Las presiones de Estados Unidos contra la dictadura venezolana han golpeado con fuerza a su principal mercado: el petróleo. Las sanciones en contra de la empresa petrolera estatal de Venezuela, Pdvsa, han sido consideradas durante mucho tiempo como el arma más poderosa que en tiempos de paz podía aplicar Estados Unidos en contra del gobierno de Nicolás Maduro.
Venezuela depende altamente de la producción de crudo, de cuya exportación proceden más de 9 de cada 10 dólares que ingresan a ese país. Por si fuera poco, 41% de esas ventas estaban destinadas a Estados Unidos. Por eso, cuando a finales de enero de este año, el gobierno de Donald Trump anunció que aplicaría sanciones a Pdvsa se produjo un gran revuelo y muchos avizoraron una agudización de la crisis económica en Venezuela que -según estimaban algunos- podía derivar en un eventual derrumbe del gobierno de Maduro.
Sin embargo, al tiempo que anunciaba las sanciones, Washington también emitió unas autorizaciones para que algunas empresas estadounidenses pudieran seguir operando en Venezuela e, incluso, mantuvieran negocios y asociaciones directas con Pdvsa. Una de estas empresas es Chevron, la tercera compañía petrolera cotizada en bolsa más grande del mundo, de acuerdo con la lista Forbes 2000, con una producción global equivalente a unos 3 millones de barriles diarios durante el segundo trimestre de 2019.
La empresa, con sede en California, tiene operaciones además en Indonesia, Angola, China, Reino Unido y en la zona neutral en la frontera entre Kuwait y Arabia Saudita. Chevron es la última de las grandes petroleras estadounidenses que mantiene presencia en Venezuela, luego de que ExxonMobil y ConocoPhillips cesaran operaciones en ese país en 2007.
Pero, ¿qué hace operando aún allí y, sobre todo, por qué si el gobierno de Trump buscaba asfixiar económicamente al gobierno de Maduro permite que esta empresa siga siendo socia de Pdvsa?
Un vínculo centenario
La presencia de Chevron en Venezuela tiene antecedentes que se remontan a casi un siglo. Fue en la década de 1920, cuando la Gulf Oil Corporation (GOC) -una empresa precursora de la actual Chevron- inició la extracción de crudo en la costa oriental del Lago de Maracaibo. Esta empresa operaría en el país durante medio siglo a través de diversas filiales hasta que, en la década de 1970, debió cesar sus actividades como consecuencia del proceso de nacionalización petrolera ejecutado por el gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez.
Luego en la década de 1990, la compañía volvería ya bautizada como Chevron en el marco de un proceso de reapertura del sector petrolero a las inversiones extranjeras. En su configuración actual, Chevron es el fruto de la fusión de Gulf, la Standard Oil Company of Califonia (Socal) y Texaco, tres de las llamadas «siete hermanas», nombre con el que se conocía a las siete poderosas petroleras que hasta la década de 1970 controlaron el mercado de crudo mundial.
El regreso de Chevron a Venezuela se produjo en 1996, cuando además estableció en Caracas sus oficinas centrales para toda América Latina. Entonces, la empresa comenzó a operar bajo esquemas conocidos como «convenios operativos» y «asociaciones estratégicas», bajo los cuales se permitió el reingreso de empresa extranjeras con el objetivo de dinamizar el sector petrolero del país con capital foráneo.
A mediados de la década pasada, el gobierno de Hugo Chávez decidió erradicar estos acuerdos y forzar a las transnacionales a asociarse con Pdvsa en empresas mixtas, en las cuales la petrolera estatal venezolana siempre tendría mayoría accionaria. Fue entonces, en 2007, cuando las petroleras estadounidenses Exxon Mobil y ConocoPhillips tuvieron que abandonar el país, al no lograr un acuerdo satisfactorio con el gobierno venezolano, mientras que Chevron decidió aceptar los términos propuestos por Pdvsa.
Así, la empresa terminó asociada con la estatal venezolana en cuatro proyectos de los cuales solo hay dos que en este momento tienen un peso significativo: Petropiar, en el cual Chevron cuenta con 30% de participación, y Petroboscán, en el cual detenta el 39.2%. Petropiar, en particular, tuvo mucha importancia para la empresa estadounidense.
