Lo subrayan en el arraque de su reporteaje en en el diario La Razón, este 16 de marzo de 2019, las periodistas Yaiza Sánchez y Marta Esquíroz: «la población venezolana ha perdido durante la crisis que atraviesa el país una media de más de 10 kilos de peso debido al desabastecimiento; el 65% de los niños sufre fuerte desnutrición, según Cáritas, y enfermedades como la difteria, la malaria o el VIH han regresado al país».
Añaden, porque no puede ser de otra manera, porque es obvio y lo vemos cada día que lque os venezolanos mueren tanto en las calles luchando por sus derechos como en los hospitales a causa de los recientes apagones que se extendieron durante seis largas jornadas.
Y frente a esa espantosa realidad, ponen negro sobre blanco la vidorra, las orgías, juergas y lujos que disfrutan en Madrid los vástagos de uno de los principales responsable de esa tragedia: Vladimir Padrino, ministro de defensa chavista.
A falta de Miami, que hubiera sido su salida natural si el progenitor no estuviera inmerso en negocios como el narcotráfico, que en EEUU suele atraer las fuerias del FBI y la DEA, Mitchell y Yarazetd Padrino, de 25 y 22 años, decidieron trasladar hace ya dos años la lujosa y excéntrica vida que llevaban en el barrio de La Trinidad, en Caracas, hasta la capital española.
Las fiestas en su mansión venezolana de Caracas, en las que el desenfreno y el despilfarro eran la tónica general, han acabado aterrizando en Madrid.
A raíz de un vídeo difundido por el entorno cercano de los hermanos Padrino, en el que se puede ver a Mitchell en una exclusiva fiesta organizada en el elegante local madrileño de Casa Suecia, ha salido a la luz el pomposo tren de vida del que disfrutan los hijos del chavismo, o «bolichicos» como se les denomina desde hace tiempo en Venezuela. Para ellos no hay restricciones.
De día se pasean por las universidades privadas de Madrid como el CEU San Pablo, o por oficinas en las que son «becarios». De noche, por los mejores reservados de las discotecas propias de la «jet set» internacional y española. Todo vale: botellas de 700 euros, barra libre para todos los invitados e incluso, según se adivina en las imágenes, estupefacientes de todos los colores y sabores.
«En las juergas de Mitchell se consume de todo, y no me refiero solo al alcohol», afirma un testigo de las antiguas fiestas en Caracas que rehúsa decir su nombre por miedo a represalias.
«Es una vergüenza que ellos se la pasen así con dinero que nadie sabe de dónde salió mientras que en nuestro país hay gente muriendo de hambre», sentencia este joven venezolano.
«En Caracas todos conocían la vida tan lujosa que llevaban los hijos de Padrino. Coches de alta gama, jets privados, ropa de las mejores marcas… Todo lo que uno pudiese imaginar lo tenían ellos».
Alrededor de Mitchell y de su hermana, siempre se puede encontrar a decenas de seguidores fieles a sus fiestas, afines a los ideales del régimen que su padre defiende, o simplemente jóvenes que buscan una copa gratis en los sitios más ostentosos de Madrid.
«Se trata de una de las mejores fiestas que te puedes pegar en la capital. Y totalmente gratis», asevera a este diario otro testigo presencial que intenta restar culpa a los venezolanos que los acompañan, la mayoría de unos 20 años. Desde el Casino Gran Madrid, en Colón, donde testigos aseguran que «comienzan la noche», hasta las discotecas más fastuosas de la capital. Bling Bling, Le Boutique, Fortuny, Serrano 41… La lista es larga.
Entre los «partners in crime» de sus fiestas destaca el Dj Miguel Rodríguez, también de nacionalidad venezolana y que se trasladó del mismo modo a la capital española. Según fuentes cercanas, «Rodríguez siempre está a tiro de cañón», preparado para montar una buena «juerga» en cuanto Mitchell levante su teléfono.
«Es muy corriente que los chavistas en Madrid se escondan detrás de la fachada de opositor para poder mezclarse con los demás venezolanos que se encuentran en la capital. Es un mundo muy hipócrita».
De hecho, el DJ caraqueño mantiene en su cuenta de Instagram una imagen de apoyo a la oposición que lidera Juan Guaidó aunque esta fuente relata que no sería el primero ni el último en intentar ocultar su verdadera ideología.
«Caracas es muy pequeño y aquí nos conocíamos todos, no es posible que Miguel estuviera en una fiesta sin saber quién es Mitchell».
Dada la posición que ha adoptado tanto España como la comunidad internacional sobre los acontecimientos en Venezuela no es de extrañar que los afines al régimen chavista quieran esconder su identidad para evitar ser descubiertos tanto por la sociedad del país en el que viven, como por la ciudadanía venezolana que ha tenido que trasladarse aquí en busca de un futuro mejor.
«Lo peor que les puede pasar es que se descubra su identidad».
Con el vídeo difundido, la ostentosa vida de Mitchell y Yarazetd ha salido a la luz. Una vida que no parece la propia de las familias humildes que solían ser antes del auge del chavismo y que poca gracia hace a quienes sufren en la calle y en su nevera la represión del régimen de Maduro.
Después, la eliminación de todo tipo de cuentas en redes sociales donde fue publicado el polémico vídeo, no tardó en llegar.
El perfil de los hermanos ya ha sido borrado, así como el de varias personas comunes en su entorno como Génesis, una joven amiga de la ex novia de Mitchell y la responsable de subir el vídeo de la discordia. Un intento de lograr el olvido en internet que no fue fructífero.
Algunos de los sitios y restaurantes que, según testigos, suelen frecuentar estos jóvenes, niegan en rotundo todas las acusaciones:
«Las fiestas no fueron organizadas por ellos y no gastaron más de cien euros», asegura una empleada de Casa Suecia, la terraza en la que tiene lugar el vídeo, aunque testigos aseguran lo contrario.
Además, este diario pudo saber que Padrino ya ha intentado llevar a sus hijos a otro país desde que España reconoció a Guaidó como presidente interino (Costa Rica estuvo entre las quinielas).
Ahora puede que el ministro se lo plantee aún más si cabe. Mientras Venezuela lucha por la libertad y la ayuda humanitaria, los hijos de Padrino no ayudan precisamente a acallar las acusaciones contra el régimen.