Brad Pitt le reveló, en 2013, a la revista Esquire la condición que hacía que el mundo lo creyera una persona demasiado pretenciosa y alguien a quien no le importaban los demás.
“Hay tanta gente que me odia porque piensan que les estoy faltando el respeto. Hubo un año en el que dije: ‘Este año, voy a hablar de eso y decirle a la gente: ‘OK, ¿en dónde nos conocimos?’. Pero solo empeoró. La gente estaba más ofendida… La gente te dice: ‘Estás siendo egoísta, estás siendo engreído’. Pero la verdad es que para mí es un misterio. No puedo captar una cara y, sin embargo, yo vengo de una formación con un punto de vista de diseño/estética. Me haré unos estudios”, confesó a la publicación.
Los síntomas de los que el actor habla coinciden con la enfermedad neurológica llamada prosopagnosia, también conocida como “la ceguera de rostros”. Esta es una forma de agnosia (incapacidad de procesar información sensorial) visual. Este trastorno se caracteriza por la incapacidad de reconocer caras, ya sea de familiares e, incluso, el rostro de uno mismo. Su singularidad es que la persona que lo padece puede distinguir entre las diferentes partes que forman un rostro. Es decir, puede ver los ojos, la boca, la nariz y las piezas que unen una cara, sin embargo, no puede juntar esta información y crear la imagen de un semblante.
Alguien con este padecimiento se puede mirar en el espejo y no darse cuenta de que se está observando a sí mismo, o al ver una fotografía, ya sea vieja o reciente, tampoco tendrá la capacidad de reconocerse. El término fue inventado por el neurólogo Joachim Bodamer en 1947, quien estudió a un hombre de 24 años herido de bala en la cabeza. El joven sobrevivió, sin embargo era incapaz de reconocer a la gente que lo rodeaba. Bodamer tituló a su artículo “Die Prosop-Agnosie”, que se derivó del griego clásico prosopon, que significa ‘cara’, y de agnosia, que significa “no conocimiento”.
“Es la interrupción selectiva de la percepción de rostros, tanto del propio como del de los demás, los que pueden ser vistos pero no reconocidos como los que son propios de determinada persona”, fue la definición del médico alemán.
Actualmente se sabe que existen dos tipos de prosopagnosia: la congénita y la adquirida. La congénita (o del desarrollo) viene desde el nacimiento, y se debe a una interrupción en la comunicación entre diferentes partes del cerebro, por lo que el individuo no desarrolla adecuadamente la capacidad de reconocer rostros. Es padecida por el 2,5% de la población.
Mientras que la adquirida se debe al daño en el lóbulo temporal occipital, ya sea por accidentes cerebrovasculares, hemorragias, tumores, entre otras. Se encuentra con mayor frecuencia en adultos. Aunque no existe ninguna cura para esta afección, mucha gente que la padece tiende a enfocarse en características particulares de la persona para poder reconocerla. Ya sea por una particular cicatriz, la forma de vestir, el tono de la voz o señas particulares como un bigote o la sonrisa de quien se desea identificar.