«Ese proyecto fue durante muchos años muy rentable. Chevron lo usaba básicamente para exportar ese crudo a sus refinerías en la costa del Golfo de EE.UU. Esa fue una de las razones por las que Chevron se quedó en Venezuela y le fue muy bien», señala Francisco Monaldi, investigador especializado en políticas energéticas del Instituto Baker de la Universidad Rice, en Texas (EE.UU.), en conversación con BBC Mundo.
El experto explica que la importancia de Petroboscán era menor debido a que el tipo de crudo que se extrae de ahí es pesado y se emplea fundamentalmente para producir asfalto, por lo que Chevron lo enviaba a una refinería que tiene en Mississippi (EEUU.). Con Petroboscán, sin embargo, Chevron tiene una relación histórica pues ese campo fue descubierto en 1946 por su antecesora Gulf, que lo explotó hasta la nacionalización petrolera en 1975.
Pesadilla rentable
Monaldi destaca que la rentabilidad que pudieron tener estos proyectos no implica que todo haya sido fácil para la petrolera estadounidense, pues ha debido sortear numerosas dificultades derivadas del hecho de que su socio mayoritario es Pdvsa. «Han salido muchas historias horribles sobre lo difícil que es trabajar allí porque Pdvsa controla todo. Así que ha sido una pesadilla. Rentable, pero pesadilla al fin y al cabo», señala el experto.
Entre los problemas más graves que ha debido sortear se encuentra la detención en abril de 2018 de dos de sus ejecutivos, quienes fueron arrestados por los cuerpos de inteligencia venezolanos. Según reportó entonces la prensa local, los dos empleados de Chevron podían enfrentar cargos de «traición a la patria» por haberse negado a firmar un contrato de suministro por varios millones de dólares que había sido redactado por funcionarios de Pdvsa, basados en un decreto de emergencia que permitía contratar sin realizar licitaciones.
Tras pasar dos meses detenidos, los ejecutivos fueron liberados aunque de forma condicional, pues estaban obligados a acudir ante los tribunales cada 15 días. Ante esta situación, Chevron optó por evacuar a su personal foráneo de Venezuela. La empresa estadounidense tampoco escapa a los efectos de la severa y multidimensional crisis que vive Venezuela.
Según reportó recientemente Bloomberg, los otros dos proyectos en los que Chevron participa en Venezuela -Petroindependencia y Petroindependiente- están paralizados debido a la falta de repuestos y a la crisis humanitaria que vive el país. Fuentes del sector petrolero venezolano, le comentaron además a BBC Mundo que las transnacionales extranjeras que operan en ese país también resultan afectadas por los constantes cortes de electricidad así como por el robo de equipos.
Esta serie de problemas, han contribuido a la caída tanto de la producción petrolera de Venezuela como de las empresas mixtas de las que forman parte las transnacionales. En ese contexto, además, se producen las sanciones del gobierno de Trump en contra de Pdvsa que, aunque hasta ahora no le impiden a Chevron operar en Venezuela, si llevan a la paralización de las exportaciones petroleras hacia Estados Unidos afectando así una parte esencial de su modelo de negocio.
Así, en el segundo trimestre de 2019 la producción petrolera de Chevron en Venezuela se ubicó en unos 34.000 barriles diarios, una caída de unos 8.000 barriles diarios en comparación con las cifras de 2018. En la práctica, entonces, Venezuela representa en torno a 1% de la producción global de Chevron y hay dudas sobre si en la actualidad se trata de una operación rentable.
Negocio futuro
«Para Chevron debe haber sido muy negativo este tema de las sanciones, porque en los dos proyectos que tienen en Venezuela ellos obtenían su beneficio quedándose con una parte del crudo que exportaban a sus refinerías, lo que les garantizaba sus ganancias. Lo peor que te puede pasar a ti es que tengas como la obligación de venderle tu petróleo a Pdvsa, porque no te paga», afirma Monaldi.
Eileen Gavin, analista principal para América Latina de la consultora VeriskMaplekroft, comparte las dudas sobre la rentabilidad actual de las operaciones de Chevron en Venezuela. «Creo que probablemente debe tener algunas grandes facturas que cobrar allá debido al tipo de relación existente», le dice a BBC Mundo. La experta, sin embargo, no tiene dudas del interés de la empresa estadounidense en permanecer en Venezuela.
