta a la radiación. Porque de vivir en un pueblo rural, a los 13 años me mudé a Hiroshima, ciudad en la que viví hasta los 25 años. Yo no sabía que había estado expuesta y por eso no tenía interés en ello.

-¿Alguien más de su familia tuvo complicaciones tras la exposición?

Todos, mis hermanos y mis padres, pero no sufrieron complicaciones en el momento. Lo que sucede es que después de la guerra Hiroshima estaba hecha cenizas. Habían dicho que en 70 años ni siquiera iban a poder florecer las plantas ni crecer ningún árbol.

Pero en ese momento nadie sabía nada. La gente se enfermaba, pero no sabían que era por la radiación. Después de la guerra no había comida siquiera, todos estaban luchando para sobrevivir. Ni siquiera pensaba que esto era por la bomba, todos estaban aferrándose a la vida. Y aunque te enfermaras no sabías si era por culpa de una bomba atómica.

-¿Cómo era vivir en Hiroshima en su juventud, en medio de la ciudad destrozada?

Después de la bomba, todos habíamos creído que no iba a crecer ningún árbol y que nadie iba a poder vivir allí por 70 años. Pero en un mes esto cambió. La bomba cayó en agosto y en septiembre pasaron dos tifones. Y todo fue limpiado, todos los escombros se volaron.

Estábamos tristes, pero al final de cuentas gracias a la lluvia se limpió la ciudad, y eso fue algo de buena suerte en ese momento. Habíamos dicho que en esa ciudad no iba a florecer nada, y al final de ese año, floreció. Es por eso que todos empezamos a regresar a la ciudad. Si es que puede florecer, nosotros también vamos a poder vivir. No teníamos ningún lugar a dónde ir, por eso empezamos a regresar a la ciudad y a construir nuestros hogares.

-¿Qué ha cambiado en Japón en torno a la discriminación a los «hibakusha»?

El accidente de Fukushima [en 2011] demostró que es un tema latente y que no ha cambiado. Porque los habitantes de ese lugar están recibiendo una discriminación, al igual que sucedió con nosotros. Con Chernobyl sucedió lo mismo. En todos lados nace la discriminación. Las víctimas de radiación sufren discriminación y la razón es el miedo que existe a la contaminación.

-¿Cuándo se unió a la iniciativa Peace Boat y por qué lo hizo?

Fue en el 2008, cuando Peace Boat dio la vuelta al mundo con 100 sobrevivientes de la bomba. Tuvieron intercambio con muchos países. Estando en Brasil vi todo por internet y apliqué.

Al comenzar con esta actividad, antes de Peace Boat, tuve un fuerte trauma. A los 38 años supe que había sido víctima. Regresé a Brasil y hasta los 60 yo no me involucré en absoluto. Al cumplir 60, el presidente de la Asociación de Paz Hibakusha en Brasil me dijo: ‘Tú eres víctima y eres joven, entra en nuestra asociación y apóyanos’. Y entré. La mayoría de los sobrevivientes estaban envejeciendo, pero yo seguía joven.

Yo no tenía conocimiento sobre la bomba atómica. Pero cuando se acercaba agosto venían los medios a hacer entrevistas a las víctimas y yo no podía decir nada, no recordaba nada de que lo pasó y no sabía nada de la bomba atómica.

Pero yo escuchaba estos testimonios y empecé a saber sobre muchas cosas. Un día, poco a poco, ellos dejaron de contar, porque empezaron a perder la memoria. Yo entonces supe: ‘si lo dejan de contar, ¿quién lo va a hacer?’ Entonces si yo soy víctima de la bomba, debo seguir expresando este sentimiento. Y empecé a hacerlo.

Poco a poco empecé a contar. Pero pensaba, ‘¿qué va a pasar si empiezo a hablar, con respecto a la discriminación? Voy a salir en los medios, ¿y qué va a pasar con mis hijos?’ Me empecé a preocupar, y todavía tengo ese trauma. Pero sigo haciéndolo.(Barack Obama se llevó el maletín nuclear a Hiroshima)

-Estamos en una época difícil para el desarme y la no proliferación nuclear, con tratados que se caen y carreras de armas en ciernes, ¿cómo ve esta situación?

Este año voy a cumplir 77 años, ya llevo 15 años involucrada en esta asociación. Al dar la vuelta al mundo veo muchas víctimas de guerra, de radiación. Gente sufriendo por radiación. Al ver esto tengo muchos sentimientos. Este hecho histórico de haber tirado la bomba que yo experimenté, pase lo que pase tengo que seguir contándolo sobre todo a los jóvenes, lo tienen que saber. Ellos tendrán sus familias y sus hijos, y para construir paz debemos conocer el hecho real de la historia. Por eso continúo.

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