Estados Unidos le dio el «hasta hoy» a Justen Hall, especificamente el estado de Texas.
El supremacista blanco fue ejecutado este miércoles 7 de noviembre de 2019, por asesinar a una mujer en un crimen relacionado con el tráfico de drogas.
A Hall, de 38 años, lo declararon muerto a las 18.32 hora local (CT) tras recibir una inyección letal en la prisión de Huntsville (cercana a Houston), según notificó el Departamento de Justicia Criminal (TDCJ) de Texas.
Hall cometió el asesinato de Melanie Billhartz, por el que fue ejecutado, estando en libertad bajo fianza por otro homicidio, el de Arturo Díaz, una mujer transgénero que se identificaba como Arlene.
Las autoridades consideraban el asesinato de Díaz como un crimen de odio, aunque no llegó a ser juzgado por ese homicidio, sino tan solo el de Billhartz.
Hoy, al ser preguntado por unas últimas palabras antes de recibir la inyección letal, Hall se disculpó con las familias de sus víctimas.
“Me gustaría dirigirme a los Roundtree -familiares de Billhartz- y disculparme por el dolor y el sufrimiento que causé. Y a los Díaz por haberles hecho pasar por esto, nunca debió haber sucedido”, declaró Hall.
“Y a mi mamá y a Morelia -su hermana-, las quiero y las voy a extrañar”, añadió.
Hall tenía 21 años y dirigía la agrupación local de la banda neonazi Aryan Circle cuando en octubre de 2002 mató a Melanie Billhartz en El Paso (Texas). Entre otras actividades, Hall y sus compañeros estaban dedicados a la producción y tráfico de metanfetamina.
De acuerdo a documentos judiciales, Billhartz se enfrascó en una discusión con Ted Murgatroyd, miembro de los Aryan Circle, que terminó con la mujer amenazando con llamar a las autoridades, lo que habría conducido a la Policía al laboratorio de metanfetamina.
Hall tomó entonces la iniciativa y se llevó a Billhartz en su camioneta, regresando horas después con la mujer muerta.
Según confesaría después, la asesinó estrangulándola con un cable eléctrico.
Los dos neonazis -Hall y Murgatroyd- llevaron entonces el cuerpo hasta el desierto de Nuevo México, donde lo enterraron pero cortándole antes los dedos para que no pudiera ser identificado por las huellas dactilares.
Hall fue detenido semanas después, cuando Murgatroyd confesó y condujo a las autoridades hasta el cuerpo.
En 2016, Hall retiró todos sus recursos y cortó el contacto con sus abogados de oficio, acelerando así el camino hacia una ejecución.
“No me gusta la persona en la que me he convertido, y hay que acabar conmigo como el perro rabioso que soy”, dijo Hall en un escrito al juez informándole de la decisión que había tomado de dejar de apelar su condena a muerte.
Los abogados, no obstante, trataron igualmente de detener la ejecución cuestionando en nuevos recursos la salud mental de su cliente, pero los tribunales los rechazaron.
La de Hall fue la octava ejecución ocurrida en Texas en 2019 y la número 19 en todo el país.
Desde que el Tribunal Supremo restituyó la pena capital en 1976, han sido ejecutadas 1.509 personas en Estados Unidos, 566 de ellas en Texas, más que en ningún otro estado.
Con información de EFE