Pero, ¿por qué? Lo responde la misma Chevron. «Chevron ha estado presente en Venezuela durante casi 100 años, apoyando al país en sus esfuerzos por lograr el progreso económico y social a través del desarrollo responsable de la energía. Tenemos comprometidas inversiones y una gran fuerza de trabajadores que dependen de nuestra presencia allá», dice el portavoz de Chevron, Ray Fohr, a BBC Mundo.
Por su parte, Gavin cree que las probables deudas pendientes de cobro y la posibilidad de recuperar las inversiones realizadas son también parte de las razones que tiene la empresa estadounidense para seguir presente en Venezuela. «Tiene que intentar permanecer en el país para ver si en algún momento logra una compensación por su trabajo», apunta. Sin embargo, por ahora, la presencia de Chevron allí depende de que el gobierno de Estados Unidos renueve la autorización que le otorgó para seguir trabajando en ese país y que se vence el próximo 25 de octubre.
En julio pasado, este permiso fue renovado prácticamente en el último minuto, algo que algunos atribuyen a las posiciones encontradas que supuestamente existían en el gobierno de Trump en relación con el endurecimiento de las sanciones contra Venezuela. De acuerdo con ese análisis, en la Casa Blanca había dos posiciones: una postura más dura, representada por el hasta hace poco asesor de Seguridad Nacional John Bolton; y otra más flexible, encabezada por el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y por el secretario de Estado, Mike Pompeo.
«Es una situación compleja. Por una parte, Estados Unidos está muy deseoso de ver un cambio de gobierno en Venezuela. Si eso ocurre, sería comercialmente ventajoso y políticamente útil tener una presencia estadounidense sobre el terreno», señala Gavin en relación con el dilema que plantea para Washington decidir si permite que Chevron siga operando como socia de Pdvsa o si fuerza su salida de Venezuela.
La compañía estadounidense también argumenta para justificar su permanencia allá el hecho de que el vacío que dejaría podría ser llenado rápidamente. «Si Chevron es forzada a abandonar Venezuela, empresas no estadounidenses llenarán el vacío y proseguirá la producción petrolera», le dice a BBC Mundo el portavoz de la compañía, Ray Fohr.
Francisco Monaldi señala que ya Venezuela experimentó una caída en la producción de 1,3 millones a 700.000 barriles al día tras la aplicación de las sanciones y considera que en las condiciones actuales la salida de la petrolera estadounidense no haría una gran diferencia. «El problema fundamental que tiene ahora Venezuela es que no está pudiendo vender el crudo. No es tanto un asunto de producción sino que está limitada para exportar. Tiene fondeados en sus aguas numerosos tanqueros llenos de petróleo que no logra comercializar», agrega.
El experto, además, considera plausible que en caso de que Chevron se marche de Venezuela sus proyectos sean asumidos por compañías de otros países como Rusia, que no tendrían mayores dificultades en hacerse cargo de la operación de esos campos. «Hoy ,la mayoría de los taladros que están operando en Venezuela son de los chinos, de los rusos o de Pdvsa,por lo que si no se renueva la autorización a Chevron, se mantiene el gobierno de Maduro y se terminan de ir las empresas europeas, al final, van a quedar Rusia y China operando todo», señala Monaldi.
Pero, la permanencia de Chevron en ese país sudamericano también tiene grandes implicaciones económicas de cara al futuro. «En Venezuela hay una enorme oportunidad en el porvenir. El sector petrolero como un todo ha sufrido de una gran falta de inversión desde 2003, por lo que tanto Pdvsa como el resto del sector han caído en un estado de abandono y hace falta mucho mantenimiento. Eso va a costar decenas de miles de millones de dólares», afirma Gavin.
«Esto implica un gran reto, pero también una gran oportunidad para las empresas internacionales porque Venezuela por si sola no va a ser capaz de financiar este tipo de inversión y va a depender de recursos externos y, obviamente, Estados Unidos buscará un papel para sus compañías en esa transición y en esa reconstrucción», vaticina.
Sin embargo, los términos en los que podría darse ese hipotético proceso de recuperación de la industria petrolera venezolana no están por lo pronto claros y dependen no solamente de la decisión que tome el gobierno de Trump sobre la permanencia de Chevron, pero también de lo que ocurra con el gobierno de Maduro y, evidentemente, de cómo sigan jugando sus fichas Pekín y Moscú. Al menos por ahora, la competencia por la explotación del petróleo venezolano se disputa sobre un tablero multipolar.