El New York Mellon bloquea los 539 millones de dólares de depósito
El estadounidense Paul Singer, de 69 años, ha conseguido ganarse el título de ‘gran enemigo’ del país y convertirse en la mayor pesadilla de la presidenta del país, Cristina Fernández de Kirchner. Licenciado en derecho por la Universidad de Harvard, es conocido en EEUU por sus vínculos políticos y su gran influencia en Wall Street.
Este multimillonario discreto, que según la revista Forbes posee una fortuna estimada de 1.120 millones de euros, es un activista de los derechos de los homosexuales y un generoso donante del Partido Republicano, tampoco ha escatimado, ni en gastos ni en esfuerzos, en su lucha contra Argentina.
Singer es el director de Elliott Capital Management. Su filial NML, no aceptó junto a otros inversores, las quitas ofrecidas en 2005 y 2010 por Buenos Aires y lideró la larga pelea que ganó el pasado mes de junio cuando Un juez determinó que Argentina tenía que pagar las deudas pendientes. Esto supone que a la compañía (NML) le correspondan alrededor de 225 millones de euros a cambio de la deuda que adquirió por 35 millones.
Su mayor propósito los últimos años ha sido presionar al máximo al país de Kirchner. No se ha cortado de distribuir folletos contra la política del Gobierno argentino o intentar impedir o sabotear cualquier viaje de la presidenta a Estados Unidos. En 2012 consiguió retener durante 70 días la fragata insignia de la Armada argentina en un puerto de Ghana.
La estrategia de Singer está siendo, desde hace años, comprar deuda cuando su precio es muy bajo para después conseguir un beneficio mucho mayor. El caso de Argentina no es el único en el currículum de Singer, en los años 90 consiguió cobrar 43 millones de euros en deuda de Perú que previamente había adquirido por 8 millones, y también ganó otros 67 millones en pasivo de Congo que había comprado por 15 millones.
En el terreno económico estadounidense Singer destaca por criticar la política ultraexpansiva de la Reserva Federal y los cambios regulatorios impulsados por Obama por ser demasiado flojos con los grandes bancos.
PATALEANDO EN CASA ROSADA
Como explica Francisco Peregil en ‘El País’, en un país de grandísimos creativos publicitarios, donde cada año surgen decenas de lemas memorables existe uno genial creado en 1946 que ha acompañado desde entonces a la historia del país. Muchos argentinos con solo ver la fecha ya habrán adivinado cuál es.
El general Juan Domingo Perón (1946-1955 y 1973-1974) aspiraba a su primer mandato presidencial. Y en contra tenía nada más y nada menos que al embajador de Estados Unidos, gran muñidor de las fuerzas opositoras. Se llamaba Spruille Braden. Era, además de embajador, magnate minero y petrolero.
Y denunció la influencia nazi en el régimen de Perón. Pero el general aniquiló a su rival con un lema de solo tres palabras: «Braden o Perón».
O sea: Estados Unidos o Argentina; el lacayo del imperio o el gran defensor de los pobres, el sometimiento servil a la potencia mundial o la soberanía de un pueblo, la claudicación ante los intereses de las multinacionales gringas o la defensa de los intereses argentinos.
¿Pero siempre ha de ser blanco o negro, civilización o barbarie (otra de las dicotomías clásicas argentinas)? Fue en su día, «Reino Unido o Argentina», cuando la guerra de las Malvinas.
Y no hubo lugar para matices. Aunque los que ponían al pueblo ante ese dilema fuesen los militares de la dictadura. El amor a la patria pudo más que el odio a los dictadores. Y el pueblo apoyó la guerra.
Ahora, desde la Casa Rosada se fomenta el lema «Patria o Buitres». Es decir: el pueblo o los especuladores despiadados de Wall Street; soberanía nacional o sometimiento a una justicia de Estados Unidos que a su vez estaría sometida a los buitres.
Y por si no se capta el mensaje, se pueden ver estos días carteles en varios municipios de Buenos Aires que reza: «Ayer Braden o Perón. Hoy Cristina o Griesa», en alusión al juez Thomas Griesa, que falló a favor de los dos fondos litigantes.
La llamada al sentimiento patrio siempre funciona. Cristina Fernández subió en las encuestas conforme endureció su discurso contra los «buitres». Pocos rivales con peor imagen habrá en el mundo que unos fondos que se dedican a especular con la deuda soberana de países en crisis. Y pocas palabras más gráficas que «buitres».
Lo más opuesto al amor por la bandera serían los buitres, que llegaron a confiscar la fragata Libertad, buque insginia y escuela de la marina argentina.
Y después de plantarle cara a los buitres durante años y perde contra ellos las principales batallas jurídicas libradas, tocó dibujar la derrota con tintes épicos. Y negar la mayor:
«Argentina no entra en suspensión de pagos porque ha pagado».
Después es preciso descalificar a las agencias de calificación de riesgo que habla de suspensión de pagos selectiva o restringida. Y al mismo tiempo, descalificar al juez. Y cómo no, también a Estados Unidos -el enemigo útil-, aunque el presidente Barack Obama haya apoyado a Argentina en este proceso.
Así, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, en lugar de explicar cómo abordará el país la situación en que se encuentra, se envolvió el jueves en la gloriosa bandera y declaró:
«Si hay un juez que se confunde, que no toma decisiones, que es claramente un agente de los fondos buitres, si el mediador es un agente de los buitres, si el poder judicial está cooptado por los buitres… ¿de qué justicia me hablan?
¿Y de qué independencia del poder judicial me hablan? Aquí hay una responsabilidad de un Estado. Y es la responsabilidad de Estados Unidos… Para generar las condiciones de respeto irrestricto a la soberanía de los países».
Patria o buitres. Y si hay algún economista, periodista o dirigente opositor dispuesto a esgrimir que Argentina debería acatar la sentencia de un juzgado cuya jurisdicción aceptó; si hay alguien que se atreve a decir que a los acreedores -por muy despreciables que puedan ser- hay que pagarles, una vez que te han ganado todos los juicios posibles…
Entonces se activará inmediatamente la trampa del «Patria o buitres». El argentino en cuestión pasará a ser catalogado de inmediato como un cipayo, léase un traidor, un vendepatrias, cómplice de los buitres. Lo peor de lo peor.
Solo el tiempo suele encargarse de desenmascarar el mal uso de la bandera. Pero suele llegar tarde.