En medio de un escenario que ya contempla la suspensión de pagos a los acreedores y el riesgo hiperinflacionario, el presidente argentino, Mauricio Macri, anunció la restricción de la compra de dólares, la obligación de los exportadores de liquidar sus ganancias en la moneda norteamericana y pedir la autorización para sacarlas fuera del país.
El Gobierno argentino llegó al poder con la promesa de abolir parte de las mismas medidas que ha tenido que tomar en una situación de emergencia. Desde que Macri se quedó casi sin posibilidades de ser reelegido debido a su mal resultado en las primarias del 11 de agosto, que anunciaron el retorno del peronismo al poder, el peso argentino se ha hundido más del 30% de su valor. Por retirada de depósitos y la intervención en el mercado cambiario, el Banco Central (BCRA) ha perdido solo en agosto 12.000 millones de dólares de reservas.
En este contexto de creciente fragilidad política y ante el riesgo de reducir a la insignificancia las reservas genuinas del BCRA, Macri ordenó a su equipo tomar las medidas necesarias para calmar el mercado financiero. En Buenos Aires se vuelve a hablar en estas horas de «cepo cambiario» moderado. Si bien las restricciones no llegan a estar en los niveles vigentes durante el segundo Gobierno de Cristina Kirchner, van a contramano del credo neoliberal proclamado por el macrismo durante casi cuatro años. «Impensado final», señaló el diario ‘Ámbito Financiero’. La información oficial consigna que ante «la incertidumbre generada en el marco del proceso electoral, es necesario adoptar medidas transitorias y urgentes». El 27 de octubre se celebrarán las presidenciales que tienen a Alberto Fernández como absoluto favorito.
Hasta fin de año, las grandes empresas estarán en la mira del BCRA. Se establece además un tope de compra mensual de 10.000 dólares para personas físicas y se autoriza el pago de impuestos con títulos de la deuda en ‘default’.
En el 2016, el Gobierno inició un febril e inédito ciclo de endeudamiento externo de casi 188.000 millones de dólares. Cuando se le acabaron los créditos en el mercado internacional de capitales y se conocieron los primeros cimbronazos internos, Argentina recibió 57.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI). Gran parte de ese dinero sirvió para financiar la fuga de capitales. Hasta enero habían salido del país 59.000 millones de dólares. En los primeros meses de este año se fugaron 13.968 millones de dólares. Solo en agosto se llegó casi a la misma cifra.